domingo, 31 de octubre de 2010

Río literario hasta Vargas Llosa

LIBROS

Río literario hasta Vargas Llosa

«El sueño del celta», del Nobel Vargas Llosa, es el último eslabón de un torrente del que muchos han bebido desde que Conrad leyó el Congo

Día 31/10/2010 - 04.47h
Desde que el marino polaco Joseph Conrad forjara con «El corazón de las tinieblas» una de las metáforas más brillantes y explotadas de la literatura mundial, el Congo, el país (un escándalo geológico) y su río tenebroso, no han dejado de atraer a escritores, traficantes, misioneros, espías, mercenarios, aventureros y redentores. El más reciente del primer escalafón es Mario Vargas Llosa, flamante premio Nobel de Literatura, que en «El sueño del celta» (Alfaguara) recrea la peripecia vital de Roger Casement, uno de los que antes se atrevieron a denunciar la atroz colonia penitenciaria en la que Leopoldo II, el católico Rey de los belgas, convirtió el Estado Libre del Congo: una finca 76 veces más grande que Bélgica donde amputaciones, violaciones, torturas y asesinatos se cometían a cuenta de la cuota de caucho, marfil, comida...
Los que no trabajaban como esclavos y pagaban sus «impuestos» eran tratados así en el Congo de Leopoldo II
De aquel saqueo se benefició Bélgica, y basta adentrarse en la estación de Amberes, como hace W. G. Sebald en «Austerlitz», para comprobar cómo el chicote es tan eficaz para extraer sangre de la correosa piel de los negros como para arrancarle a las minas sus riquezas. «El fantasma del rey Leopoldo», de Adam Hochschild (Península, con prólogo, por cierto, de Vargas Llosa), es tal vez la más acerada y profunda biografía escrita sobre un monarca insaciable. Durante años, el Museo Real para África Central, levantado en Tervuren, a las afueras de Bruselas, fue un templo dedicado a Leopoldo, que se cuidó muy mucho de poner jamás los pies en su degradada colonia. Como señala Hochschild, «hay algo muy moderno en ello», es la misma actitud del piloto que deja caer su carga de muerte desde las nubes, «sin oír jamás los gritos o ver las casas reducidas a escombros o la carne retorcida».
La metáfora más fácil es la de los perezosos, la de quienes de forma sistemática han convertido en «corazón de las tinieblas» no solo al Congo, donde una conspiración de gendarmes katangueños y militares belgas (con el visto bueno de la CIA) acabó de la manera más cruel con Patrice Lumumba, sino a toda África, olvidando que si Conrad situó en aquel Congo triste su infierno fue precisamente por la codicia y la fiebre depredadora de los blancos. Ludo de Witte es quizás quien mejor ha contado el magnicidio en un libro inédito en español, «The Assassination of Lumumba» (Verso), en el que relata el calvario de un primer ministro que se atrevió a dejar en evidencia al rey Balduino (descendiente de Leopoldo) y que perdió la vida al tratar de impedir el desmembramiento del país. El mismo empeño que se tomó Dag Hammasrkjöld, acaso el más brillante secretario general de la ONU, cuya muerte en un accidente aéreo en África sigue envuelta en sombras.
Del mismo modo que en 1936, su testimonio crítico «Regreso de la URSS» desató la incomprensión de los izquierdistas profesionales que no querían ver la realidad, André Gide también reventó ampollas cuando se convirtió en 1928, con su «Viaje al Congo» (Península), en un incómodo testigo de los abusos de la política colonial francesa. En este caso del otro Congo, Congo-Brazaville, cuya capital se encuentra al otro lado del gigantesco remanso en que se convierte el río Congo y a cuyas orillas se levantaron las dos capitales más cercanas del mundo: Kinshasa y Brazaville.
Si en «Après moi, le déluge» («Después de mí, el diluvio», frase célebre de Mobutu Sese Seko, el dictador que rebautizó el Congo como Zaire y saqueó el país con la aquiescencia de Occidente, no en vano era su aliado en la guerra fría), la dramaturga catalana Lluïsa Cunillé reflejó sutilmente cómo hacen negocio los blancos en uno de los países más ricos del mundo cuya población es una de las más desgraciadas de la Tierra, la periodista británica Michela Wrong hizo en «Tras los pasos del señor Kurtz: el Congo al borde del colapso» (Intermón Oxfam) una de las más exhaustivas y apasionantes investigaciones sobre la degradación de un país a manos de un sátrapa. Un país donde han muerto en los últimos años cuatro millones de personas en un genocidio que se ha cometido de forma silenciosa, sin imágenes, secuela del genocidio ruandés de 1994. El libro de Mario Vargas Llosa, que ahora llega a nuestras manos, servirá para volver a leer acerca de un país que es un continente, de un río en el que Joseph Conrad se encontró con «el horror, el horror» e inauguró una literatura.

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