Pero las obviedades del agua se acaban ahí. Para casi todo lo demás, el agua, en sus tres estados (sólido, líquido y gaseoso), plantea innumerables dudas, casi siempre más apasionantes que frustrantes para la ciencia.
Una de ellas es en qué medida el vapor de agua afecta al clima. Cuando se entra en el terreno de las predicciones precisas de un sistema complejo no lineal (como es el clima), las moléculas volátiles de agua resultan muy escurridizas: el mayor desafío para los meteorólogos a la hora de predecir el tiempo de la próxima semana es la imprevisible configuración de las nubes (que son vapor de agua condensado en torno a partículas).
Pero la ciencia ha avanzado prodigiosamente y los modelos matemáticos para las predicciones a largo plazo han demostrado ser lo suficientemente certeros como para que den una orientación clara de lo que va a ocurrir. Muchas de las anticipaciones hechas por esos complejísimos cálculos basados en numerosas variables se han cumplido con asombrosa fidelidad. Pero precisamente porque la ciencia sigue avanzando, los modelos informáticos van incorporando un número cada vez mayor de variables.
Esta semana, dos nuevos estudios arrojan luz sobre fenómenos naturales que forman parte del sistema terrestre y climático y que corroboran o aportan variables que contribuyen a ser más precisos. En uno de ellos, investigadores de Texas A&M University han querido zanjar el viejo debate de si el vapor de agua potenciará o no el calentamiento global, y si es así, en qué medida.
Con el aumento de temperaturas en el planeta, se espera que también se incremente la cantidad de vapor de agua en la atmósfera (otra regla sencilla: con el calor, se evapora más agua). El citado estudio, publicado en Geophysical Research Letters, concluye que el efecto amplificador que tendrá la humedad sobre el calor hará que se multiplique por dos el calentamiento climático.
El agua concentrada en el aire atrapa más calor, por lo que el círculo vicioso (la retroalimentación positiva, en la jerga técnica) está garantizado. Hasta ahora, los modelos climáticos han tenido en cuenta esta retroalimentación, pero el registro de datos sobre agua no era suficiente para poder sacar conclusiones más precisas y, sobre todo, corroborables.
Pero la tecnología ha ayudado a confirmar experimentalmente lo que muchos modelos habían augurado en el campo de la teoría. Con la ayuda de un satélite de la NASA, Andrew Dessler y colegas han logrado medir con precisión la humedad contenida en los primeros 16 kilómetros de la atmósfera.
Los datos obtenidos han venido a reforzar la capacidad predictiva de los modelos climáticos al comprobar que, a mayor CO2, mayor calor, mayor concentración de humedad, y viceversa. Es decir, el vapor de agua potencia a otros gases de invernadero.
"Este estudio confirma que lo que han predicho los modelos está ocurriendo realmente", dice Eric Fetzer, un científico atmosférico citado en el comunicado de la NASA.
LOS BOSQUES REGULAN EL CLIMA
Un segundo estudio, que será publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), añade nuevas claves sobre la capacidad que tiene la vegetación de regular el clima (y de enfriarlo).
Investigadores de la Universidad de New Hampshire en EE.UU. han descubierto que la cantidad de radiación solar que es devuelta al espacio con respecto a la que entra (esta proporción es técnicamente llamada albedo) guarda relación con los niveles de nitrógeno que contienen las hojas de los árboles. Así, los árboles con más cantidad de nitrógeno multiplican por dos el efecto sumidero al mejorar simultáneamente sus dos tareas clave en el sistema climático: absorben más CO2 y devuelven más calor al espacio.
Los niveles de nitrógeno son, a su vez, influidos por el cambio climático, la contaminación, los usos del suelo y la composición de las especies; es decir, que la tendencia que tienen los bosques es a perder nitrógeno, y no a ganarlo. En cualquier caso, será una nueva retroalimentación que los modelos climáticos tendrán que añadir al complejo sistema.
Autor: Tana Oshima |
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