Para sobrevivir y crecer en este mercado global y turbulento, necesitan generar ventajas competitivas, cuyo origen radica en su capacidad de innovación, sus estrategias de marketing, los conocimientos y experiencia de su personal, los derechos de propiedad industrial e intelectual, la fidelidad de los clientes, la utilización de nuevas tecnologías, etc., en definitiva, todos aquellos factores que se conocen como capital intelectual o activos intangibles, y que siempre han estado presentes en las empresas, aunque sólo en los últimos años se empieza a tomar conciencia de ellos.
El reto que se plantean ahora las empresas consiste en identificar sus activos intangibles y gestionarlos adecuadamente para que produzcan auténticas ventajas competitivas, contribuyendo a mejorar su negocio tradicional, desarrollar otros nuevos, o abordar su expansión internacional. Si la empresa es capaz de identificar, gestionar y poner en valor sus activos intangibles, podrá extraer todo su potencial para ser más competitiva.
Por su especial importancia, queremos incidir en unos de esos activos intangibles, que se conocen como “Derechos de Propiedad Industrial e Intelectual”, expresión poco ilustrativa que engloba, sin embargo, un amplio abanico de oportunidades: patentes, marcas, diseños y derechos de autor, entre otros.
Las empresas que permanecen y crecen en esta difícil carrera por consolidarse y abrir mercados, identifican y protegen sus activos de propiedad industrial e intelectual: invenciones desarrolladas o adquiridas por la empresa, signos distintivos de sus productos o servicios, nuevos diseños para sus productos, manuales operativos, programas de ordenador…, conscientes de que no basta con cumplir con la normativa fiscal o laboral, sino que precisan proteger y defender sus derechos de patentes, marcas o diseños, para garantizarse su disfrute pacífico y, al tiempo, evitar conflictos con terceros, asegurándose que su explotación no infringe los derechos previos de otros titulares. En efecto, si no se actúa con diligencia, los empresarios pueden verse desagradablemente sorprendidos al comprobar que otros les han tomado la delantera y han registrado sus creaciones, adquiriendo un derecho de prioridad e impidiendo que puedan utilizarlos, beneficiándose así, torticeramente, de su esfuerzo y reputación.
A diferencia de lo que se pueda pensar, la propiedad industrial e intelectual no es sólo cosa de grandes empresas que gastan auténticas fortunas en patentar por todo el mundo los resultados de su I+D, o de multinacionales cuyas marcas son reconocidas en cualquier rincón del planeta. Empresarios individuales y PYMEs son, a menudo, creadoras de valiosas innovaciones y realizan importantes esfuerzos para desarrollar nuevos productos, procesos, diseños, marcas, etc. La protección de todos esos derechos de propiedad industrial e intelectual les permite obtener el retorno de su inversión, y prevenir que otros les copien, además de ser una importante fuente de ingresos, vía cesión o licencia a terceros interesados en explotarlos.
Sin embargo, la falta de información suficiente sobre la importancia de la propiedad industrial e intelectual en la actividad empresarial; los costes -en ocasiones elevados-, ligados a la obtención y defensa de estos derechos, y la creencia de que el sistema de propiedad industrial e intelectual sólo está al alcance de unos pocos, por ser complicado y dilatado en el tiempo, hace que algunas empresas con clara capacidad innovadora o exportadora, lleguen tarde a proteger sus activos.
Los profesionales que nos dedicamos al asesoramiento en estas materias, -aún pocos pero con una cualificación muy específica-, tenemos un gran campo por delante y la importante tarea de hacerles ver que, cualquiera que sea la naturaleza de su negocio, siempre hay algún tipo de propiedad industrial o intelectual en el seno de su organización del que pueden extraer valor, haciendo que su protección, gestión y defensa se conviertan en parte fundamental de su estrategia empresarial. Es más, habitualmente, combinando los diferentes instrumentos legales, se pueden conseguir resultados más eficaces: así, cualquier objeto generado en la empresa que incorpore un desarrollo técnico puede ser objeto de una patente o modelo de utilidad, que, además, aparecerá en el mercado dotado de una apariencia nueva y singular, por lo que podrá ser protegido como diseño industrial, portará una marca que lo identifique y, al tiempo, lo diferencie de los artículos que oferta su competencia, o incluirá un software o un manual de instrucciones que pueda registrarse como propiedad intelectual.
En cualquier caso, lo fundamental es comprender y asumir los principios básicos sobre los que descansan las distintas modalidades de propiedad industrial e intelectual, y planificar con tiempo suficiente cada actuación, para obtener el máximo provecho de esos activos intangibles que toda compañía posee. Con mayor motivo, las empresas innovadoras no sólo han de optimizar la ventaja de ser las primeras en aplicar una tecnología o en penetrar en un mercado con una marca de éxito, sino también utilizar la propiedad industrial e intelectual para mantener y agrandar la distancia con sus competidores.
Estas y otras cuestiones se analizarán con más detalle en la Jornada “El futuro profesional de la Propiedad Industrial, Intelectual, Competencia y Nuevas Tecnologías” que organiza la Fundación PONS el próximo 4 de octubre. Más información en Fundación Pons.
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