Los libros electrónicos
La imprenta de Johannes Gutenberg dio un salto tal en la tecnología, que tuvieron que pasar más de quinientos años para que otro invento tomara la posta. La revolución digital trajo bajo el brazo a los libros electrónicos que, muy de a poco, están ganando posiciones en el mercado editorial y en las preferencias de los usuarios.
Definir qué cosa era un libro no requería demasiadas explicaciones adicionales, por lo menos hasta hace unos años. Las cosas están cambiando y, hoy por hoy, la definición de “libro” requiere algunas aclaraciones. ¿Qué entendemos por libro? Hay una parte de esta explicación que ya está zanjada para los editores, y es la referida a la diferencia entre “texto” y “libro”. En líneas generales, el textose refiere al contenido, y el libro al soporte en el cual ese texto está inserto (generalmente un objeto de papel, impreso) y que ha pasado por un proceso de edición.
De textos, estamos rodeados, pero no necesariamente estamos rodeados de libros. Los soportes a los que estábamos acostumbrados se diversificaron, y lo hicieron de manera tan vertiginosa y tan variada que los encargados de hacer libros se encontraron con la obligación de reaprender una parte importante de su profesión, quizás la más importante: transformar textos en libros.
Libros y libros electrónicos
La principal causa de la “crisis” que obliga a repensar la tarea editorial es la llegada de un actor inesperado frente a la tradición de papel y tinta: el libro electrónico. Ahora, definir lo que es la versión electrónica de un libro tiene algunos bemoles. Para empezar, vale advertir que los mismos términos con que son definidos los libros electrónicos y los artefactos lectores suelen generar confusión. A la hora de las definiciones en temas de tecnología e innovaciones, como suele suceder, manda el idioma inglés: un libro electrónico es un eBook, y un dispositivo para leer libros electrónicos (por lo tanto) es un eReader. La confusión general tiende a asignar la denominación eBook a los dispositivos lectores cuando, en realidad, son solo un soporte para los libros electrónicos. Hecha esta primera diferencia, veamos qué se entiende por eBook. Es una versión electrónica o digital de un libro. Entonces, para leer un eBook necesitamos algún dispositivo electrónico. Hoy por hoy, un libro electrónico se puede leer en una multiplicidad de dispositivos, estos son algunos de ellos:
- eReaders (lectores de libros electrónicos).
- Tabletas (computadoras portátiles de pantalla táctil).
- Teléfonos celulares.
- Dispositivos reproductores multimedia (iPod, MP4 etc.).
- Computadoras personales, laptops, netbooks, etc.
En principio, los que nos interesan son los dos primeros. El eReader está pensado específicamente para la lectura y para ello utiliza dos posibles tecnologías de pantalla, la e-ink (ver recuadro: “La tinta electrónica”) y la LCD. ¿Qué las diferencia? La primera es amigable a la vista y permite que la experiencia de lectura se parezca mucho más a la del papel que a la de leer en una pantalla de computadora. Por supuesto, tiene sus ventajas y sus desventajas. Estos dispositivos consumen muy poca energía y, por lo tanto, las baterías son de larga duración, son muy livianos y permiten almacenar una gran cantidad de libros; entre estos contamos el Kindle (de Amazon), el Nook (de Barnes & Noble), el Papyre (de Grammata) y muchos otros genéricos. Entre las contras, cuenta que son monocromos, la calidad de reproducción de imágenes es pobre y son lentos y toscos para la navegación web. Pero, justamente, estas desventajas técnicas son las que hacen de estos dispositivos los nuevos libros electónicos. Pues suplen de manera electrónica las funciones (no todas, por supuesto) del libro en papel, y le agregan algunas. Permiten leer sin producir el cansancio que producen las pantallas LCD, y sus otras funciones son tan limitadas que no producen distracciones. Quien posee un eReader de tinta electrónica no está pensando en navegar, ni en usar juegos, ni en ver videos, está pensando en leer. Solo en leer. Un paso más allá están las tabletas (iPad de Apple, Kindle Fire de Amazon, Nook Tablet de Barnes & Noble, LightPro de Telefónica, entre otras): aquí se diversifica la experiencia ya que, con su pantalla color y táctil, permiten lectura, navegación, acceder a videos, mp3 y un sinfín de chiches tecnológicos.
Pero lo primero que hay que saber para llevar adelante aquel antiguo y noble propósito de leer es, como en todo artilugio tecnológico, en qué formato debe estar el libro para que podamos leerlo. Y aquí comienza la batalla entre los formatos más estándares y los nuevos formatos pensados para eBooks.
Los formatos electrónicos
Los eReaders permiten leer varios formatos de archivo, entre ellos el .ePub, el .pdf, el .mobi, y algunos leen o transforman archivos .doc. El tema es cómo se ven estos textos en un eReader. El archivo .ePub es el que lleva las de ganar en lo que se refiere a texto continuo. Es limitado en términos de diagramación (aunque el nuevo ePub3 mejora mucho), pero permite una lectura fluida y una adaptación del tamaño de tipografía, el uso de tablas de contenido, también permite tomar notas, resaltar párrafos y el uso de diccionarios. Los eReaders de Amazon, por ejemplo, tienen también un formato propio que es similar al .ePub y se llama .mobi. Con los .pdf la cosa cambia. Por ser un formato cuya principal característica es la de transformar cada página en una imagen, los archivos .pdf se ven como un bloque dentro del cual hay que desplazarse para ver el contenido. Por un lado, respeta diagramaciones complejas (con varias columnas, tablas y gráficos, por ejemplo) pero no es tan amigable para recorrerlo visualmente.
De formas y deformes
Todos estos cambios recientes nos traen nuevas preguntas a nivel de usuarios (o lectores), desde las más elementales (¿me compro un eReader?, ¿cuál?) hasta las que involucran cuestiones filosóficas, aquellas que comparan entre las distintas experiencias de lectura y cómo afectan nuestra pasión por los libros, o el nuevo espacio físico y psicológico que se crea por la ausencia de bibliotecas en nuestros hogares. Pero las editoriales están afrontando este cambio de paradigma de una manera distinta. Saben que el mercado de libros electrónicos está creciendo de manera desmesurada y están pasando sus catálogos a versiones electrónicas. Esto trae aparejadas algunas ventajas y algunos problemas. Como ventajas, por ejemplo, está la posibilidad de tener a nuestra disposición títulos que ya no se imprimen, que están fuera de catálogo. Una vez que una editorial generó un eBook, siempre estará disponible. Pero como desventaja tenemos cierta desprolijidad para con el nuevo producto, el trabajo artesanal (que puede existir perfectamente en un eBook) se deja de lado en el apuro por tener todo un catálogo listo, ya: muchos libros se distribuyen sin portada, sin tabla de contenido, sin separación de capítulos. Otros pasan a ser una ristra de texto continuo. ¿Se pueden leer? Sí, es posible leerlos. ¿Queremos leer así los libros? Bueno, ahí están marcados los rumbos, delineados entre emular empáticamente la forma de lectura de un libro tradicional (algunas tabletas o eReaders con pantalla táctil emulan, por ejemplo, el paso de las páginas) o ceñirse a la forma más elemental del paso del texto (y por qué no, del paso del tiempo).
También surgen otros problemas en torno a la falta de materialidad: ¿Cómo se regala un libro? ¿Cómo se puede prestar?, por ejemplo el eReader Nook tiene un sistema llamado LendMe que permite prestar de forma electrónica el libro, aunque estas prácticas todavía nos parecen lejanas y ajenas.
Lo primero que nos enseña la experiencia del libro electrónico es que, a diferencia de leer en papel, que no requiere ningún aprendizaje, esta nueva forma de leer implica recorrer un camino tecnológico que involucra los soportes, los formatos estándares y específicos de cada lector, y las múltiples formas de conversión para adaptar contenidos de un formato a otro. Lograr un sistema aceitado que permita leer cualquier cosa que queramos en un lector electrónico, puede resultar una experiencia decepcionante. La pregunta es, por ahora, ¿cuándo el sistema de lectura en libros electrónicos será tan fácil y práctico como el de libros en papel? ¿Es inevitable la comparación de ambas experiencias de lectura? Por ahora sí. Es un momento coyuntural en el que una nueva tecnología se está entrometiendo con otra milenaria, de fuerte raigambre cultural y, por qué no, sentimental. Lo que es cierto es que ya estamos, aun sin quererlo, en ese camino: muchos de los libros que antes tenían al papel como soporte, actualmente se consiguen solo en versiones electrónicas. Y la computadora no está siempre a mano para leerlas. Estamos por adoptar a una criatura que lleva en su memoria 500 años de historia y de historias. Está bien ir pensando cómo nos vamos a llevar con ella.
LA TINTA ELECTRÓNICA (e-ink)
Las pantallas de tinta electrónica, a diferencia de las de LCD, no emiten luz sino que la reflejan, como el papel. Estas pantallas tienen un grosor de 3 mm aproximadamente y están compuestas por tres capas: una de protección, un polímero y una de microtransmisores. El polímero está compuesto por millones de microcápsulas esféricas que en su interior contienen micropartículas de titanio blancas y negras cargadas eléctricamente que cambian su tonalidad cuando se les aplica una corriente eléctrica. Tiene una resolución limitada para imágenes o videos, pero ideal para tipografías, y puede ser vista desde cualquier ángulo de visión, aún bajo la luz del sol. No necesitan voltaje para mantener la tonalidad por lo que, técnicamente, una vez que se formó la página, el gasto de energía es cero. Esto hace que la duración de la batería de los aparatos que usan esta tecnología se mida en meses.
JOBS TAMBIÉN SE EQUIVOCABA
“…no importa qué tan bueno o malo sea el producto, el hecho es que la gente ya no lee más. El cuarenta por ciento de la gente en Estados Unidos lee un libro o menos por año. El concepto está viciado desde el comienzo, porque la gente no lee más”.
Estas fueron las palabras de Steve Jobs, el mentor de Apple, sobre el lanzamiento de Kindle de Amazon (hoy el lector de libros más vendido del mundo). Paradójicamente, su erróneo vaticinio tampoco se vio corroborado con su biografía que se transformó en bestseller de Amazon en 2011.