martes, 2 de noviembre de 2010

Camilo J. Cela admitió su arrepentimiento por lo ocurrido por el presunto plagio de «La cruz de San Andrés»


GONZALO CRUZ
Camilo J. Cela, en su casa de Guadalajara en el año 1996.
Iria Flavia (Padrón, Pontevedra). Primavera del año 2000. Un «orballo» envuelve a los 500 habitantes de la pequeña localidad gallega. Marina Castaño sale de la Fundación Camilo José Cela. En la enorme casona se quedan solos Cela y Marisa Pascual, la bibliotecaria. El Nobel disfruta a chupitos de un whisky. A medida que bebe se le va alegrando el entendimiento. Charlan de la infancia, de Vigo, de los jesuitas. En un momento dado, Marisa Pascual le pregunta: «¿Qué ocurrió con “La cruz de San Andrés”?». El Nobel le mira a los ojos y dice sin titubear: «Todos cometemos errores en esta vida».
El hijo del Nobel, Camilo José Cela Conde, vino a refrendar en su día las palabras del padre: «Esa novela nunca se debió publicar». Marisa Pascual, diez años después, recuerda al autor de «Viaje a la Alcarria», como «un hombre con mucha vitalidad» que acreditaba «un gran sentido del humor. Me sentía muy arropada por él».
La historia de un error
Todo comenzó cuando Carmen Formoso, autora de la novela «Carmen, Carmela, Carmiña», se detuvo ante el escaparate de la librería Arenas, en La Coruña. Allí vio «La cruz de San Andrés», la obra con la que en 1994 Cela ganó el premio Planeta y los 50 millones de su dotación. Formoso, que había presentado su novela al mismo certamen, entró en la librería, hojeó la solapa y le interesó el tema: era una historia parecida a la suya. Al llegar a su casa comenzó a leerla. «A las pocas páginas empecé a sentirme mal. No podía creerlo. Allí estaba mi vida, mis sentimientos, era como si me hubieran vampirizado». Aún así tardó tiempo en contarlo. «Pensé que se reirían de mí». Su hijo, el abogado Jesús Díaz Formoso, dudó en un principio pero cuando leyó las dos novelas no le cupo ninguna duda. «Es imposible que haya sido producto del azar. Son tantas las coincidencias temáticas, argumentales, de escenarios, de nombres propios y de frases textuales que resulta estadísticamente imposible que sea una coincidencia. Es como si lanzas mil veces una moneda al aire y siempre sale cara. Tan improbable como eso». Y sentencia: «“La cruz de San Andrés” se escribió con la obra de mi madre delante»
A finales de 1998, Jesús Díaz, en representación de Carmen Formoso, presentó en los juzgados de La Coruña una querella criminal en la cual se acusaba a la editorial Planeta y a Camilo José Cela de los delitos de «apropiación indebida» y «contra la propiedad intelectual». El caso fue archivado dos veces y otras tantas abierto: una por la Audiencia Provincial de Barcelona y la definitiva por el Tribunal Constitucional. Tras doce años de litigios, la titular del Juzgado de Instrucción número dos de Barcelona, Eugenia Canal, decretó a mediados de octubre la apertura de juicio oral contra el editor José Manuel Lara Bosch por presunto plagio de la obra «Carmen, Carmela, Carmiña». La juez le acusa de presuntos delitos «contra la propiedad intelectual, apropiación indebida y estafa» y requiere a Lara una fianza de medio millón de euros. No hay posibilidad de recurso. Tras una terca y empecinada lucha, Jesús Díaz ha conseguido sentar en el banquillo al todopoderoso editor. Si llega a estar vivo, Camilo José Cela hubiera corrido la misma suerte. Carmen Formoso tuvo la fortuna de que su hijo fuese abogado. De haber contratado a uno, le hubiera salido por 190.000 euros.
La canallada
«Todo este grotesco cambalache, toda esta canallada la urdieron, presuntamente, la que entonces era directora general de ediciones del Grupo Planeta, Ymelda Navajo; la esposa de Cela, Marina Castaño; la agente literaria Carmen Balcells y Lara», explica Jesús Díaz. «Y el que transformó la novela de mi madre fue presumiblemente Mariano Tudela, uno de sus habituales “negros”». Y añade: «Cela también metió la cuchara, y además muy bien metida, porque tuvo la genialidad de contar, entre líneas, el propio plagio, además de ciscarse en todos los que intervinieron en él». Se refiere a un párrafo de «La cruz de San Andrés» que dice: «En estos rollos del papel higiénico La Condesita se va a narrar la crónica de un derrumbamiento… El gladiador que va a morir saluda a César (a la editorial Planeta se lee entre líneas) con un corte de mangas porque también él juega y juzga y se ríe a carcajadas del César y de quienes van a escupir sobre su cadáver, sería espantoso imaginarnos a la humanidad demasiado sumisa, suenan los clarines porque ya empieza la misa negra de la confusión, el solemne acto académico de la más turbia de las confusiones».
El director de comunicación del Grupo Planeta, Patrici Tixis, dice que en estos momentos la editorial «no quiere hacer ningún tipo de declaraciones». Ymelda Navajo, actual directora del sello «La Esfera de los Libros», se excusó alegando que «está en otro proyecto editorial» y que si le llaman a declarar no tendrá «nada que decir». Hace años, cuando Jesús Díaz se puso en contacto con Planeta, Ymelda Navajo le respondió con una advertencia: «Tenga cuidado porque mi mesa es bastante más grande que su despacho». La agente Carmen Balcells da la callada por respuesta. Tomás Cavanna, ex director gerente de la Fundación Cela, apela a «la lealtad al cargo» para justificar su mutismo. Y Marina Castaño, ante la pregunta por e-mail de cómo es posible que haya tantas coincidencias en ambas novelas, argumenta: «Las frases coincidentes son frases tópicas que se repiten siempre».
En unas semanas —o meses— comenzará uno de los procesos judiciales más mediáticos de los últimos años. Por primera vez la Justicia sienta en el banquillo de los acusados a un premio Nobel. Al haber fallecido Cela, responderá de las acusaciones José Manuel Lara Bosch. ¿Culpable o inocente? El tribunal tiene la última palabra.

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