Decía Einstein que está bien hacer lo más simples posible las cosas pero no más allá de eso. Es por ello que quería matizar una idea que, dicha como la dije, pudo generar malentendidos en la inauguración del Congreso Escuela 2.0. Aludía a que el propósito de la educación debería hacer ciudadanos responsables pero también más felices, que mirar de forma directa y parcial a Finlandia me parecía peligroso porque si bien es cierto que los indicadores son muy positivos en cuanto a integración laboral, los índices de suicidio de la población también son altos.
Lo que dije de Finlandia (que cola está trayendo) es que los informes Pisa deberían valorar muchos más aspectos de los que valoran (lectura, matemáticas, ciencias), porque estos pueden ser muy buenos en cuanto a rendimiento laboral o académico pero no están midiendo otras cosas, como la felicidad. Sé que es un comentario que puede ser malinterpretado fácilmente, así que dejo claro desde ya que en ningún momento he vinculado suicidios a sistema educativo. El tema es mucho más complejo.
Un visionado del par de vídeos que acompañan este post puede arrojar algo más de luz sobre el tema.
El primero, que descubría en Ted Moncloa (¡gracias, Alberto!), es una charla de Alain de Botton en la que desgrana, entre otros, el concepto de responsabilidad:
A lo largo de la historia ha habido una evolución del concepto responsabilidad y el lenguaje lo ejemplifica bien. En el pasado, a alguien que le iba mal se le denominaba “desafortunado”, que viene a significar sin fortuna, sin suerte, que no había sido tocado por lo divino. Actualmente, en inglés, a esa misma persona se la llama “perdedora” (looser). En castellano, por suerte, no utilizamos este adjetivo tan negativo, incluso cruel (aunque quizás en nuestro entorno seguimos creyendo en la fortuna más que en otros países occidentales ) Yendo un poco más allá de la charla, en términos psicológicos podríamos decir que antes predominaba el locus de control externo y ahora el interno. Así, en general, en las sociedades más “evolucionadas”, la responsabilidad es individual, interna. Tanto para lo bueno como para lo malo. La persona, responsable de su destino, puede sentirse en ocasiones “fracasada”.
En otras palabras, sin poner en duda la existencia de otros, este podría ser uno de los factores que incide en el alto nivel de suicidios en Finlandia, donde el sistema educativo forma a ciudadanos sumamente responsables pero, una vez más, no sabemos si lo suficientemente felices.
En esta el sistema finlandés es alabado por su alto nivel, y sin embargo los estudiantes no trabajan de manera extremadamente exigente, tienen muchas opciones, utilizan la tecnología de forma creativa, disfrutan de la integración de las artes, y aprenden en una cultura que hace hincapié en la amplitud de miras y en el “menos es más”.
En esta nueva película aparecen filmados 20 minutos o más en un aula. Las escenas de clase son muy variadas. Se aprecia una gran comodidad, informalidad, las conversaciones son fáciles, los estudiantes están a menudo organizados en círculos o en mesas de trabajo, y los profesores suelen ser llamados por su nombre de pila.
En otra escena el maestro conduce a los alumnos con un estilo socrático, y Wagner señala que el tiempo que el profesor habla le parece mucho menor que en las aulas de EE.UU. En Finlandia el 60% de estudiantes hablan en comparación con el 75% de las intervenciones del profesor en EE.UU.
A menudo vemos a los estudiantes que trabajan con materiales, con las manos, incluso en secundaria. Vemos a los estudiantes en grupo y el profesor aconsejando a los estudiantes de forma individual.
A lo largo de la película, volvemos una y otra vez a la situación privilegiada y altamente cualificada de la profesión docente. En los años 70 y 80, Finlandia tomó la iniciativa de invertir en educación como forma de mejorar el éxito en la sociedad, y lo hizo, en primer lugar, transformando la profesión. El atractivo de la enseñanza aumentó, y los programas de formación de profesores sólo seleccionaron al 10% de todos los candidatos a sus programas, por lo que el país consideró la docencia como una brillante profesión.
Los profesores son muy confiables, y hay poca o ninguna evaluación de los docentes en curso. Los profesores finlandeses invierten sólo 600 horas al año, en promedio, en el aula, en comparación con 1100 en los EE.UU. Mientras que solo el 50% de los docentes en EE.UU. permanecen en el sistema educativo a los 5 años, la mayoría de los profesores finlandeses llegan a la jubilación.
Wagner se detiene en este punto para remarcar que la diferencia consiste en la confianza y se convierte en el principio central en el argumento. Los finlandeses confían en que ellos pueden lograr la excelencia sin necesidad de mano dura y supervisión. Los finlandeses confían en sus escuelas para trabajar, con un curriculum nacional sucinto, y mucha libertad en las escuelas y maestros para hacer el resto.
Otras características más concretas e inmediatas podrían ponerse en marcha en otros sistemas educativos:
· Menos es Más : El currículum básico nacional finlandés se reduce a lo esencial, y toda la cultura de la educación da prioridad a pensar y aplicar la solución de problemas. Esto también se aplica a los deberes para hacer en casa, que como máximo los estudiantes dedican 4,5 horas a la semana.
· Programación. Las clases son más largas, y hay menos en un día, permitiendo a los estudiantes más tiempo para los proyectos y realizar estudios más a fondo .
· Aprender primero, sobre todo, casi exclusivamente. Deportes y actividades extracurriculares tienen menor prioridad. Este es un punto crítico (recordemos la necesidad de potenciar múltiples inteligencias) y el director no está nada de acuerdo en la minusvaloración de este tipo de actividades.
· La tecnología en las escuelas no se usa tanto para mejorar las presentaciones de los maestros, como sucede en EE.UU., sino que para Wagner se utiliza mucho mejor, está ahí para que los estudiantes la utilicen para aprender. Investigan y colaboran en línea y muchas aulas disponen de una amplia gama de herramientas tecnológicas, no sólo de ordenadores. Los estudiantes usan Wikipedia y Facebook para investigar temas de actualidad y hay una cultura de confianza en el uso de la tecnología.
· Hay una integración de las artes a través de la educación.
· Permiten a los estudiantes mayores posibilidades de elección en todos los aspectos del aprendizaje, incluso en el itinerario académico general, los cursos que estudian y los proyectos que preparan.
· Proyectos, individuales y colectivos, son esenciales. A lo largo de la película podemos ver un caso en que los estudiantes tenían un proyecto de cinco semanas que requería la dedicación de la mayor parte del tiempo de clase.
· Los estudiantes en Finlandia asumen un alto grado de responsabilidad personal en el aula, y rinden cuentas de sus resultados, lo que permite que los profesores tengan más tiempo para la relación uno a uno.
· En los exámenes, evalúan la aplicación del pensamiento a las nuevas situaciones , no el recuerdo.
· La profesionalización de la profesión implica respetar los profesores como trabajadores del conocimiento, creando oportunidades y la obligación de ser innovadores en la enseñanza cada día, dice Wagner.
Al final, Wagner se pregunta si hay algo que los finlandeses tienen que aprender de los norteamericanos, y responde a la pregunta con dos sugerencias:
- Portafolios digital, mediante el cual los estudiantes pueden publicar sus trabajos, el seguimiento de su progreso, y hacer que su aprendizaje sea más transparente.
- Grabar las lecciones del docente en vídeo para que los profesores puedan reflexionar sobre su eficacia, obtener retroalimentación constructiva de sus pares, y hacer que su práctica profesional sea más transparente.
En fin… disfrutad de la película (si la conseguís), de la charla seguro y pasad buen fin de semana.