En el mundo de la tecnología es muy común hablar de startups, proyectos, innovación, etc. parece una forma de hablar o una moda. Al mismo tiempo una complicada crisis económica afecta a Estados Unidos, Europa y algunos de sus aliados como Israel o Japón. No son pocos los que opinan que innovación y nuevas propuestas son los únicos caminos hacia la salida de la crisis, sin embargo, son pocos los casos en los que se ha entendido que los nuevos panoramas que se están planteando para los próximos años, exigen nuevas formas y costumbres de las administraciones y las empresas.
Probablemente Estados Unidos y Japón sean los países en los que la cultura de la innovación ha calado más profundamente y en ambos casos al menos hay sectores que viven por y para la innovación. La mayoría de países europeos, por otro lado, están atrapados en un impasse en el que casi nadie se atreve a dar un paso, o por lo menos a seguir a los poquísimos que lo intentan.
La realidad, al menos en España, es que muchos de los emprendedores o equipos que tienen una idea para desarrollar acaban intentando establecerse en San Francisco. Lo cual tiene sentido, porque fuera del entorno de Silicon Valley encontrar inversores que se atrevan con proyectos arriesgados es muy difícil. Los inversores de lo seguro lo tienen muy difícil para encontrar un producto o servicio que revolucione -o invente- algún mercado.
Las empresas por su parte, utilizan la palabra innovación dentro de sus valores y dicen apostar por ella, sin embargo, son pocas las que realmente invierten en ella y se involucran en procesos que transformen su funcionamiento.
Solo la emprendeduría y la innovación tienen el potencial necesario para salir de la crisis, pero solo serán efectivas si las empresas, las administraciones y los inversores se arriesgan por ellas.
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