El objetivo: preservar una mejor calidad de vida. Y a tenor de los resultados de una nueva investigación parece que este fin se 'cumple'.
"Esta alternativa al tratamiento inicial, para los tumores de bajo riesgo, clínicamente localizados, tiene el potencial de mitigar los efectos del sobretratamiento", aclara Julia Hayes, del Instituto del Cáncer Dana Farber (Boston, EE.UU.), y autora principal del nuevo ensayo, publicado en el último 'Journal of American Medical Associatiom' (JAMA).
De la misma opinión se muestra Emilio Alba, presidente de la Sociedad Española de Oncología (SEOM), que reconoce que la nueva investigación arroja un poco de luz a un tema muy controvertido.
"Existe la fundada sospecha de que se está realizando un sobrediagnóstico y, en consecuencia, un sobretratamiento de los tumores de próstata. Cada vez más voces defienden que buena parte de los casos no deberían tratarse. Esta investigación añade un granito más a la polémica. Se deberían hacer ensayos a gran escala", apostilla el experto.
El estudio ha comparado la calidad de vida y los riegos y beneficios de los pacientes con tumores prostáticos de bajo riesgo sometidos a distintas terapias iniciales y aquéllos 'encomendados' a una estrecha vigilancia. En 2009, 192.000 varones estadounidenses recibieron el diagnóstico de cáncer de próstata, la mayoría de ellos, localizados y de bajo riesgo.
Para poder llevar a cabo la investigación, los científicos han empleado una serie de modelos simulativos aplicados a varones de 65 años en los que se comparó el tratamiento con braquiterapia (se desarrolla en el quirófano y consiste en la colocación de unas semillas radioactivas en la próstata), la radioterapia de intensidad modulada (IMRT, sus siglas en inglés), la prostatectomía radical (cirugía) o la vigilancia activa [exámenes físicos regulares y rectales, mediciones del antígeno específico de la próstata (PSA) y biopsias].
"Los pacientes entran a formar parte del modelo cuando tiene 65 años y salen del mismo al morir, bien a causa del cáncer o por otras causas", aclaran los científicos en el estudio.
Los datos revelan: "Los hombres de 65 años en el momento del diagnóstico que se someten a una vigilancia activa gozan de una calidad de vida adicional de seis meses en comparación con los que siguen el tratamiento con braquiterapia, el más efectivo cuando se lleva a cabo al inicio y en tumores localizados... El análisis demuestra que seguir estrechamente a los enfermos de bajo riesgo es un enfoque razonable", comentan los investigadores.
Pese a ello, en EE.UU., este tipo de abordaje es infrecuente. "Aunque entre el 16% y el 40% de los afectados cumple los criterios para seguir la vigilancia estrecha, sólo un 10% acaba escogiendo este enfoque, en favor de las terapias más intervencionistas", agregan.
CONSECUENCIAS DE CADA TERAPIA
En cuanto a los riesgos de cada tratamiento, el ensayo apunta a que las "complicaciones de la prostatectomía radical ocurren a los 30 días de la intervención e incluyen mortalidad posoperatoria y otras consecuencias, graves y leves. Los efectos adversos son la disfunción eréctil y la incontinencia urinaria de corta duración ( 90 días) o de larga (un año tras la intervención y se mantienen estables al año)".
En cuanto a la radioterapia, "los efectos iniciales se resuelven en los 90 días posteriores al tratamiento y los de larga duración se producen en los dos años posteriores... Los síntomas iniciales incluyen síntomas urinarios (irritación e incontinencia) y trastornos intestinales. Con el tiempo, se produce impotencia . Los hombres que recibieron braquiterapia también tenían riesgo de padecer retención urinaria aguda. El riesgo de recidiva emerge a los 10 años y persiste a lo largo de la vida...".
Por el contrario, los que "siguen en vigilancia activa desarrollan disfunción eréctil y síntomas obstructivos urinarios en la misma proporción que los hombres de su edad de la población general sin cáncer de próstata. Si se tratan posteriormente, tienen las mismas posibilidades de padecer los efectos adversos que afectan a los varones tratados inicialmente".
Para los profesionales del Dana Farber, algunos de los obstáculos a los que se enfrenta 'la terapia de seguimiento' son: "La preocupación por la evolución de la enfermedad a largo plazo, la percepción de que finalmente la mayoría de los afectados será objeto de tratamiento o la calidad de vida de los varones que eligen la vigilancia".
Recuerdan que "existen pocos trabajos sobre el bienestar de los enfermos que se vigilan, pero a pesar de ello no parece que estos varones tengan niveles más elevados de ansiedad que los que prefieren someterse inicialmente a tratamiento".
El doctor Alba reconoce que en nuestro país "se realiza poca vigilancia activa porque la palabra cáncer sigue siendo un tabú. Por este motivo es complicado que los enfermos decidan esperar. Un caso similar sucede con el carcinoma 'in situ' de mama, que es un factor de riesgo de cáncer como el colesterol lo es de la patología cardiaca y que hay expertos que piensan que es mejor esperar a tratar. El problema es que esta decisión la acepte la paciente". Tal vez por este motivo los expertos estadounidenses recuerdan que "las preferencias de los enfermos son el eje principal antes de tomar una decisión "sobre si tratar o no".
Autor: Patricia Matey |
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