Las universidades españolas salen poco favorecidas en estos ejercicios clasificatorios. A pesar de lo indeterminado de la cuestión, unos la emplean para una descalificación global de nuestra universidad pública, señalando, que contrasta con nuestras escuelas de negocios, situadas entre las más destacadas, como si se estuvieran valorando magnitudes comparables. Por otro lado, el Gobierno propone, en su Estrategia Universidad 2015, situar a las mejores universidades españolas entre las primeras 100 de Europa, sin explicar cuántas serían y por qué no entre las primeras 50.
Jon Juaristi, extraordinario erudito y destacado profesor, se ha referido en ABC a esta cuestión de otra forma, con propuestas concretas, en especial la de mejorar la docencia, cuya calidad se resiente incluso en las destacadas universidades americanas que lideran cada ranking. De acuerdo, la calidad de la formación que imparte debe suponer una referencia acerca del nivel que corresponde a cada universidad. Pero, el que España disponga de una red de universidades sólidamente asentadas en la investigación sigue suponiendo un objetivo prioritario. Clasificaciones aparte, bueno será el recordarlo, cuando con demasiada frecuencia se margina a la Universidad de grandes iniciativas -como los centros de investigación sanitaria-. Y, sobre todo, cuando los recortes en los presupuestos nacionales de I+D, y en la gestión de las convocatorias, comprometen aun más ese futuro investigador de muchas de nuestras universidades.
Autor: César Nombela |
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