Así lo han anunciado el jefe de Servicio de Medicina Maternofetal del Clínic y jefe del grupo de investigación de Medicina Fetal y Perinital del Idibaps, Eduard Gratacós, y el director de Ciencia, Investigación y Medio Ambiente de la Obra Social La Caixa, Enric Banda, que ha financiado el proyecto de investigación con 1,2 millones de euros.
El avance es especialmente significativo puesto que constata que se pueden demostrar problemas cerebrales, que permiten aplicar estrategias preventivas para evitar problemas de desarrollo futuros, en la senda de la medicina preventiva y personalizada, ha señalado Gratacós.
Los biomarcadores que inducen el daño cerebral se consiguen mediante una resonancia magnética a los bebés de un año con el objetivo de estudiar el «cableado cerebral de los niños» -sustancia blanca neuronal del cerebro- y, posteriormente, realizar un análisis complejo y detallado a cargo de biólogos e ingenieros quienes identifican la existencia de alteraciones, ha reseñado el pediatra. Mediante la aplicación de la teoría de redes complejas, los expertos analizan qué áreas del cerebro presentan anomalías y son capaces de predecir en un 94% de los casos qué niños tendrán un test anormal en dos años.
APLICACIÓN CLÍNICA
Esta prueba, que podría ser una realidad clínica en cuatro o cinco años, se dirige solo a bebés prematuros extremos -el 10% de los nacidos son prematuros y un 1% son extremos- y a bebés con problemas de crecimiento en el seno materno -lo que sucede en el 7% de los casos-. Dos terceras partes de los defectos cerebrales se producen en el seno materno, ha explicado Gratacós, quien ha explicitado que este análisis es pionero en el mundo en su aplicación a niños, por la especial dificultad que supone el hecho de que los bebés tienen una cantidad menor de sustancia blanca y de grasa.
A la espera de lograr fármacos para tratar este daño, lo que se estima que puede suceder en 20 años, actualmente son posibles terapias de estimulación precoz dirigida para corregir este problema en los dos primeros años de vida, que es cuando se sucede la principal formación del cerebro. Es posible y adecuado actuar en ese preciso momento, ha garantizado Gratacós, convencido de que el avance, presentado en congresos mundiales, podría ser una realidad en la práctica clínica en cinco años, tras el análisis de 1.000 niños de cerca de un año.
El equipo de Gratacós demostró anteriormente que este grupo de niños con daño cerebral podían sufrir problemas de desarrollo en el futuro, y ahora se ha felicitado de la consecución de biomarcadores para identificar personalmente qué niños adolecen de estos problemas, para precisamente aportar una solución y prevenir las consecuencias futuras, entre las que se cuentan fracaso escolar en la modalidad leve del daño. El citado problema es «invisible» en los primeros años de vida, y cuando se pone en evidencia -generalmente a los 6-7 años- tiene una difícil solución.
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