martes, 18 de enero de 2011

Antibióticos: medicinas que dejan huella

Antibióticos: medicinas que dejan huella

Al tomar un medicamento esperamos que nos cure y cuando así ocurre lo lógico es que ya no lo necesitemos, por eso una de las propiedades que se precisan para usar una sustancia como medicina es que, además de curar, sea fácil de eliminar por la orina. También pasa así con los antibióticos, por lo que nos sorprendería que sus efectos pudieran notarse meses o años después de dejarlos de tomar. Sin embargo hay datos recientes que dicen lo contrario, que tras un corto tratamiento con un antibiótico los efectos sobre la flora intestinal persisten incluso años. Se producen así desequilibrios que a veces son perniciosos, pero también está ya disponible una de las formas que pueden ayudar en el futuro a corregirlos, se trata de los transplantes fecales, que se están utilizando como terapia para vencer algunas infecciones intestinales recalcitrantes.
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Representación de lo que ocurre en el intestino grueso al administrar un antibiótico. Al iniciar el tratamiento (primera flecha roja) aumenta el número de bacterias resistentes al mismo (bastones violeta) mientras el resto de las bacterias disminuye. Las bacterias resistentes pueden venir de un pequeño número ya preexistente y aumentar porque las competidoras no resistentes se mueren, y también porque los genes de resistencia se pueden transferir (flecha blanca) desde las resistentes a las que no lo son. La diversidad de la flora disminuye. ALgunas bacterias sensibles pueden quedar protegidas por la mucosa (franja amarilla). Al final, pasados a veces varios años, el equilibrio se restablece. Fuente: ver referencia 1.
Al acabar un tratamiento con antibióticos y superar una infección no es que el cuerpo retenga los antibióticos, sino que el tratamiento elimina tanto a los microbios patógenos como a otros que no lo son y a la vez favorece la persistencia de las bacterias que son resistentes. El intestino del adulto alberga casi un millar de especies de bacterias diferentes, que en su conjunto alcanzan una masa de aproximadamente un kilo. A esa diversidad y abundancia llegamos paulatinamente desde el momento en que nacemos, en el que ningún microbio habita el intestino. Todas ellas viven en armonía entre sí y con nuestro cuerpo, una situación que es un elemento esencial para la salud. Cualquier antibiótico, incluso los más eficaces e inocuos para nosotros, como pueden ser la penicilina y sus análogos perturban la composición de la flora intestinal. A finales de 2010 se publicó una revisión sobre los datos disponibles. En resumen resulta sorprende, porque hay muchos antibióticos que ejercen efectos sobre la composición de la flora de los pacientes que son todavía perceptibles más de dos años después de acabar su administración.
Una de las observaciones relatadas se obtuvo analizando la abundancia de Bacteroides, un género de bacterias que contribuye a mantener el equilibrio entre los habitantes del intestino y cuyo número disminuye tras la administración de antibióticos como la clindamicina. Cuando losBacteroides disminuyen otras bacterias como Clostridium difficile pueden proliferar demasiado y provocar diarreas nada fáciles de curar, un efecto que se ha observado en los pacientes tratados con ese antibiótico.
Por otra parte también apareció a fines de año un comentario sobre un posible tratamiento para ayudar a eliminar las infecciones por Clostridium difficile. Se trata del transplante fecal, que dicho así suena un tanto asqueroso. Consiste en suministrar un conjunto de bacterias obtenidas de las deposiciones de personas sanas para que colonicen el intestino de un enfermo. La lógica del procedimiento se basa en que así se proporciona al enfermo una población de diversas bacterias que deben estar en las mismas proporciones relativas que las del intestino sano.Clostridium difficile es una bacteria que, además de producir toxinas que alteran el intestino, produce esporas que son muy perdurables por lo que su infección resulta difícil de eliminar. El transplante fecal consigue al parecer acabar con ella en el 90% de los casos.
REFERENCIAS:
1.- C. Jernberg, S. Löfmark, C. Edlund, and Janet K. Jansson. 2010. Long-term impacts of antibiotic exposure on the human intestinal microbiota. Microbiology , 156: 3216–3223.
2.- C. Luiggi. Same poop, different gut. The Scientist,  published 3 November 2010.

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