Los últimos datos de la NASA hablan de 15.500 objetos catalogados como basura espacial orbitando alrededor de la Tierra. Casi 700 más que al final del mismo semestre de 2009. Lo importante no es saber quién asume la paternidad de cada escombro, sino el peligro que representan para los satélites y para la vida en la tierra si llegan a caer. Una preocupación que ocupa tanto al gobierno americano, que tiene varios radares ocupados en tener bajo control los residuos de más de cinco centímetros, como a la Agencia Espacial Europea (ESA), que busca independizarse de los datos prestados por terceros.
Para ello, la autoridad europea lanzó el programa «Conocimiento del Medio Espacial» (SSA en sus siglas en inglés), un ambicioso proyecto para el conocimiento del clima en el espacio y para el censo de los escombros, fundamental interesado en aumentar la seguridad de las infraestructuras europeas. Su base de operaciones se encuentra en el centro de la agencia espacial en Villanueva de la Cañada.
«Principalmente, Europa continúa basándose en fuentes de información no europeas para obtener datos sobre el clima espacial y la basura espacial. Esta situación pone a las infraestructuras europeas en una situación de alto riesgo. Resulta evidente que se necesita con urgencia el programa SSA», comenta Gaele Winters, actual director de Gestión de Recursos y Asuntos Industriales.
EL RADAR VIGÍA
Dentro de la fase preparatoria, la empresa española Indra está desarrollando un radar prototipo capaz de detectar objetos en órbitas bajas. «Es como los radares de los aeropuertos, pero éste apunta al cielo», explica Francisco Alonso, miembro de Indra Espacio y responsable comercial del proyecto. El ambicioso objetivo de este conocimiento del espacio es crear una base de datos de los residuos que representan un peligro potencial para el lanzamiento y mantenimiento en el espacio de nuevos y viejos satélites. Conocer la trayectoria de cada uno de los objetos del espacio inmediato a la tierra ayudará a prevenir los aparatosos accidentes que provocaría la colisión con algo que se desplaza a enorme velocidad. En la órbita LEO, la más baja, los objetos circulan a ¡27.000 kilómetros por hora!
Por otro lado, permitirá predecir y vigilar la caída de meteoritos alejados de las órbitas más bajas, y ayudará a estudiar el clima del espacio y las consecuencias que las tormentas solares puedan provocar en el funcionamiento y el movimiento orbital de los satélites. «La mayor parte de los objetos se desintegra al contacto con la atmósfera. Otros caen de manera no controlada. Este radar servirá para vigilar y alertar, incluso de dónde va a caer uno de estos residuos», añade Alonso.
El espectro a vigilar varía de las órbitas más bajas, LEO, situadas entre los 200 a los 2.000 km; MEO de 18.000 km a 24.000 km; GEO de 30.000 km a 45.000 km de altura, y NEO, a más de 45.000 km en el caso de un meteorito en aproximación. El desarrollo de este primer radar piloto, cuya finalización está prevista para 2011, coincide con la fase preparatoria del proyecto. Una vez que los Estados participantes den su consentimiento a la ESA se entrará en la fase operativa, en la que está previsto construir el radar definitivo. Vigilar sólo para evitar accidentes aunque, de momento, la cada vez más problemática basura espacial seguirá orbitando alrededor del planeta.
Autor: Eva M. Rull |
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