lunes, 27 de diciembre de 2010

Sí, tu también eres extraterrestre


Sí, tu también eres extraterrestre

Zacharia Sitchin
Era cuestión de tiempo que la verdad saliera a la luz. “Científistas” de todos los continentes, adictos a ese nuevo dogma llamado evolución querían hacernos creer que Darwin tenía razón, y que la evolución es un proceso gradual basado en el azar, donde la mutación beneficiosa logra transmitirse a un mayor número de descendientes.
Los que sabíamos que existía un peldaño demasiado grande entre los Australopitecus y el Homo sapiens ya sospechábamos que la evolución no podría haber acelerado su curso tan rápidamente entre los recolectores cazadores que abandonaron África apenas hace 800.000 años, que dieron lugar a los Neanderthales, y los hábiles e inteligentes cazadores Cromagnon que llegaron a Europa hace solo 70.000 años.
¿Qué fue lo que pasó entre medias? ¿Por qué jamás aperece el tan buscado eslabón perdido? La respuesta, por fin, nos la da un valiente investigador al que las corrientes en boga de los círculos academicistas no impresionan en absoluto. Se trata de Zecharia Sichin, y leyendo sobre su trabajo sobre naves espaciales y geroglíficos egicpios, mutaciones genéticas y alienígenas amotinados en las minas de oro, la historia reciente de nuestra especie adquiere un sentido definitivo.

Puede sonar a ciencia ficción, pero Sitchin está completamente seguro de que eso fue exactamente lo que pasó en Mesopotamia hace cientos de miles de años. Ahora que nosotros también hemos logrado alcanzar los secretos de la ingeniería genética, la explicación parece tan sencilla que llega a dar miedo.
“Nosotros, los humanos modernos, somos el producto de un proyecto de ingeniería genética desarrollado por los extraterrestres”, dice Sichin.
Y no, no es un iluminado como muchos pensáis. Aparentemente cuerdo, esta mente brillante que bordea los 90 años, neoyorquino de adopción y educado en la Universidad de Londres, ha pasado toda su vida argumentando que los humanos surgieron gracias a una pequeña intervención genética realizada por antiguos astronautas llegados a la Tierra en busca de trabajadores que reclutar para las minas de oro.
Empleando la lógica incontestable, este bravo escéptico llegó a la conclusión de que la evolución y el creacionismo se daban de bruces. Si estamos aquí, es simplemente porque los extraterrestres tuvieron que “adaptar” a los monos que habitaban la Tierra para convertirlos en dóciles mineros que recolectaran para ellos el precioso metal, sin el cual no podrían regresar de vuelta a Nibiru.
Este último es el planeta gemelo de la Tierra que los torpes astrónomos aún no han logrado detectar, y desde el que llegaron los viajeros del cielo.
Acostumbrado a que le llamen loco (lo han hecho científicos, historiadores y arqueólogos que tachan sus teorías de pseudocientíficas) este experto en traducción de textos antiguos y entendido en física, cuenta en realidad con un numeroso grupo de seguidores.
Lleva publicados 13 libros, con títulos tan atrayentes como “El Génesis revisitado” o “Crónicas de la Tierra”, que han logrado vender millones de copias y han sido traducidos a 25 idiomas (próximamente en albanés). Obviamente, su éxito le ha permitido llevar una apacible vida en Florida, el paraíso del jubilado estadounidense.
Su primer libro, publicado hace 30 años y titulado “El duodécimo planeta” lleva 45 ediciones impresas. En él sentó las bases de su teorías, basadas en la lectura de tabletas de barro cocido de la era pre-babilónica encontradas en la antigua Mesopotamia y en la afamada civilización de Sumeria.
Nacido en Rusia y criado en Israel, Sitchin estudió economía en Londres y trabajó como periodista en Israel antes de mudarse a Nueva York en 1952, donde en sus ratos libres comenzó a hacer giras arqueológicas a antiguos emplazamientos y a predicar su particular evangelio.
Interesado desde la infancia en lenguas muertas, estudió hebreo, la lengua de Akkad y sumerio (los idiomas de los antiguos habitantes de Mesopotamia). Especialmente centró su atención en los primeros escritos pre-cuneiformes de los albores de la civilización sumeria, los ejemplos de escritura más antiguos que se conocen (mucho más antiguos que la Biblia) y que hablan de la creación del cosmos.
La mayoría consideran estos textos alegorías, pero Sitchin cree literalmente en ellos. En estos textos se cuenta la historia de Nibiru, cuya larga y elíptica órbita lo acerca a la Tierra únicamente una vez cada 3.600 años.
Los habitantes de este mundo son avanzados tecnológicamente y similares a humanoides. Hace 450.000 años detectaron reservas de oro en el sudeste de África y comenzaron la colonización de la Tierra aterrizando en lo que hoy es el Golfo Pérsico.
Nuestros altos padres del cielo eran pocos en número, así que se vieron forzados a “mezclarse con los primates bajitos de la Tierra” (los Homo erectus) creando así una especie bípeda que pudieron reclutar para recolectar el oro que les era tan precioso. A cambio de nuestras beneficiosas labores, nos transmitieron los secretos de la agricultura.
Desafortunadamente todos los restos de sus impresionantes ciudades desaparecieron en una gran inundación hace 30.000 años (este es el verdadero origen del mito del diluvio universal). Como prueba de su teoría, Sitchin muestra una foto en la que aparece un gran hombre entregando un arado a un hombre más pequeño.
Una lástima que estos hermanos celestes regresaran a su planeta local en el año 550 antes de Cristo. Vale, yo tampoco podía creerlo, pero toda la verdad me ha sido revelada gracias a lo que parece una filtración en el New York Times. Ahora confío ciegamente en la palabra del venerable anciano quasi-nonagenario, y he comenzado a descubrir mi lado Nibiruano.
Todos somos extraterrestres queridos lectores. ¡Celebremos la epifanía!

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