Esta hipótesis no es nueva. Anteriores trabajos realizados en Europa apuntaban una mayor actividad de la enfermedad entre los meses de marzo a junio. Sin embargo, "muy pocos utilizaban las imágenes por resonancia magnética" como metodología para confirmar la relación entre las estaciones y la esclerosis múltiple. Este procedimiento es fundamental para elaborar imágenes claras y detalladas de los tejidos cerebrales y, por lo tanto, para confirmar la presencia de lesiones.
Los investigadores del Brigham and Women's Hospital (Boston, EE.UU.) analizaron a 44 afectados por esta patología, cuyas edades oscilaban entre los 25 y los 52 años. Durante dos años (de 1991 a 1993) examinaron sus resonancias magnéticas, de tal forma que cada paciente se sometía a ocho exploraciones semanales y ocho análisis cada dos semanas, además de seis controles mensuales.
Después de un año, Dominik Meier, principal autor del estudio, observó 310 lesiones nuevas en 31 personas, especialmente en primavera y verano. Las 13 restantes no experimentaron cambio alguno. Al recapitular información climatológica de los distintos periodos, la radiación solar y las precipitaciones en Boston, el equipo de Meier confirmó que "la aparición de estos daños cerebrales era de dos a tres veces mayor entre marzo y agosto, en comparación con otros meses del año".
Como resalta Meier, "no sólo había más lesiones durante la primavera y el verano, sino que las temperaturas más cálidas y la radiación solar se asociaron a una mayor actividad de la enfermedad".
Según apunta José Carlos Álvarez Cermeño, neurólogo de la Unidad de esclerosis múltiple del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, el aumento de lesiones cerebrales coincide "justo después de épocas del año en las que hubo menos radiación solar" (hay que tener en cuenta su carácter acumulativo). Y añade: "Cada vez parece más claro que los niveles de vitamina D altos (que aumentan con la toma del sol) pueden tener un efecto protector". Sin embargo, "los autores no llegan a relacionar de forma directa ambos datos", ya que no miden estos niveles de vitamina D.
En un editorial que acompaña a este estudio, Anne Cross subraya la importancia de este estudio por haberse realizado "antes de que los medicamentos para esta enfermedad fueran aprobados, por lo que no pueden influir en los resultados [...] Ahora sería interesante saber cómo y por qué los factores ambientales pueden ser determinantes en el desarrollo de la esclerosis múltiple".
Como dicen los autores del estudio, sus datos son importantes a la hora de evaluar los resultados de los ensayos de nuevos tratamientos, dado que habitualmente no se tiene en cuenta la época del año en que se realizan. Por otro lado, agrega el doctor Álvarez Cermeño, "nos ayuda a profundizar en el papel de los agentes externos en la actividad de la enfermedad".
Autor: Laura Tardón |
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