jueves, 25 de noviembre de 2010

Buena o mala suerte, ¿quién sabe?

A pesar de ser un campesino muy pobre, tenía un
  caballo extraordinario, tan fino que el señor
  del castillo quería comprárselo, pero el viejo
  labriego se rehusaba a vendérselo.

  -Para mí, este caballo no es solamente un animal,
  es un amigo. ¿Cómo puedo vender yo a un amigo?

  Una mañana el labrador entró al establo y no
  encontró a su caballo. Al enterarse, los
  vecinos le dijeron:

  - Te lo advertimos. Debiste haber vendido el
  caballo, te negaste y ahora te lo robaron.
  !Qué mala suerte tienes!

  El viejo hombre les respondía:

  - ¿Mala, o más bien buena suerte?

  Todos se burlaban de él.

  Dos semanas después, el caballo regresó
  seguido de una manada de potros salvajes.

  Su corcel había escapado detrás de una hermosa
  yegua y retornaba ahora con la manada entera
  siguiéndolos.

- ¡Qué suerte! -exclamaron los vecinos.

  El viejo hombre inició entonces con su hijo
  la tarea de domar los caballos. Una semana más
  tarde, el muchacho se rompió una pierna entrenando
  a los potros.

  - ¡Qué infortunio! ¿Quién lo va a relevar, si no
  tiene cómo contratar a un reemplazo? -comentaron
  los vecinos.

  El anciano les contestó:

  - ¿Mala, o buena suerte?

  Pasaron unas semanas, cuando de repente el ejército
  real llegó al pueblo y enlistó a los jóvenes en sus
  filas. 
  Todos fueron enrolados excepto el hijo del viejo,
  quien no les interesó, porque tenía una pierna
  fracturada.

  - ¡Qué suerte tienes! -le dijeron los vecinos
  llorando-. A nuestros hijos se los llevaron a la
  guerra y probablemente morirán, mientras tu hijo
  permanecerá contigo.

  Conmovido, el viejo hombre replicó:

- Buena o mala suerte, ¿quién sabe? 

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