Pintor
Alex Katz: «Yo inventé el arte pop y otros me quitaron la comida»
Estaba allí cuando cada esquina de Nueva York tenía una galería de arte y detrás de cada ventana de Manhattan había un aspirante a artista. Algunos han dudado de su adscripción al arte pop. Katz reclama hoy su paternidad
Hace menos de un mes que Alex Katz terminó de pintar uno de sus últimos cuadros. «Vino hacia aquí con los colores húmedos», dice el artista de 83 años mientras retira el material transparente que lo cubre. Ya está colgada en las nuevas instalaciones de la galería Javier López, que se abren a las afueras de Madrid el sábado con una muestra que incluye algunas de sus mejores piezas a la venta.
-¿Hay rastro de algún artista español en su obra?
-Absolutamente. Me interesaron Velázquez y Goya. Después, como estudiante de arte moderno, Pica-sso fue fundamental en mi aprendizaje; para mí era un genio.
-No parece que tengan mucho en común.
-Mis intentos fueron muy pobres (se ríe). Pero me interesaron cuando empezaba a hacer composiciones con fondo plano. Y lo que me ocurrió con Picasso es que estudié su obra mucho tiempo y empezó a parecerme parte del sistema. Le admiraba, pero me di cuenta de que tenía que salir de ahí y liberarme, tomar aire, y pertenecer a mi tiempo, no al suyo. Tenía que dejar su valía como parte de mi subconsciente y que sus formas esquemáticas estuviesen presentes aunque de una forma no opresora.
-Parece que lo consiguió.
-Como no podía competir con sus genialidades me dediqué a competir con sus debilidades. Picasso no pintó grandes formatos ni paisajes, y yo encontré ahí mi camino para liberarme. También con los temas: dediqué muchos años para pintar sólo las formas de la calle, no era tiempo de hacer bodegones, y tampoco podía superar los suyos. Además, había muchos intentando hacer lo mismo que él.
-Se separó del cubismo por el formato, pero ¿nunca le tentó la abstracción?
-La abstracción es el drama de mi pintura. Aprendí bajo el ala paternalista de los abstractos, pero en realidad lo que quería era descolgarlos del muro.
-¿Se considera un artista pop o le molesta la denominación?
-Yo inventé el arte pop y luego otros me quitaron la comida. A finales de los años 50 empecé a pintar fondos planos cuando nadie lo hacía porque quería hacerlo de acuerdo con mi tiempo, y me inspiraba en el cine, las revistas, la televisión. Quería liberarme, hacer algo vivo y para eso debía mirar fuera del arte. Por entonces, no había ningún movimiento pop, éramos muy pocos los que pintábamos así, y entré en contacto con Robert Rauschenberg y Jasper Jones.
Quedábamos para cenar y para hablar de pintura porque hacíamos casi las mismas cosas, pero sin preguntarnos, y no había ningún movimiento. Ya entonces ellos pintaban con pincelada blanda, desvaída, y yo marcaba los contornos sobre el fondo plano. Así que, ¿molestarme? Ya soy un hombre mayor...
-¿Cree que el arte debe hacer crítica social?
-En absoluto. De ninguna manera. Mis padres sólo hablaban de política mientras yo hacía mis deberes y lo odiaba. Y nunca consiguieron nada, sólo hablaban. La pintura era para mí un medio para huir.
-¿Sus retratos tienen intenciones psicológicas?
-Bueno, están ahí, pero no me interesan. Mi pintura es para el tiempo presente, para eso pinto, para el momento. Hay quien lo hace para el mañana y yo para el hoy, como si fuera la música. La pintura es muy técnica, muy remota y mi preocupación es conectarla con el presente. Quiero que suene a jazz. La eternidad sólo existe en el presente.
-Eso es muy poético.
-Me interesa la poesía. Me gustaba la música en los 50 y la poesía en los 60. Stan Getz, Lester Young, Charlie Parker, Miles Davies, John Ashbery, Kenneth Koch, Frank O’Hara (sigue citando nombres despacio y apuntándolos en el cuaderno del entrevistador).
-¿Hay rastro de algún artista español en su obra?
-Absolutamente. Me interesaron Velázquez y Goya. Después, como estudiante de arte moderno, Pica-sso fue fundamental en mi aprendizaje; para mí era un genio.
-No parece que tengan mucho en común.
-Mis intentos fueron muy pobres (se ríe). Pero me interesaron cuando empezaba a hacer composiciones con fondo plano. Y lo que me ocurrió con Picasso es que estudié su obra mucho tiempo y empezó a parecerme parte del sistema. Le admiraba, pero me di cuenta de que tenía que salir de ahí y liberarme, tomar aire, y pertenecer a mi tiempo, no al suyo. Tenía que dejar su valía como parte de mi subconsciente y que sus formas esquemáticas estuviesen presentes aunque de una forma no opresora.
-Parece que lo consiguió.
-Como no podía competir con sus genialidades me dediqué a competir con sus debilidades. Picasso no pintó grandes formatos ni paisajes, y yo encontré ahí mi camino para liberarme. También con los temas: dediqué muchos años para pintar sólo las formas de la calle, no era tiempo de hacer bodegones, y tampoco podía superar los suyos. Además, había muchos intentando hacer lo mismo que él.
-Se separó del cubismo por el formato, pero ¿nunca le tentó la abstracción?
-La abstracción es el drama de mi pintura. Aprendí bajo el ala paternalista de los abstractos, pero en realidad lo que quería era descolgarlos del muro.
-¿Se considera un artista pop o le molesta la denominación?
-Yo inventé el arte pop y luego otros me quitaron la comida. A finales de los años 50 empecé a pintar fondos planos cuando nadie lo hacía porque quería hacerlo de acuerdo con mi tiempo, y me inspiraba en el cine, las revistas, la televisión. Quería liberarme, hacer algo vivo y para eso debía mirar fuera del arte. Por entonces, no había ningún movimiento pop, éramos muy pocos los que pintábamos así, y entré en contacto con Robert Rauschenberg y Jasper Jones.
Quedábamos para cenar y para hablar de pintura porque hacíamos casi las mismas cosas, pero sin preguntarnos, y no había ningún movimiento. Ya entonces ellos pintaban con pincelada blanda, desvaída, y yo marcaba los contornos sobre el fondo plano. Así que, ¿molestarme? Ya soy un hombre mayor...
-¿Cree que el arte debe hacer crítica social?
-En absoluto. De ninguna manera. Mis padres sólo hablaban de política mientras yo hacía mis deberes y lo odiaba. Y nunca consiguieron nada, sólo hablaban. La pintura era para mí un medio para huir.
-¿Sus retratos tienen intenciones psicológicas?
-Bueno, están ahí, pero no me interesan. Mi pintura es para el tiempo presente, para eso pinto, para el momento. Hay quien lo hace para el mañana y yo para el hoy, como si fuera la música. La pintura es muy técnica, muy remota y mi preocupación es conectarla con el presente. Quiero que suene a jazz. La eternidad sólo existe en el presente.
-Eso es muy poético.
-Me interesa la poesía. Me gustaba la música en los 50 y la poesía en los 60. Stan Getz, Lester Young, Charlie Parker, Miles Davies, John Ashbery, Kenneth Koch, Frank O’Hara (sigue citando nombres despacio y apuntándolos en el cuaderno del entrevistador).
-Nunca se detuvo persiguiendo la perfección formal.
-Yo no tenía ningún talento, así que practicaba dibujo clásico cuatro horas al día. Comía en siete minutos y pintaba objetos de la calle para coger la técnica. Y en verano empecé a pintar un cuadro al día. He destruido como unos mil. (Katz se gira y pregunta al galerista Javier López: «¿Ya te gustaría tenerlos, no?», y vuelve a reír).
-¿Por qué los destruía?
-Porque no me importaba la obra en sí, sino el proceso para aprender. La técnica para dibujar no produce una obra de arte, pero sin ella no se puede (Katz se detiene pensando un momento). La verdad es que no me entiendo a mí mismo y no sé por qué hago lo que hago. Me muevo por instinto, sin analizar.
-A mí me parece que la vida no es tan bonita como los colores de sus cuadros.
-Siempre me ha gustado la belleza y uno puede elegir trocitos de la realidad que son así de bellos. Es eso lo que me gusta enseñar a la gente, quizá por que soy un poco reprimido.
-¿En qué sentido?
-Bueno, soy reprimido comparado con De Kooning... (risas) Hice un test psicológico en la escuela y quedé en la parte más baja porque no reaccionaba ante nada (más risas). Creo que el arte viene de mi forma de ser.
-Su obra tiene un empuje positivo. Han dicho que es el reverso de la de Edward Hopper.
-Claro, es que su realismo es del siglo XIX, basado en historias tristes, y el mío está más cerca de la felicidad. El realismo, incluso de Goya, pintaba a gente sufriendo y no me interesaba. A mí me gustaba bailar y jugar al baloncesto.
-¿Y el aura de artista?
-Eso es la peor parte. Se suponía que tenían que ser bohemios y aparentar serlo llevando pintura en la ropa. No hace falta cortarse una oreja para ser artista.
-¿Le interesa el arte moderno? ¿Ve algún seguidor?
-Mucha gente está influida por mi trabajo, me lo dicen en Polonia o en Italia. Hay algunos artistas como Lichtenstein que son muy buenos, pero no te llevan a ningún lado; en cambio, la mía es un punto de partida para mucha gente joven. Me produce placer pero no me ayuda para seguir pintando.
-¿Banksy podría ser un heredero del arte pop?
-No le conozco.
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