viernes, 29 de abril de 2011

Edición y gestión digital en la Biblioteca pública


Edición y gestión digital en la Biblioteca pública

LA INDUSTRIA DEL LIBRO intenta controlar el emergente mercado digital. Sus primeros movimientos revelan la apuesta por contenidos, formatos y dispositivos cerrados. Pretende imponer qué, cómo, cuándo, dónde comprar y, además, cómo gestionar.
Las bibliotecas pueden aceptar “eso” como normal o pueden también tener presente que su actividad como usuarias de la tecnología les puede ayudar a replantear sus servicios (entre ellos el acceso y la gestión de la información) al margen de las condiciones del mercado.
Muchos usuarios acuden a las bibliotecas interesándose por esos “nuevos libros” y van a tener su primera experiencia de lectura en los nuevos soportes (ebook, móvil, consola…) gracias a la biblioteca. A diferencia de la industria (que piensa en clave económica), la biblioteca tiene ante sí un reto de difusión cultural y debe asumir el coste de experimentar e innovar para imaginar nuevos servicios (entre ellos, la edición de contenidos de calidad en formatos abiertos, accesibles sin distinción de poder adquisitivo o preferencias tecnológicas) que fomenten la aparición de usuarios con espíritu crítico ante los nuevos contenidos digitales y sus condiciones de acceso y consumo.
Abordar la edición y gestión de contenidos en clave bibliotecaria no es cerrar los ojos ante la realidad: los grandes grupos manejarán la producción e intentarán marcar las pautas de consumo; abordar una estrategia bibliotecaria de edición y gestión digital es plantearse cómo se generan y distribuyen contenidos que a uno como usuario le interesan; es entender el concepto de la larga cola y lanzarse decididamente a definir dentro de ella el “nicho de mercado” que queremos explotar bajo “premisas bibliotecarias”; es, en definitiva, intentar moldear futuras conductas de consumo de lectura.
El fondo de las bibliotecas se desplaza desde la estantería hacia la nube; “lectura y pantalla” están sustituyendo a “lectura y papel” y necesitamos repensar el concepto de fondo dando el salto desde la “colección almacenada” hacia la “información gestionada”. Gestionar información digital exige tener en cuenta factores ajenos al libro (sistemas operativos, navegadores, programas, dispositivos…) y tomar decisiones que influyen y repercuten en la difusión de los contenidos.
El contenido local constituye un segmento no atractivo para la industria editorial pero indispensable para las instituciones. ¿Por qué no aprovechamos la edición digital para fomentar su creación, difusión y conservación bajo el paraguas de la iniciativa pública?
La biblioteca puede asesorar sobre licencias, hacer hincapié en la necesidad de su difusión en pantallas, ofrecerse para realizar la edición digital desde el original. Es necesario estar alerta y conocer los proyectos editoriales de los diferentes departamentos de la Administración local para ofrecerles nuestros servicios. Y debemos asumir como propias tareas de intermediación entre el autor y los lectores (ser agentes literarios); tareas cuyo objetivo no será la consecución de un beneficio económico sino la creación, conservación y difusión de la memoria local.
Hablar de las nuevas formas de lectura es arriesgado pero podemos intuir varios frentes que afectan a los servicios bibliotecarios:
- Dispositivos, bien de los propios usuarios (móviles, consolas, ebook…) o dispositivos que la biblioteca compra y prepara para prestar.
- Deslocalización de la colección y de los usuarios (muchas accederán al fondo vía web).
- Readaptación de espacios: mayor importancia del espacio web y “liberación” de los espacios de la biblioteca.
- Y, sobre todo, aparición de nuevas mixturas de contenidos.
Es evidente que el libro en papel va a permanecer cuando muchos de los dispositivos que ahora nos parecen pioneros estén en desuso. En este momento la compra de dispositivos sirve para dar a entender al usuario que la biblioteca se está adaptando al nuevo entorno y que, si así lo desea, le va a seguir acompañando en sus lecturas.
Las estrategias de gestión que la biblioteca utiliza tienen que evolucionar para adaptarse a las nuevas maneras de lector-escritura que demanda la sociedad. Es muy importante asumir que contenido, formato y dispositivo no son indisociables.
Si dejamos que se imponga el “modelo cerrado” que la nueva industria editorial quiere implantar el futuro de la transmisión de la información se nos escapará. La biblioteca tiene que defender que se puede leer en diferentes formatos y de diferentes maneras.
Empezar a “pensar” en digital es fundamental para entender que podemos ayudar a contar, a difundir, a conservar. Sea cual sea el usuario que acuda, los “conpantalla” (presentes y futuras) o los “sinpantalla”, allí debe estar la biblioteca para ofrecerle sus servicios.
Cómo citar este artículo:
Juárez-Urquijo, Fernando. “Edición y gestión digital en la Biblioteca Pública”. Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. ¿¿-??.

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