20 DE MARZO DE 2011
La puerta de San Pedro
El coche llegó a recogerme; yo ya estaba allí esperando con la chaqueta negra que se lleva a este tipo de lugares.
-Hola.
-Hola, hijo, ¿cómo estás?
-Bien. ¿Cuándo ha sido?
-Ayer.
(...)
-Oíd, papá, mamá, estaba pensando...
-¿Sí?
-Los padres que veo en el hospital a los que se les han muerto los hijos...
-¿Qué les pasa?
-...se quedan hechos polvo de por vida. No se recuperan.
-No sé, es lógico.
-¿Sí?
-Sí.
-Si yo me muero antes que vosotros, no me gustaría que estuvieseis así de mal.
-¿Cómo?
-Quiero decir, que no es lo más probable, pero puede ocurrir.
-Pero hijo, ¿estás pensando en matarte?
-Para nada, estoy muy contento de estar vivo.
-¿Entonces?
-Si yo me muero, con el hecho de que vosotros estéis tristes el resto de vuestra vida, no vais a conseguir nada.
-Hombre, visto así...
-En serio, si eso ocurre, no me gustaría que vuestra vida se hundiera, porque no beneficiaría a nadie. Preferiría que siguiérais disfrutando todo lo posible. No sé si es descabellado, pero si vosotros podéis tener algo que yo ya no, ¿por qué ibais a renunciar a ello?
-Hemos llegado.
Siempre es muy difícil aparcar en estos sitios.
Foto: La puerta de San Pedro.
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