Este incremento ha supuesto también que aumente la investigación sobre el asunto y en la actualidad se dispone de abundante evidencia clínica, que los Institutos Nacionales de la Salud de EE.UU. han decidido recopilar en una suerte de manual para el manejo de las alergias alimentarias, las denominadas guías de práctica clínica.
Las guías suponen, según Martínez, más "una puesta al día" que una novedad, pero facilitan el acceso a la información para médicos y pacientes. Esta especialista agradece, por ejemplo, que se hable de un tipo de enfermedades (las gastrointestinales eosinofílicas) cuya prevalencia está aumentando y que pueden estar asociadas al consumo de alimentos provocando, sin embargo, síntomas diferentes a los clásicos de las alergias, como la urticaria. "Son niños que pueden atragantarse o sentir dolor al tragar y en estas guías se señala que alguna de estas enfermedades se puede diagnosticar como forma de expresión de la alergia local", comenta la especialista.
El documento pone fin también a una polémica que ha preocupado a muchos padres de niños con alergias alimentarias, si se les puede o no administrar las vacunas habituales. Las inmunizaciones se cultivan en células de embrión de pollo y "aunque los niños no suelen tener ninguna reacción alérgica, había cierta prevención" al respecto, señala Martínez. Las guías dejan claro que la preocupación es innecesaria y es seguro poner las vacunas en estos pacientes.
DIAGNÓSTICO ADECUADO
Otro de los puntos que se dejan claros es la forma en la que se debe hacer el diagnóstico. En ocasiones, algunos médicos efectúan sólo las pruebas cutáneas pero, según las nuevas indicaciones, los pacientes tendrán que pasar por lo que denomina prueba de provocación oral, que no es otra cosa que administrar al niño el alimento que se sospecha que le causa alergia para confirmar o descartar lo que las pruebas cutáneas han establecido. "Hay muchos niños que pueden dar positivo en este test, pero no significa que sean alérgicos, sino que están sensibilizados, pero sin enfermedad", apunta la especialista del Clínico, que subraya que, en este campo, España se ha adelantado a EE.UU. y se practica la prueba de provocación oral desde hace varios años.
La razón por la que, hasta la fecha, la práctica no es tan común en EE.UU. tiene mucho que ver con la idiosincrasia de este país y la afición de los ciudadanos a demandar a los médicos. Tal y como explica Martínez, esta prueba consiste en administrar un alimento que se sabe que puede causar alergias al niño, aunque se hace en una condiciones clínicas que aseguran que al paciente no le pueda pasar nada en caso de desarrollar una reacción alérgica.
La prueba no se hace, eso sí, si "está muy claro" y se ha confirmado en un test cutáneo, pero es necesaria si el niño ha desarrollado síntomas tras comer varios alimentos. Uno de los avances de los que, sin embargo, apenas hablan las guías estadounidenses, es la inducción de tolerancia oral, un protocolo que se aplica en el Clínico y que consiste en administrar cantidades crecientes del alimento al que se es alérgico, hasta lograr su tolerancia.
El nuevo documento, por último, resalta un problema que preocupa a especialistas de todo el mundo: la dificultad de calcular la prevalencia de estas alergias, que pueden confundirse con intolerancias alimentarias, entre otros síndromes.
Autor: Ainhoa Iriberri |
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