La Amazonia peruana
Sergi Reboredo
16 Diciembre 2010
Hogar de los yaguas
La ciudad de Iquitos, en el Perú amazónico, que dejó atrás hace mucho tiempo la época dorada del caucho, se adapta poco a poco a la llegada de los turistas que quieren disfrutar de uno de los pocos reductos vírgenes de la naturaleza. Por desgracia, quizá los dólares del turismo sean incluso más efímeros que los del caucho, porque en nuestro recorrido a bordo del barco que se adentra en la selva, en busca de la tribu de los yagua y del delfín rosado del Amazonas, podemos ver los numerosos aserraderos que inundan la orilla de troncos de dimensiones gigantescas. La caoba y el cedro se pagan muy bien en todo el mundo y las madereras se adueñan de la selva sin compasión.
Iquitos, del caucho al turismo
Cuentan que hace un siglo y medio, esta ciudad era un lugar acogedor y tranquilo en el que sus habitantes dejaban pasar los días al ritmo que marcaba la “madre naturaleza”, pero su privilegiada situación, próxima a los ríos Napo, Marañón y Ucayali transformó Iquitos en el principal puerto fluvial peruano sobre el Amazonas. Luego vendría, allá por los años 1870, el apogeo del caucho, que duró 25 años y transformó totalmente la ciudad. El fruto de esta época de auge económico todavía puede verse en sus calles. Muestra de ello es el edificio que albergó el hotel Palace, que tardó 4 años en construirse, entre 1908 y 1912, y que pertenece al estilo modernista catalán de la época, o la Casa de Hierro, diseñada por Gustave Eiffel, que fue el primer edificio ensamblado en toda América. Sus piezas de metal se construyeron en Francia y fueron transportadas por centenares de hombres a través de la jungla. Por aquel entonces, la mezcla de estilos y procedencias era asombrosa, la grifería podía ser inglesa, los azulejos portugueses, y los balcones forjados venir directamente de España.
Hoy, los niños corretean despreocupados por la plaza de Armas. Los lugareños se han acostumbrado ya a esta segunda fiebre económica en la que los turistas que quieren saborear uno de los últimos reductos vírgenes del planeta, han sustituido a los barones del caucho.
El gran río Amazonas
Llegamos al puerto principal de Iquitos para enrolarnos en el Amazon Queen, el barco insignia de la empresa Explorama, con el que surcaremos un pequeño tramo de las aguas del río más largo del mundo. Nuestra meta es navegar río abajo hasta el Ceiba Tops, ubicado a unos 40 km. Por el camino podemos ver algunas chozas de paja junto a la orilla, luciendo en alguna de ellas propaganda electoral del último alcalde electo, pero por desgracia, también vemos otra de las consecuencias del progreso, los numerosos aserraderos que inundan la orilla de troncos de dimensiones gigantescas. Es una visión dantesca, con la que uno puede hacerse a la idea de cómo se está destrozando la selva amazónica. La caoba y el cedro se pagan muy bien en Estados Unidos y Canadá y las importaciones de madera son constantes.
Llegamos a la bifurcación del Amazonas con Nanay, uno de sus afluentes. Es fascinante ver como se mezclan las aguas cobrizas del Amazonas con las casi negras del Nanay. El río Amazonas se origina a más de 5.000 m sobre el nivel del mar en el Nevado Mismi en Arequipa. Tiene más de 500 ríos afluentes que son navegables, una profundidad promedio de 50 m y un ancho que varía entre los 4 y 6 km. Gran parte de su recorrido no tiene un curso definido, sino que está formado por un conjunto de pequeños cauces que constituyen una red de canales con numerosas islas. Descubierto en 1542 por el español Francisco de Orellana es, además, el más caudaloso del mundo.
Ceiba Tops, la base de operaciones
A media mañana el barco llega al Ceiba Tops, una especie de hotel-resort ubicado a orillas del río Amazonas desde el cual nos desplazaremos hasta el poblado de Indiana, donde habita la tribu de los yaguas.
No hay nada parecido a caminar por la jungla. De las altísimas copas de los árboles cuelgan coloridas heliconias, los elaboradísimos nidos de oropéndolas, varios monos ardilla, una iguana macho de grandes dimensiones y varios sapos que emiten sonidos guturales para atraer a las hembras. En un corto paseo en barca se llega hasta los nenúfares gigantes Victoria Regia. Junto a estos, varios nativos tratan de pescar pirañas colocando trozos de carne en el anzuelo.
Una extensa alfombra verde de plantas acuáticas cubre el agua del río y da la sensación de en cualquier momento pueden engullir las barcas que navegan curso abajo. Sus tallos se enganchan constantemente en las hélices obligando a los barqueros a parar para desenroscarlas. Los nenúfares Victoria Regia son los más grandes de todos los lirios de agua. Sus hojas pueden llegar a los 3 m de diámetro sobre tallos de 7 a 8 m de largo. La contemplación de sus hojas pegadas unas a otras es un verdadero deleite para la vista. Cerca de las plantas, un oso perezoso duerme plácidamente colgado de un árbol. Un grupo de tanagras de pico plateado nos sobrevuela siguiendo nuestro recorrido como si quisiera guiarnos hacia algún lugar en el interior de la selva.
Los yaguas, una tribu casi olvidada
Vestidos con gorros y faldas de paja, los yaguas bailan en círculo sin cesar cuando llegamos a su poblado. En uno de los bailes participa una serpiente con la que frotan el cuerpo de una mujer yagua tendida en el suelo. De pronto, la “desfallecida” resucita como si el reptil hubiese colaborado en su repentino sanamiento. El momento más álgido de la representación llega cuando 3 de las chicas hacen una demostración de cómo se prepara el masato, una bebida alcohólica que se elabora masticando y fermentando la raíz de la yuca. Las mujeres de la tribu son las encargadas de llevarse a la boca y escupir repetidamente el mejunje en un cuenco alargado de madera. Luego se mezcla con agua y se deja reposar para que el almidón de la yuca se convierta en azúcar por acción de las enzimas de la saliva y finalmente fermente para convertirse en alcohol. Esta bebida es consumida por los yaguas durante los festivales (masatiadas) que duran 4 días. Los bailes tradicionales (atunas) son interpretados mientras suena la música creada con instrumentos hechos por los nativos como la flauta y el bombo. La comunidad yagua está formada por aproximadamente 4.000 nativos que viven en la provincia de Loreto. Tienen un pasado histórico como expertos cazadores, y se valen de una cerbatana especial para cazar monos, puerco espines, pájaros y otros animales. Estas cerbatanas llamadas pucunas son enormemente alargadas y las elaboran artesanalmente. Los dardos, que guardan en una hoja de palma plegada, están fabricados con piedras punzantes y fibra de ceiba. Los componentes de cada aldea habitan una misma cabaña comunal y ovalada junto a sus mascotas, que normalmente son caimanes, anacondas o pequeños titis pigmeos (el mono más pequeño del mundo).
Cada hombre tiene una mujer y al casarse trabaja para su suegro un número determinado de años a cambio de la esposa. Las aldeas son independientes y están regidas por un jefe y su consejo.
Cada uno de los bailes que interpretan simboliza un aspecto cotidiano de su vida, como el bujurqui, una danza ceremonial en la cual bailan alrededor del fuego. Nos lo explican los miembros más jóvenes de la tribu, ya que la mayoría de los ancianos sólo hablan la lengua yagua, pero las nuevas generaciones ya son bilingües, gracias a las escuelas que se han creado para los indígenas y en las que se imparte también el castellano. Los yaguas, además de ser cazadores, también se dedican a actividades tradicionales como la agricultura de roza y quema, la pesca y la recolección. También participan en la comercialización de pieles, madera, carne y frutas silvestres, así como arroz y yuca que venden en los mercados locales.
Amazon Canopy Walkway
A unos 80 km de Iquitos, se encuentra el Explorama Lodge, un alojamiento más adentrado en la selva que es el lugar idóneo para acceder al puente colgante Canopy Walkway desde el que se puede observar la selva a vista de pájaro. En realidad se trata de varios puentes unidos entre sí que alcanzan una longitud superior a los 500 m, a más de 37 m de altura y que se extienden a través de los 14 árboles más altos del área. La vista desde aquí es formidable a cualquier hora, aunque el momento mágico es a primera o a última hora, cuando los animales están más activos. Para los amantes de la ornitología existen en el mundo muy pocos lugares como éste.
En la zona también viven los chamanes, que según los nativos, son capaces de curar diferentes enfermedades a base de leche de ojé, jengibre, clavo, y otros muchos productos naturales. También realizan rituales de sanación con ayahuasca, infusión realizada con las lianas de los árboles.
Delfines rosados de agua dulce En un recodo no muy profundo de uno de los afluentes del río Amazonas, donde la exuberante vegetación impide la circulación de las enormes barcazas, acampa el delfín rosado a sus anchas. También conocido como delfín del Amazonas o boto, es una de las 5 especies existentes de delfines de agua dulce. Mide casi 3 m de largo y pesa 125 kg y, entre los delfines de agua dulce, es el que tiene mayor movilidad, lo que le permite maniobrar con mayor facilidad entre los obstáculos del río. Se les puede observar en aguas poco profundas durante la época de inundación, cuando su hábitat se llena de árboles y plantas que conformaban parte del suelo del bosque, creando un verdadero campo de obstáculos a través del cual el delfín debe moverse cuando va en busca de su presa. Son prácticamente ciegos, ya que la visión no sirve de mucho en las turbias aguas del Amazonas, por lo que utilizan la eco-localización, a modo de sonar, para encontrar a sus presas —a menudo cangrejos y peces pequeños— y evitar obstáculos. Su color varía de rosado y marrón claro a gris azulado, siendo más oscuro en la parte superior y a medida que pasan los años. Casi nunca nadan solos, sino que prefieren hacerlo al lado de su pareja, aunque también es posible verlos agrupados en manadas de hasta 20 ejemplares. Como respiran a intervalos de 30 a 110 segundos y al hacerlo lanzan un chorro de aire a través del espiráculo que impulsa a su vez el agua circundante hasta una altura de 2 m, localizar a toda una manada es un espectáculo difícil de olvidar. Varias compañías afincadas en Iquitos ofrecen tours por el río Amazonas para poder contemplar los delfines de agua dulce, además claro está, de explorar la selva, avistar aves, pescar pirañas, visitar a los yaguas y caminar por los puentes colgantes. Explorama (www.explorama.com.pe) ofrece un paquete de 3 noches/3 días por 385 US$, incluidos los traslados desde el aeropuerto, el desayuno y la comida. Para los que les sepa a poco, por 995 US$ ofrecen otro paquete de 6 noches, que se adentra mucho más en el interior de la selva. Amazon Tours and Cruises (www.amazontours.net) brinda la oportunidad de conocer el río y sus delfines de agua dulce a través de un viaje en barco, durmiendo en los camarotes del mismo. El precio oscila entre los 2.000 US$ y los 3.800 US$, dependiendo del tipo de embarcación, del camarote y de las noches que decidamos pernoctar (entre 3 o 4). |
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