Biblioteca, aprendizaje y acceso a la información en medio del temporal tecnológico
14 enero, 2010 | Publicado por Roser Lozano en la categoría: Notas ThinkEPI 2010 |
Algunas de las repercusiones de las innovaciones tecnológicas en bibliotecas son explícitas y bien conocidas, otras en cambio provocan cambios muy sutiles, y a veces muy difícilmente percibidos, pero no por ello menos importantes.
Es bien sabido que la innovación tecnológica requiere de grandes ajustes en las organizaciones y en las empresas. Aunque los servicios públicos, donde se enmarcan las bibliotecas, amortiguan en cierta medida estos ajustes, estaríamos de acuerdo en que, en la historia de las bibliotecas, hay un antes y un después de acontecimientos tales como la aparición de internet, de los móviles o de las herramientas 2.0.
Y ahora estamos expectantes ante otros grandes cambios, por ejemplo los vaticinados por la aparición del e-book. Sabemos que nos tocará cambiar permanentemente, aunque no sepamos muy bien hacia dónde hemos de fijar el rumbo ni la intensidad de los cambios por llegar.
Lo cierto es que hasta la fecha todos los avances tecnológicos lo han sido en una dirección: arrebatar a las bibliotecas sus monopolios (y lo digo en plural). Durante siglos las bibliotecas, y los celosos bibliotecarios, guardaban todo el acervo cultural de la humanidad entre paredes, depósitos y compactos y entre lenguaje encriptado del que hoy, tristemente, aún no nos hemos deshecho totalmente. Fue realmente una heroica y entrañable labor para la humanidad.
Pero en el otro lado de la balanza tenemos el recuerdo de lo tortuoso que significaba acceder a la más mínima información que necesitábamos. Hasta la década de los noventa, en que internet y los móviles hicieron trizas el paradigma de nuestro mundo (y casi sin enterarnos de lo magno del cambio), el vivir en una gran ciudad o en un pueblo pequeño era decisivo para poder acceder o no a una información necesaria y era vital para el futuro de una persona, para su educación y cultura.
Sucesivos monopolios bibliotecarios han caído bajo el peso de las innovaciones tecnológicas: el de lugar de almacenaje de la información y de la cultura (sustituido por repositorios digitales en libre acceso), el de acceso a la información (sustituido por esta vasta red de información que es internet), el de orientación y apoyo al usuario (sustituido por las redes sociales y espacios virtuales de intercambio de información), etc.
Las bibliotecas han cambiado “por reacción”. Cambian sobre todo porque se transforman los hábitos de los ciudadanos, la forma en que se accede a la información y la forma de aprender de las personas. Entender las transformaciones habidas en estos dos ámbitos (acceso a la información y educación) es vital para entender la transformación de las bibliotecas.
Hasta hace pocos años, la etapa de educación de las personas estaba separada de la etapa laboral, constituía un período muy delimitado de aprendizaje formal que se complementaba posteriormente con algunos cursos de actualización. Hoy en día el “aprendizaje a lo largo de la vida”, forma ya parte de nuestra cotidianeidad, y casi sin darnos cuenta.
Aprendemos diariamente y en muchas ocasiones de forma casi imperceptible. Y se aprende diferente: entreteniéndose virtualmente en “conversaciones” laterales, chateando, hablando, compartiendo en redes sociales…etc. Se genera información informal que llega a ser más potente que la formal; así el autodidactismo va ganando terreno a la educación reglada y la información informal a la información “oficial”.
Y no es cierto que los jóvenes no aprendan. Por ejemplo: el estándar habitual de la mayor parte de los nativos digitales es el de mantener conversaciones con personas de todo el planeta casi a diario, con todo lo que ello conlleva de formación, de cultura y de apertura de nuevos horizontes.
Ciertamente no aprenden lo mismo que aprendimos nosotros, ni aprenden de la misma forma. No tienen porqué. Porque les esperan nuevos retos, con nuevos hábitos y nuevas habilidades. Si situamos a un joven de 18 años de la década de los 70 al lado de un joven de 18 años de 2010, podríamos comparar el grado de formación de uno con otro. Y creo que nos quedaríamos gratamente sorprendidos y quizás asombrados de tener que aceptar que no es cierto que los jóvenes que aprenden ahora lo hagan peor. Diferente sí, pero no peor.
Lo cierto es que el aprendizaje, la relación profesor-alumno y la forma en que las instituciones académicas entienden la docencia y el aprendizaje ha dado un salto enorme en la actualidad . Y ahí está el Espacio Europeo de Educación Superior (Eees) con todos los cambios que arrastra no únicamente para la función académica de las universidades, sino también para las bibliotecas universitarias.
Y también hay un cambio en la relación usuario- bibliotecario. Si hoy deseamos encontrar una buena lectura o saber cuál de los libros recomendados en una asignatura es el mejor, ya no hace falta ir a la biblioteca o pedir consejo a un bibliotecario. Simplemente podemos preguntar en Facebook o por Twitter y nuestros “amigos” nos van a dar una buena selección de lecturas o nos van a deleitar con una crítica muy personal e instantánea sobre cual es la bibliografía que mejor nos va a ayudar a preparar el examen.
Hemos de ser conscientes de que actualmente entre los usuarios circula mucha más información de la que ofrece la biblioteca y que ahora la comunidad “está conectada” entre sí. Y también hemos de asumir que la información y la valoración de libros, la crítica y la orientación circulan lateralmente y libremente entre usuarios.
Antes, la biblioteca era la protagonista del mundo de la información: seleccionaba libros, ofertaba servicios, información y orientación al usuario y mantenía intacto sus monopolios. Ahora tiene que compartir protagonismo y desarrollar nuevas funciones acorde con los tiempos que corren.
Y la biblioteca se transforma para responder a estos cambios y evitar convertirse en una institución obsoleta. Porque si la biblioteca no ofrece lo que los usuarios desean y como lo desean, ellos buscan, encuentran y utilizan nuevos entornos. Y ahora tienen la tecnología para ello. Un ejemplo es LibraryThing, uno de los entornos virtuales más utilizados por los buenos lectores.
Así, las bibliotecas públicas dejaron de ser espacios de almacenaje de información y cada vez más están dejando de ser también espacios de acceso a la información. En cambio, se están convirtiendo en espacios de aprendizaje y de sociabilización. Progresivamente, la alfabetización informacional y digital se va haciendo un hueco destacado en su programación.
Las bibliotecas universitarias también emprendieron hace años un nuevo rumbo con losCentros de Recursos para el Aprendizaje y la Información (Crai), esos nuevos entornos dinámicos que integran los servicios universitarios que dan apoyo a la docencia, al aprendizaje y a la investigación.
Sea como sea, parece que la biblioteca, por el momento, es un ser vivo, mutante; un verdadero superviviente en este temporal tecnológico que se lleva por delante a tantas organizaciones.
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