Al contrario que su pariente más acostumbrado a la alfombra roja del estrellato en los documentales, el elefante pigmeo se esconde en las vastas selvas de la cuenca del río Congo, donde durante décadas nadie supo cuántos había ni dónde estaban.
Hasta que, en enero de 1986, Western se subió a una avioneta monomotor Cessna 206 en compañía del escritor y naturalista Peter Matthiessen para sobrevolar el manto verde que cubre seis países de África central y contar elefantes a ojo. "Creo que fuimos los primeros en hacer una travesía transcontinental en una avioneta", rememoraba Matthiessen hace años en una entrevista. "También supimos por qué", añadía. El intento casi les cuesta la vida en un aterrizaje forzoso. Pero de aquella aventura surgió una valiosa conclusión que queda resumida en el título del libro donde Matthiessen narraba el periplo: Los silencios de África. El escritor neoyorquino retrataba cómo, a medida que los hábitats africanos merman, los sonidos de los animales son reemplazados por el silencio. Esta creciente quietud atestiguaba que la subespe cie selvática del elefante era mucho más escasa de lo que Western y sus colegas calculaban.
EMANCIPACIÓN
La alerta lanzada por los dos exploradores Western daría cuenta del episodio en su autobiográfico In the dust of Kilimanjaro dio impulso a un veto internacional al comercio de marfil. Pero ya entonces se discutía si el tamaño de la población de partida debía sumar las cifras de ambos animales. ¿Y si los habitantes de la selva pertenecieran en realidad a otra especie distinta? A los defensores de esta idea no les faltaban argumentos: con un metro menos de estatura, la mitad de peso que sus primos de sabana y claras diferencias morfológicas, para muchos el pigmeo forestal pedía a gritos su emancipación taxonómica, desprendiéndose de la coletilla de subespecie (Loxodonta africana cyclotis) para ascender al rango de especie (Loxodonta cyclotis).
En 2001, la comparación de cuatro genes entre elefantes asiáticos y varias poblaciones de paquidermos africanos comenzó a armar de razones a los defensores de la especie separada. La confirmación llega ahora en un profundo estudio genético publicado por investigadores de EE.UU., Reino Unido y Alemania. Los científicos han construido y analizado "la mayor base de datos de ADN de elefantes", define para este diario Michi Hofreiter, experto en ADN fósil de la Universidad de York(Reino Unido) y coautor del estudio publicado en PLoS Biology. El banco de genes comprende secuencias de elefantes asiáticos y africanos, así como de mamut lanudo y mastodonte americano, este último obtenido por primera vez. Western, que no ha participado en el estudio, explica desde Nairobi, donde preside el African Conservation Centre, la importancia del nuevo trabajo: "Conocíamos las ramas de la evolución de los elefantes, pero ahora llegaremos al tronco para saber dónde nace cada una".
Los datos sorprendieron a los científicos por su contundencia: proboscídeos de selva y sabana son genéticamente tan distintos y distantes entre sí como el elefante asiático lo es del mamut lanudo. Su separación en la línea evolutiva se remonta casi a la misma época en que el linaje humano y el de los chimpancés rompieron. "Un mínimo de dos millones de años, pero la mejor estimación es de cinco millones", aclara Hofreiter.
La taxonomía no es un simple juego de salón entre zoólogos, sino que afecta seriamente a la conservación. Dividir una categoría en dos significa que la población de una especie se desploma de un día para otro. El problema se agrava si uno de los dos, en este caso el cyclotis, se queda en números rojos. "Habría que desdoblar la entrada de la Lista Roja de especies amenazadas", piensa Hofreiter, "pero para zanjarlo hará falta un largo debate", advierte.
Western va más allá al predecir dos especies más: "El elefante de África occidental y el del norte, ya extinto, pero del que se puede recuperar ADN de colmillos de la época romana". Aún así, los científicos reconocen que "el concepto de especie ha cambiado", dice Hofreiter. El clásico argumento de la separación reproductiva está obsoleto. "En la interfaz entre el bosque y la sabana hay una gradación continua de las especies por los cruces", detalla Western. Pero para este experto, lo más fructífero de los estudios de ADN es que "permiten localizar de dónde procede el marfil ilegal".
"Aún hay mucho por saber sobre los elefantes", concluye Western. Como escribió Matthiessen, "hay un misterio tras ese rostro gris enmascarado (...) que impone el silencio reservado a las cumbres de las montañas, los grandes incendios y el mar".
Autor: Javier Yanes |
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