El estudio, publicado en el Journal of Neuropsychopharmacology asegura que la Galanina, un neuropéptido que trabaja en el centro del apetito, el hipotálamo, deduce las inclinaciones de un sujeto frente a la mesa, induciendo a comer muchos alimentos ricos en grasas y a beber alcohol.
La Galanina en los europeos «funciona demasiado», explica MacKenzie, quien añade que en el ADN de los asiáticos hay menos presencia de este compuesto químico cerebral, por lo que tienen un mayor control en la mesa.
Los investigadores señalan que el hecho de que en la prehistoria los europeos tuvieran que vivir largos y duros inviernos a base de alimentos ricos en grasas y bebidas elaboradas, podría haber influido en los mismos hábitos de la actualidad.
MacKenzie ha explicado que el ambiente también es importante, ya que cuando un oriental se adapta a la cultura occidental puede terminar con los mismos problemas que tiene su entorno.
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