sábado, 28 de julio de 2012

Dejando de racionalizar la sumisión, apoyando el cambio


El caparazón: Dejando de racionalizar la sumisión, apoyando el cambio 

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Posted: 27 Jul 2012 10:15 AM PDT
La sociedad tiende a mantener lo que hay. La rebelión solo es una reacción ocasional al sufrimiento en la historia humana: tenemos infinitamente más ejemplos de cómo permitimos la explotación, de cómo nos someternos a la autoridad,  que ejemplos de rebelión (Zinn, 1968)

Se sabe desde hace tiempo que el hecho de conocerlos no evita definitivamente que caigamos en determinados sesgos cognitivos, pero sí en parte. La idea que quiero dejar hoy resultará útil para entender cómo de lentamente cambian las cosas, las sociedades, las personas, así como los remedios para acelerar el proceso.
El ser humano manifiesta un sesgo hacia el mantenimiento del status quo, la realización diaria de aquello que en castellano tan bien ilustramos con la absurda, si la pensamos con calma, frase: “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
La idea del cambio nos provoca tal incomodidad que cualquier orden existente nos hace sentir más seguros. Por eso compramos las mismas cosas, volvemos a los mismos restaurantes y nos mantenemos expuestos a las mismas opiniones a lo largo de nuestras vidas (en el próximo artículo hablaremos de ello, de la homofilia que también nos limita).2bb3b99ed72c11e1a97a22000a1cbf16_6
El sesgo de justificación del sistema es investigado desde la psicología social por Jost et al., 2004, que nos deja algunos detalles reveladores acerca de la lentitud del cambio, del porqué parecen perpetuarse los problemas socio-políticos de nuestros tiempos.
Así, parece que la gente pobre no suele apoyar las políticas que más le favorecen. Las encuestas muestran que los grupos con menos recursos suelen ser los que apoyan impuestos que más les perjudican. En general la posición socio-económica de la gente no está alineada con su ideología política.
Más en general, cuanto más injusta es una sociedad, en mayor medida la gente tratará de racionalizar el sistema. Se os ocurrirán mil ejemplos pero os dejo uno más: quienes en mayor medida apoyan los valores machistas en las sociedades más extremas al respecto, son las mujeres.

Sesgo de racionalización de la sumisión
Esto último me hacía pensar en cómo la explicación podría estar, desde la psicología social, en una combinación del fenómeno de la disonancia cognitiva, del de las expectativas de logro y del de indefensión aprendida que llamaremos sesgo de racionalización por sumisión:  La gente parece racionalizar en general la desigualdad social para evitar el malestar que se sentiría al pensar que se vive en un mundo tremendamente injusto. Todo encaja en nuestras mentes si pensamos, al observar la desigualdad, que los pobres lo son porque no trabajan lo suficiente y los ricos lo son porque sí lo merecen. Pensar así, además, en situaciones en las que poco podemos hacer para remediarlo, pone en nuestras manos y no en formas de control externas e inaccesibles, la posibilidad de lograr las cosas. Un círculo vicioso perfecto para la injusticia, como veis.
Volviendo al ejemplo del machismo y recordando cómo de dura es en realidad la brecha que separa los derechos de mujeres y hombres en determinados lugares, podríamos decir que todo deriva de la impotencia, que las mujeres apoyan (racionalizan) el sistema, precisamente para compensar lo “poca cosa” que las hace sentir.
Y es que como hemos visto durante las revoluciones de la primavera árabe, todo cambia cuando el ser humano se siente más fuerte, deja de racionalizar su sumisión y vence el sesgo. Lo que vivíamos en Egipto, lo que vivimos todavía en muchos otros lugares es la demanda de responsabilidades después de observar, de forma diáfana y sin las lentes distorsionadas del sesgo de racionalización por sumisión, la flagrante injusticia.

En ese proceso andamos, aquí y en Socionomía, donde hablábamos largamente del empoderamiento, uno de los términos centrales para la definición del ciudadano en el S.XXI, así que no olvidéis mostrar, recordar a los autodefinidos débiles que encontréis en el camino, que son más grandes que nunca, que su voz y nuestra voz tienen más valor que nunca antes, que no olviden alzarla.

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