Investigación Participativa o Ciencia Ciudadana (Los Paracientíficos)
El los últimos años, los medios de comunicación se hacen eco en sus noticias dediversos tipos de participación ciudadana en la resolución de serios problemas científicos. Sin embargo, la denominada investigación participativa no resulta ser una nueva actividad en modo alguno, habiéndose producido durante décadas en diversas ramas del conocimiento. Ahora bien, su reconocimiento y promoción, pueden acelerar ciertas investigaciones e incluso modificar el rumbo de la actividad científica en el futuro. Más aún, su aceptación social podría ayudar a mejorar la imagen de la ciencia y el interés que despierta entre los ciudadanos, así como también su cultura científica, de la que tanto se lamentan algunos colegas desde sus torres de marfil. Sin embargo, cabe mentar que existen muchos tipos distintos de lo que se ha convenido en denominar “investigación participativa” a la que yo preferiría denominar ciudadana. Del mismo modo, podría abaratar diversos proyectos de investigación.
Y digo que no es un hecho nuevo, por cuanto existen múltiples tipos y variantes. Ya de adolescente pasaba muchos fines de semana con amigos asociados a la SEO, ayudando a atrapar aves con vistas a pesarlas, medirlas y ponerles un anillo en una patita etc. para volverlas a soltar después, hasta que otro miembro de la SEO o un ornitólogo profesional las capturara, extrajera la información pertinente (la del anillo) y volviera a liberar. En ornitología tal práctica ha sido capital con vistas a mejorar nuestros conocimientos sobre la ecología, diversidad, biogeografía y hábitos de la avifauna. Tal actividad no es muy diferente de que realizan actualmente los denominados parataxónomos, es decir ciudadanos interesados en colaborar en el inventario de la biodiversidad tras un curso de instrucción.
Del mismo modo, en astronomía, múltiples aficionados llevan años colaborando con los expertos con sus telescopios caseros, demostrándose que su actividad e interés, al margen de ser dignos de encomio, ha dado lugar a más que interesantes hallazgos.
Se trata simplemente de dos ejemplos, por cuanto pueden extraerse muchos más de otros ámbitos del saber. ¿Nos vende la prensa una vez más luz de gas? ¡Si y no!. Existen dos vertientes o más que merecen nuestra atención. Por un lado, se han desarrollado en EE.UU.iniciativas en las que se dotaban sustanciosos premios a los ciudadanos que resolvieran algún problema concreto. Los resultados obtenidos hasta la fecha han sido más quesatisfactorios. Y es aquí en donde intuyo que aparece un antes y un después. Actualmentecualquier persona puede llegar a ser “protagonista”, más que un mero colaborador de segunda fila, si le llega la oportunidad.
Vivimos en una sociedad en donde existen muchos ciudadanos con un alto grado de formación, interés y talento dedicados a menesteres ajenos a la ciencia que vieron frustrada su vocación por algun motivo. Muchos de nosotros llegamos a ser investigadores o no, en función de las circunstancias y oportunidades que nos ha tocado sobrellevar a lo largo de nuestras trayectorias vitales. Es decir si al talento nos referimos, “ni están todos los que son, ni son todos los que están”. Empero la investigación participativa puede servir a la sociedad a rescatar lumbreras que hoy viven en la sombra. Los profesionales debemos ser humildes y ayudar en tales actividades, más que estorbar perjudicados mentalmente por una arrogancia corporativa mal entendida. Miles de personas pueden hacer más que diez a la hora de solventar un tema concreto. Pero hay más.
Cuando trabajas en ciencia, la propia instrucción refuerza parte de nuestras potencialidades a costa de castrar otras. Los propios avances en un momento dado pueden desviar la atención de “esos pequeños detalles” que a la postre pueden dar lugar a notables descubrimientos sise repara en los mismos. No cabe duda que personas con talento y/o atesoradoras de algunas dotes excepcionales, que sean ajenas a los entresijos de la comunidad científica,pueden y deben aportar soluciones sumamente originales a viejos o nuevos problemas que aun permanecen por resolver. Se trata de aire fresco, no viciado o enturbiado por un tipo de formación muy concreta o especializada.
Más aun, las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC), nos sirven para generar redes en tiempo real que aglutinen una comunidad de intereses concretos. Ficharos, imágenes, videos y opiniones pueden ser leídos o escuchados inmediatamente por otros colegas, profanos o legos en la materia. Ya no se trata de que los ciudadanos partiendo del mero voluntarismo colaboradores en algunos temas concretos. Son muchas las personas que han visto frustrada su vocación y que hoy se encuentran capacitados para demostrar su valía. ¿Por qué debemos soslayar ese inmenso capital humano? Los cursos de adiestramiento, si son necesarios, pueden también estar disponibles (libre acceso) en Internet. De este modo, una persona de frustrada o amargada, al margen de sus potenciales aportaciones, puede terminar siendo recompensada y satisfecha tanto intelectual como emocionalmente. Así, al despertarles de nuevo su interés vocacional, se amplían sus horizontes, incrementando a la postre la masa crítica de la comunidad científica.
Otro tipo de indagación científica proviene de entender la investigación participativa de un modo casi opuesto. Ante ciertos problemas que afectan a un colectivo (por ejemplo una plaga agrícola, o la falta de dinero para sanear y fertilizar los cultivos) los expertos pueden interesarse por estos, acercarse a los afectados y proponerles ciertos ensayos o experimentos ante los que unos y otros intercambiarán experiencias y esfuerzos. Tal modo de proceder imbrica al ciudadano en los quehaceres científicos, a la par que perimte ahorrar mucho dinero a la administración, como a ellos mismos. Mi maestro y mentor Antonio Bello, ha alcanzado logros más que interesantes, como las técnicas de “desinfección de suelos”, con la exclusiva ayuda de los agricultores que hoy, más que agradecidos, no solo le homenajean, sino que valoran la actividad científica más que nunca. ¡Somos humanos! Y no ¡sacerdotes de la ciencia!. La Torre de Marfil, deviene pues en una muralla que debemos franquear. Resulta estúpido quejarse hipócritamente de la incomprensión ciudadana por la ciencia (lo que realmente piden es más recursos financieros, humanos e infraestructuras) cuando somos parte del problema, que no de la solución.
El adiestramiento en la investigación participativa debería iniciarse en las escuelas primarias, cuando a los infantes se les despierta la curiosidad por el mundo que les rodea.Jugar aprendiendo y con la colaboración de los maestros, así como de los propios científicos.La divulgación científica para niños debería fomentarse y reconocerse. ¿No ayudamos a hacer las tareas a nuestros hijos?, ¿Por qué no entonces transmitir nuestros saberes a miles, escribiendo, por ejemplo, en un blog?.
Existen incluso criaturas con trastornos o problemas mentales que pueden atesorar talentos ocultos a la hora de resolver ciertos problemas de importancia científica. Algo sobre estos temas he leído a cerca de los autistas. Su colaboración en tales menesteres podría ser tambiénparte de su terapia. Cuando un humano percibe el mundo de una manera distorsionada, puede desarrollar capacidades y percepciones singulares, que a la postre han demostrado ser en ocasiones muy útiles o valiosas. Empero nuestra sociedad desprecia todo lo que es considerado “anormal”, arrinconando a los mismos en sus familias o centros de rehabilitación que no analizan tales tesoros ocultos.
Hoy por hoy, la investigación participativa debiera traspasar la frontera de lo ocasional y/o anecdótico para abrir un nuevo modo de hacer ciencia. La investigación participativa, o al menos la preparación para realizarla, debería pues iniciarse en la infancia y formar parte de sus aspectos curriculares escolares. Os dejo ahora con la noticia que me hizo reflexionar e incitar a escribir este post.
Juan José Ibáñez
Los humanos ganan a los ordenadores
Miles de jugadores en red, la mayoría no especializados, han demostrado resolver mejor la forma que adoptan las proteínas que los programas informáticos más avanzados, han hallado científicos de la Universidad de Washington (en Seattle). Averiguar cómo se pliegan las largas cadenas de aminoácidos de las proteínas en la naturaleza -su estructura en tres dimensiones- es uno de los grandes problemas de la biología actual, al que numerosos equipos dedican enormes recursos informáticos.
FUENTE | El País Digital ; 05/08/2010
La estructura en tres dimensiones de una proteína es clave para comprender su función biológica y para diseñar fármacos que interactúen con ella. Sin embargo la predicción por ordenador de la estructura de una proteína representa un desafío muy grande porque hay que analizar un gran número de posibilidades hasta alcanzar la solución, que se corresponde con un estado óptimo de energía. Es un proceso de optimización.
En la Universidad de Washington David Baker y sus colegas decidieron en 2005 iniciar un proyecto de computación distribuida para aprovechar los tiempos muertos de los ordenadores de los voluntarios que se apuntaran. Se llamaba Rosetta@home y fue todo un éxito, como era de esperar tras el primero de este tipo, lanzado en 1999 por la organización SETIde búsqueda de vida extraterrestre. Sin embargo, pronto empezaron a llegar comentarios dealgunos usuarios, que creían que podían hacer el trabajo más deprisa de lo que lo hacía el ordenador. De hecho, los humanos todavía disponen de un talento mucho más evolucionado para la manipulación espacial que los ordenadores, recuerda Eric Hand en un comentario en la revista Nature, donde se comunica este experimento.
El caso es que Baker se apoyó en informáticos para crear en 2008 un juego en red asociado a Rosetta@home, que llamaron Foldit (pliégalo, en inglés). En él los jugadores compiten, colaboran, desarrollan estrategias, acumulan puntos y escalan niveles, mientras manipulan proteínas simplificadas con herramientas intuitivas pero según las reglas de la bioquímica.
Para los jugadores que no saben nada de biología molecular se prepararon unos niveles de introducción, y se ha demostrado, según los científicos, que los mejores jugadores son en su mayoría, ajenos a la bioquímica.
Para comprobar su pericia, los científicos plantearon a los jugadores 10 problemas concretos de estructuras de proteínas que conocían pero que no se habían hecho públicas. Encontraron que en algunos de estos casos, concretamente cinco, el resultado alcanzado por los mejores jugadores fue más exacto que el de Rosetta. En otros tres casos las cosas quedaron en tablas y en dos casos ganó la máquina.
Además, las colaboraciones establecidas entre algunos de los jugadores dieron lugar a todo un nuevo surtido de estrategias y algoritmos, algunos de los cuales se han incorporado ya al programa informático original. “Tan interesantes como las predicciones de Foldit son la complejidad, la variedad y la creatividad que muestra el proceso humano de búsqueda”, escriben los autores del trabajo, entre los que figuran, algo insólito en un artículo científico, “los jugadores de Foldit”.
“La integración de la resolución de problemas visual y la capacidad de desarrollar estrategias de los humanos en los algoritmos de computación tradicionales a través de juegos en red interactivos constituye un enfoque nuevo y poderoso para resolver problemas científicos para los que existen limitaciones computacionales“, aseguran los autores. “Estamos en el inicio de una nueva era, en la que se mezcla la computación de los humanos y las máquinas”, dice Michael Kearns, un experto en el llamado pensamiento distribuido.
Autor: Malen Ruiz de Elvira
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