Aflora la palabra regeneración, como ha ocurrido en otras etapas de nuestra historia. Acierta este diario al promover este debate, en todos los aspectos que el momento demanda.
La educación se convierte en la referencia como remedio de una situación que apremia. En el conocimiento (educación e investigación) está la clave para una sociedad que pueda aspirar a ser más dueña de su destino, ofreciendo una perspectiva de futuro a sus ciudadanos. La pregunta es si desde la universidad podemos asumir el papel que nos corresponde, para asentar las bases de esa regeneración. Normas y disposiciones sobre el sistema universitario, aprobadas por diferentes administraciones, han conformado una situación en la que el intervencionismo condiciona el desarrollo genuino de la tarea universitaria. Son intereses que ahogan la creatividad de los muchos profesionales que trabajan en nuestras instituciones de educación superior. La regeneración que necesitamos comienza por asentar el papel de la universidad en el análisis crítico de realidad que vivimos, empezando por su propia situación. El prestigio de las instituciones está en reforzar su papel como instancias independientes, para el mejor desarrollo de la docencia y la investigación, respondiendo de los recursos que recibe. La regeneración universitaria significa asentar su profesionalidad, como vía para un desarrollo intenso de su tarea. Es la única posibilidad de lograr el prestigio que merecemos, tan necesario para esta sociedad.
Autor: César Nombela |
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