Un consumo moderado de vino tinto mejora la fluidez de la sangre, hace bajar la tasa de colesterol y aumenta el nivel de antioxidantes en los pacientes que han sufrido un infarto de miocardio, según un estudio de la Universidad de Borgoña en Dijon. “En un período de tan sólo dos semanas se ha logrado modificar parámetros muy interesantes en la salud de los pacientes”, ha declarado el profesor Norbert Latruffe, del laboratorio de bioquímica metabólica y nutricional de la capital borgoñona.
Según este científico, “nunca se había hecho ningún estudio [de este tipo] sobre personas recién operadas de infarto de miocardio”, y precisa que sus resultados aparecerán próximamente en la revista científica Molecular Nutrition and Food Research. El estudio, sobre unos 30 pacientes voluntarios, todos ellos víctimas de infartos, se realizó durante dos semanas en un medio hospitalario en “el período de readaptación cardíaca”. Durante ese tiempo se ha alimentado a los pacientes con un régimen “de tipo mediterráneo, a base de aceite de oliva, fruta, pescado y hortalizas”, explica el profesor. Los pacientes fueron divididos en dos grupos. El primero consumió una copa de vino tinto en cada almuerzo y cena, es decir 250 ml diarios, mientras que el otro, en funciones de grupo de control, bebía agua.
“Los parámetros clínicos, fisiológicos y sanguíneos se han medido el primer día del estudio (D1) y el último (D14)”, informa la Universidad de Borgoña. “Los resultados muestran efectos muy interesantes a nivel sanguíneo para el grupo que consumió vino tinto: una disminución del 18% del colesterol total, un aumento del potencial antioxidante y de la fluidez de la sangre”, explica el profesor Latruffe. El investigador ha precisado que el estudio se ha realizado con un vino de guarda de Borgoña, rico en taninos y en antioxidantes.
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