jueves, 2 de diciembre de 2010

El más pragmático de los editores románticos

El más pragmático de los editores románticos

No estoy en Guadalajara, pero eso no me impide cocelebrar el Premio al Mérito Editorial 2010 que concede la Feria: su merecido receptor de este año es Jaume Vallcorba, editor según él por casualidad, editor en todo caso de fondo aupado sobre sus conocimientos de profesor universitario de literatura, el más pragmático de los editores románticos, como dijeran de él en un reportaje previo. Y es sin lugar a dudas el más romántico de los editores pragmáticos -porque dicho al revés también tiene todo el sentido- cuando afirma que: “una editorial es una empresa, y como tal tiene el propósito de poner en circulación libros para que se vendan, con los que se hace negocio. Pero también tiene la función de preservar el patrimonio cultural y recuperar voces importantes para los lectores y para la historia de la literatura”. En pocas ocasiones he podido estar tan de acuerdo con un editor, mitad corazón frío de contable, mitad corazón apasionado de letraherido.
Vallcorba, elegante y exquisito, riguroso y estricto, con él y con los demás, es, a mi juicio, sobre todo, creador de una marca distintiva, de un sello que no traiciona, de una referencia estética inconfundible, de una guía fiable para lectores perplejos, para lo cual fondo y forma concuerdan delicada y gustosamente. ¿Quién no distingue esas cubiertas rojas y negras con un saltador estilizado que se lanza resuelta y osadamente al acantilado? ¿Quién de entre aquellos a los que les gustan los libros no distingue ese papel ahuesado de denso gramaje y tintas negras a penas difuminadas como de ala de mosca? ¿Quién no reconoce el atrevimiento de traducir a Singer, Buzzati, Zweig o Chesterton, por citar solamente los que veo ahora mismo sobre mis estanterías? Solamente cabe pensar en que un editor sea próspero y reconocible practicando así el oficio, distinguiéndose de la muchedumbre de una oferta disuasoria para un lector desprevenido: “la cantidad de novedades que ven la luz, que casi se podrían contar por horas más que por días, es tan enorme”, dice Vallcorba, revelando el sentido de su trabajo y el objetivo de su vocación, “que el lector se siente desconcertado. Un procedimiento, sin duda, es que la elección devenga de una conversación, de la recomendación de otro lector. Pero también sirve el dejarse guiar por una editorial. Pienso en mí mismo como lector, y existen editoriales que siempre han respondido a mi confianza, y acercarme a cualquier título nuevo de esas editoriales no me depara ninguna sorpresa desagradable. Quizá me interesa más o menos, pero cumple mis expectativas”.
En este país donde suele resultar sospechoso alegrarse por el éxito de los demás, declaro, como lector, mi satisfacción por este merecido y justo premio a Vallcorba y al Acantilado.

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