Hace 200 años, el 7 de junio de 1812, nació en La Habana una de las personalidades que más contribuyó, en el siglo XIX, a dar prestigio a la cultura, tanto en Cuba como fuera de sus fronteras: Antonio Bachiller y Morales.
Con mucha precisión, nuestro José Martí, quien tanto lo apreció, llegó a calificarlo como “americano apasionado, cronista ejemplar, filólogo experto, arqueólogo famoso, filósofo asiduo, maestro amable, abogado justo, literato diligente y orgullo de Cuba”.
Esa valoración, de tan prestigiosa pluma intelectual, es lo que ayuda a comprender el largo y fructífero recorrido que tuvo Bachiller y Morales, quien con 26 años de edad obtuvo el título de abogado, pasando a ocupar la Secretaría de la Sección de Educación de la Sociedad Económica de Amigos del País y tres años después, en 1841, la presidencia de la Sociedad Antropológica de La Habana.
Para no pocos, la inmensa obra escrita y dejada como tesoro para las actuales generaciones de cubanos, Bachiller y Morales es reconocido como un sabio, por su contribución, su entrega decisiva a la búsqueda, el procesamiento y salvaguarda de las más diversas publicaciones de la época, tanto de Cuba como de otros países de la región caribeña y latinoamericana, labor considerada de encomiable como bibliógrafo.
Reconocido a su vez como el primero en abordar la historia de la cultura cubana, fue de aquellos que pasaron por instituciones científicas y culturales nacionales y extranjeras, dejando huellas indelebles por su inteligencia, dinámica actuación y disciplina en cuanta responsabilidad asumía. Así aconteció en el Liceo de La Habana donde tuvo a su cargo la Sección de Literatura, o en la Universidad de La Habana, como Decano de la Facultad de Filosofía. Sería también Director del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, desde 1868.
Su ingreso en la Sociedad Económica de Amigos del País, por sus indiscutibles méritos, se debió a su investigación Memorias sobre la exportación de tabaco en rama. Fue en esa institución donde desde muy temprano mostró su oposición al tráfico negrero.
Con una correcta y rica prosa literaria e historiográfica presentes en sus estudios de la América precolombina―, culminó su obra más importante que se divulgó bajo el título de Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública en Cuba; y donde aparece el catálogo de libros y folletos aparecidos en la mayor de las Antillas desde la introducción de la imprenta en 1840, así como las publicaciones periódicas impresas hasta ese año. Para lograr tan importante investigación utilizó los fondos existentes en la Sociedad Económica de Amigos del País, de la Universidad de La Habana y los que atesoraba en su biblioteca privada. Todo, ordenado por él cronológicamente, y que publicara entre 1859 y 1861.
En 1869 se inició para Bachiller y Morales una vida de disímiles experiencias, al tener que salir de la Isla por ser considerado sospechoso por las autoridades españolas de realizar actividades patrióticas. Su casa y sus bienes personales resultaron allanados por el Cuerpo de Voluntarios, que destruyó su valiosa biblioteca.
Además de su erudición en diferentes temas, fue una personalidad que supo aquilatar, con su rico pensamiento social y político, las urgencias de los momentos históricos que vivía su patria.
Bachiller había entendido que iniciada la Guerra por la Independencia en 1868, debían agotarse otras vías que evitaran los grandes sacrificios que un conflicto de esa magnitud ya acarreaban a la población. Fue así, que junto a otras personalidades, confeccionó un documento solicitando la autonomía para Cuba, como una forma de culminar la guerra.
Reconocido como hombre de espíritu enciclopédico, dedicado al estudio de la bibliografía hispanoamericana, supo sacar a la luz méritos no reparados antes o grandezas no apreciadas, méritos indiscutibles para ser llamado el Padre de la Bibliografía Cubana.
Su vasta cultura y sus inquietudes científicas le permitieron abordar temas que para él pudieran considerarse ajenos como fue su obra Prontuario de Agricultura para el uso de los labradores y hacendados de la Isla de Cuba, que recibió la crítica favorable de científicos de la talla de Álvaro Reinoso y Felipe Poey. También, sus servicios prestados a la causa de la enseñanza y a la cultura fueron resaltados por el doctor José Manuel Mestre y por el destacado pensador cubano Enrique José Varona
Bachiller y Morales fue un patriota que en sus largos años de emigración nunca dejó de trabajar, escribiendo ―a veces en medio de penurias―, a favor de los intereses de una patria libre; como fueron los trabajos divulgados en el periódico El Siglo XIX, de México, relacionados con la Guerra de los Diez Años. Un gran corolario de sus artículos apareció en numerosas publicaciones estadounidenses, también de España, México, Brasil, Italia y otros países. Colaboró en la gran Enciclopedia Americana de Appleton, y confeccionó la Guía de la Ciudad de Nueva York. Fue miembro de la Sociedad Arqueológica de Madrid, de la de Historia de Nueva York y Pennsylvania.
Aquella “alma franca” según Martí―, que resistió el frío intenso de Nueva York, supo escribir “cuanto de heroico, contradictorio o no veía a su alrededor en aquella época confusa”. Por demás, siempre conservó el recuerdo de su hijo Alfredo, quien como integrante del Ejército Libertador de Cuba perdió la vida combatiendo al ejército español.
A su regreso a Cuba, después de culminar la Guerra de los Diez Años, Bachiller y Morales se reincorporó a instituciones culturales, continuando su febril actividad como investigador y dando a conocer nuevos títulos suyos de sumo interés.
“El patriarca de las letras cubanas”, como lo definiera el historiador Emilio Roig de Leuchsenring, falleció el 10 de febrero de 1889.
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