Una que prepare a los jóvenes "para vivir en un mundo tan increíblemente incierto, que necesitamos que sepan asumir riesgos, que entiendan mucho mejor la cultura de la innovación, necesitamos que sean muy proactivos, responsables, que sepan trabajar en equipo, manejar la comunicación, las redes sociales; esas son las herramientas que nuestros hijos necesitarán y que les debe dar la escuela". El profesor estuvo en Madrid en junio, invitado por la editorial Santillana, para dar una conferencia en el congreso de la Red Innova.
Pregunta. ¿Cómo empieza el cambio? Respuesta. Hay que huir del currículo basado en los contenidos. El modelo tradicional da a los niños información y datos y luego les examina para ver si los recuerdan. El nuevo modelo debe hablar de desarrollos y habilidades. Si miras a los países que han conseguido mejorar en el informe Pisa de la OCDE, todos se han alejado de los currículos basados en los contenidos, incluso Shanghái.
P. ¿Y cómo se convence a los padres de esa necesidad de cambio, si la mayoría lo que quiere es que sus hijos aprendan, como ellos hicieron, muchas matemáticas, mucha lengua, muchas ciencias? R. Es cierto que ese es un gran reto, porque, a diferencia de cualquier otro ámbito, todo el mundo es un experto en educación, ya que todos han ido a la escuela. Basan su opinión en su propia experiencia. La cuestión es ayudar a los padres a entender que el mundo ya no es como era cuando ellos crecieron. Creo que hay muchos padres que piensan que el sistema no está funcionando, pero no saben cómo tiene que ser para que lo haga. Así que los políticos han de tener mucho coraje en lugar de pensar a corto plazo.
P. Pero muchos padres tampoco piensan en cómo será la educación en 20 años, porque para entonces sus hijos ya estarán fuera del sistema. R. Esa es precisamente la necesidad de hacerlo cuanto antes, ahora mismo, porque si no, los niños de hoy se estarán hundiendo en 20 años. Los políticos necesitan sentir que tienen el control, pero lo que hay que hacer es dar el poder a las escuelas.
P. Entonces, más autonomía, ¿con evaluaciones o sin ellas? R. Como educadores, tenemos que rendir cuentas, por muchas razones, pero la primera, porque estamos tratando con el recurso más valioso, los niños. Además, los niños de una generación que van a tener que resolver las grandes crisis que les dejaremos como herencia: el desastre medioambiental, la crisis económica... Sin embargo, en un sistema dominado por los exámenes, con las escuelas evaluadas por los logros académicos de esos exámenes, los profesores tendrán una enorme presión para centrarse únicamente en preparar a los niños para hacer esas pruebas.
P. Entonces, ¿cómo se puede evaluar? R. Primero hay que identificar esos comportamientos y habilidades que necesitamos que tengan los jóvenes, reconociendo que lo que no se puede poner en un examen no quiere decir que no sea valioso. Creo que es muy fácil evaluar la autoconfianza de un niño, cómo es de innovador, de creativo, su capacidad para tomar riesgos y cometer errores. No digo que no tenga que haber una nota del proceso académico, sino que tiene que ser solo una parte de un modelo mucho más sofisticado.
P. ¿Por qué es tan difícil cambiar la escuela? R. Esa es la pregunta del millón. La mayoría de los profesores y de los padres piensan que el sistema tiene que cambiar, y creo que la mayoría de los líderes económicos también. Me parece que los únicos que no están preparados para permitir el cambio son los políticos (por la necesidad de control y su pensamiento a corto plazo). Lo que tienen que entender en Reino Unido o España es que el cambio verdadero va a llevar tiempo, por supuesto más de una legislatura, quizá más de una generación para que sea una completa realidad.
Autor: J. A. Unión |
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