El conocimiento de la regulación de la movilidad en rizobacterias utilizadas como inoculantes en agricultura redunda en una mejora de sus aplicaciones.
Cada vez está más extendida la idea de sustituir los agroquímicos para desarrollar una agricultura más sostenible con el medio ambiente. Existen bacterias que de forma natural viven asociadas a las raíces de las plantas y que son capaces de promover su crecimiento.
Estas bacterias son las denominadas rizobacterias y pueden ser utilizadas en sustitución de los citados agroquímicos para incrementar el rendimiento agrícola. Pero la utilización de las rizobacterias como inoculantes depende de su capacidad para colonizar competentemente y persistir en la raíz de la planta. El grupo de investigación de Rafael Rivilla y Marta Martín en la Universidad Autónoma de Madrid, perteneciente al consorcio MICROAMBIENTE, estudia el proceso de colonización competitiva por parte de la rizobacteria Pseudomonas fluorescens F113 que es un potente agente de biocontrol de hongos fitopatógenos ya que produce un antifúngico de amplio espectro denominado DAPG. Han observado que uno de los caracteres que imprimen mayor competitividad a este inoculante es su capacidad de movimiento, permitiendo un asentamiento más prolongado en un nicho ecológico cambiante como es la rizosfera. De hecho, recientemente han publicado un artículo en el que explican cómo han obtenido estirpes hipermóviles y más competitivas que presentan sustancialmente mejoradas sus cualidades de biocontrol de hongos patógenos de plantas (1). En la actualidad, se encuentran investigando cómo las rizobacterias regulan su capacidad para moverse y han publicado un artículo en la revista PLoS ONE (2) explicando la regulación de la síntesis del aparato flagelar, estructura encargada del movimiento de esta bacteria. Un mayor conocimiento en los mecanismos que permiten a las rizobacterias utilizadas como inoculantes permanecer en la rizosfera de las plantas redundará en una mayor eficacia en sus usos para favorecer el crecimiento de las plantas.
(1) Barahona y col. (2011). Appl. Environ. Microbiol. 77: 5412-5419
(2) Martínez-Granero y col. (2012). PLoS ONE 7(2): e31765
No hay comentarios:
Publicar un comentario