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Cuantificar la iconicidad en la ilustración y el cómic para su representación en bases de datos documentales, ¿es posible?
17 febrero, 2012 | Por Jesús Castillo-Vidal en Notas ThinkEPI 2012 |
Hay un tema que siempre me ha interesado como profesional de la información y es el de cómo es posible trabajar con la información no objetiva que nos suministran representaciones artísticas en forma de dibujos, ilustraciones, etc…, es decir, todo aquel documento gráfico que no es la representación directa de la realidad, mediante captura a través de métodos electrónicos, mecánicos o lo que sea, como pueden ser fotografías o imagen en movimiento.
Como decíamos en otro sitio, y a otra hora, la teoría general de la imagen nos ofrece una clasificación de las imágenes basada en el grado de representación de un documento gráfico (foto, dibujo, ilustración, etc.) con respecto del objeto representado. Es lo que se conoce como iconicidad, concepto proveniente del estudio del signo por parte de la semiótica. La iconicidad no es otra cosa que la mayor o menor concordancia entre el objeto representado (referente) y su representación (significante). Yo asimilo el dibujo y lo pongo al nivel del signo, del icono. Su representación, su identificación e interpretación, marcan la cantidad y calidad de la información que nos llega con su observación.
En el ámbito de la semiótica, en relación a la iconicidad se producen dos corrientes no excluyentes (simplemente difieren en la aplicación del lenguaje): una que marca que a mayor grado de identificación mayor iconicidad (una foto, por ejemplo); y otra que a mayor diferenciación, mayor iconicidad, como podría ser un dibujo pseudoabstracto, ya que si fuera abstracción total, estaríamos hablando de una representación no figurativa, donde se ha perdido el nexo que une al significado con el significante.
La iconicidad en medios artísticos es una fuente casi inagotable de información de calidad que se pierde irremediablemente cuando se hace un análisis de contenido de andar por casa; matices que no se tienen en cuenta pero que marcan completamente el mensaje final que se recibe, no tenerlos en cuenta es un error de categoría. Otro más.
Debemos primero comprender que las imágenes contienen una gran carga de información y que es necesario extraer todo su contenido. Si no es así, el análisis será incompleto y casi inútil. Al tratar el tema del análisis de imágenes desde el campo de la documentación, se ha hecho siempre especial hincapié en dos aspectos fundamentales:
- Análisis denotativo: ¿qué se muestra? Una casa, un avión, un caballo corriendo, etc., etc.
- Análisis connotativo: ¿qué se sugiere? calidez del hogar, guerra, libertad, etc., etc.
Pero nos olvidamos de una operación de análisis importantísimo cuyos resultados en términos de información es totalmente ignorado: el análisis icónico, es decir, ¿cómo se muestra el objeto?
El análisis icónico, evidentemente, no es necesario en el caso de un proceso de indización de una colección de fotografías (archivo fotográfico) o imágenes en movimiento (archivo audiovisual), donde el significante es exactamente igual que el referente, una mera copia, un reflejo idéntico. Hablo únicamente de aplicarlo en el caso de que tengamos que analizar, por ejemplo, dibujos, ilustraciones o cómics, principalmente, donde el significante es producto de una interpretación personal que un artista realiza del referente natural. En este caso hay que tener en cuenta una serie de puntos que son muy importantes, pues de su comprensión y tratamiento obtendremos datos importantes en relación a puntos como:
- Matices informativos en el mensaje emitido.
- Definición del espectro grafico de la obra.
- Establecimiento (cuantificable) del estilo de dibujo del artista.
Pongamos un ejemplo (recogido de un trabajo que presenté en una reunión que celebramos en Lisboa un grupo de bibliotecarios locos por los cómics en 2008), y tomemos una caricatura del expresidente José María Aznar para explicar todo esto:
Tenemos en este caso una caricatura simple, con apenas unos trazos (Forges). Es una representación esquemática de una personalidad real pero que, sin problemas, la identificamos. Veamos ahora otro ejemplo (Vizcarra):
Es el mismo personaje, es una caricatura, pero, ¿qué tiene en común con la anterior? pues sólo una cosa: comparten el hecho de que ambas son representaciones idealizadas del mismo referente, por lo demás, todo son diferencias: una es más esquemática, otra más detallada; una se aleja más al referente y otra está más cercana, aunque exagerada en sus facciones; una presenta menos detalles, otra es más detallada. Son, en definitiva, dos estilos diferentes de caricatura. Sin embargo, en ningún caso tenemos problemas para reconocer el referente.
Y aquí es donde se encuentra el punto fuerte de mi teoría de los niveles de iconicidad y su representación cuantificable para incluir esa información en bases de datos para, por ejemplo, cubrir necesidades de búsqueda del tipo: “necesito caricaturas de José María Aznar, pero que sean muy naturales, o muy esquemáticas, o muy exageradas…”. Es decir, lo que quiero plantear aquí es: ¿cómo representamos estos diferentes niveles de iconicidad en una base de datos que nos permita luego recuperar la información de manera satisfactoria? Está claro que no podemos usar estructuras informativas del tipo:
- “Buena caricatura”: porque, ¿qué marca que una caricatura es buena o mala? ¿Es buena porque exagera los rasgos o porque es capaz de esquematizarlos de tal forma que con apenas dos trazos es posible identificar al personaje?
- “Se parece mucho”: vale, ¿pero cuánto?
Necesitamos, pues, un calificador fácil de usar en la indización de la imagen que permita, además, una fácil recuperación. Y no sólo eso. Estamos basando nuestra teoría de la representación documental icónica en el grado de acercamiento existente entre el referente y el significado pero, ¿qué ocurre en ilustraciones como estas?:
Pues muy fácil. Son ilustraciones que representan algo que no tiene referente en el mundo real. Así pues, ¿cómo podemos establecer si son imágenes mucho o poco icónicas? Y lo que es más importante, lo que buscamos realmente, ¿cómo realizamos la representación de los niveles de iconicidad de manera que sean cuantificables y podamos?
El objetivo es conseguir que esa información sea cuantificable y pueda ser fácilmente representada en una base de datos para que, con posterioridad, pueda ser recuperada.
Pues muy fácil. La respuesta la tenemos en:
- Las teorías del lenguaje icónico planteadas por un tipo llamado Raymond Colle.
- El excelente trabajo de Scott McCloud y su Big Triangle.
- Una cosa llamada “canvas”.
- Y el juego de los barquitos.
Cómo citar este artículo:
Castillo-Vidal, Jesús. “Cuantificar la iconicidad en la ilustración y el cómic para su representación en bases de datos documentales, ¿es posible?”. Anuario ThinkEPI, 2012, v. 6, pp. ¿¿-??.
Castillo-Vidal, Jesús. “Cuantificar la iconicidad en la ilustración y el cómic para su representación en bases de datos documentales, ¿es posible?”. Anuario ThinkEPI, 2012, v. 6, pp. ¿¿-??.
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