sábado, 8 de enero de 2011

Bibliotecas y bibliotecarios en búsqueda de la innovación perdida

Bibliotecas y bibliotecarios en búsqueda de la innovación perdida

LOS DÍAS 18 y 19 de noviembre de 2010 tuvieron lugar en la Biblioteca Nacional las XII Jornadas de Gestión de la Información de Sedic. Se centraron en “El valor económico de la información: mercados, servicios y rentabilidad ”y fue muy estimulante participar en ellas.
La tercera mesa redonda, “Innovar o morir” se dedicó básicamente al binomio “innovación+emprendedores”. En el debate, entre otros temas, surgió de nuevo la cuestión sobre si los profesionales de la información somos o no innovadores y cómo se puede innovar.
Algo que es repetitivo en el día a día de nuestra profesión, sobre todo en jornadas, congresos y foros profesionales, es la llamada continua a la “innovación”: innovación en el modelo de biblioteca, en la forma de proponer espacios y servicios, en la forma de trabajar, etc.
En esta nota ThinkEPI rescato algunas reflexiones que me surgieron a raíz de las sugerentes intervenciones tanto de ponentes como del público, no tanto con la intención de ofrecer respuestas, complejas todas ellas, sino para compartir unos cuantos pensamientos con vosotros en la búsqueda conjunta de nuevos argumentos.
En primer lugar, una de las intervenciones me sugirió que las preguntas que periódicamente se lanzan en nuestros foros profesionales (“¿cómo se innova en nuestra profesión?” o “¿qué se debe hacer para innovar?”) quizás deberíamos “reformularlas”.
Me explico: ¿nos imaginamos a un pintor preguntando a otro cómo se pinta o a un escritor investigando y preguntando a otro cómo se escribe? Se sabe pintar o no, se sabe escribir o no, se puede incluso explicar cómo se ha pintado un cuadro o el proceso de escritura del libro, pero difícilmente el hecho de explicar la técnica convierte a la otra persona automáticamente en un pintor o en un escritor.
El creativo, el innovador, el emprendedor o como deseemos llamar a este perfil concreto de personalidad cuenta con unas habilidades determinadas que pueden potenciarse a posteriori mediante el aprendizaje, la práctica, el benchmarking, etc., pero que ya están innatas en el perfil de su personalidad.
En este punto podríamos caer en el debate “determinismo versus aprendizaje” intentando analizar si un innovador nace o se hace. Esta aparente contradicción en mi opinión no es tal. Se aprende aquello a lo que estamos predispuestos y por tanto el mero deseo de querer incorporar nuevos conocimientos de alguna forma ya revela que poseemos una serie de habilidades y de intereses (desconocidos a veces incluso para nosotros) que nos hacen atractivas unas actividades y que en cambio nos hacen rechazar otras.
Un innovador lo es siempre, no únicamente en su profesión. Lo es también en su vida privada, en su forma de comunicar, en sus hábitos y costumbres, en los retos que se propone, etc. En mi opinión, ser innovador no es exactamente sinónimo de alguien que tiene una idea, más bien es alguien que “persigue” la idea, que cree tozudamente en ella hasta el punto de que cree que vale la pena correr el riesgo de llevarla a cabo, es alguien que le apasiona cambiar realidades, que se siente a gusto y tiene curiosidad por los cambios, pero no como espectador, si no como actor.
Y no nos engañemos: no innovan las organizaciones, sino las personas. Las organizaciones innovadoras lo saben bien y potencian el talento de sus colaboradores. Y además, un innovador puede serlo tanto en el mundo empresarial privado como en los servicios públicos, que es uno de los destinos laborales preferentes de los bibliotecarios.
Y ello me deriva a la segunda reflexión que deseo compartir: ¿los bibliotecarios innovadores pueden encontrar su lugar y trabajar a gusto en la esfera de los servicios públicos? ¿Qué tipo de organización necesitamos en la función pública -y por tanto, también en las bibliotecas- para promover una cultura de la innovación?
1. Creativos versus implantadores
Y se me revelaron como necesarios para la organización dos tipos de perfiles bibliotecarios diferentes y complementarios a la vez:
a) Un perfil creativo, innovador, que “sabe” poner en cuestión el estatus establecido, con una visión diferente, apasionado por el reto y por el cambio. Si a esta persona se le pide que únicamente implante y acate órdenes seguro que no se siente a gusto con su trabajo.
b) Un perfil “implantador”, al que se le pide que ejecute bien aquello que ya está creado y establecido. Mantiene el orden y la sistematización. Si a este perfil se le pide que asuma el rol de innovar, de romper moldes, se sentirá igualmente incómodo. No se puede pedir a un implantador nato grandes dosis de innovación.
Evidentemente no todo es blanco o negro. Entre estos dos perfiles hay una gama de grises en la que se combinan e incluso, excepcionalmente, ambos pueden conjugarse en la misma persona.
Ambos perfiles (creativo e implantador) se complementan y son necesarios para la organización, y ésta debería tener en cuenta que las personas que están desempeñando un determinado puesto de trabajo deben tener las competencias adecuadas a éste. Y ello, no únicamente porque se sea más “productivo”, sino también porque la persona es “más feliz” en su trabajo. Una persona situada en el puesto de trabajo adecuado a sus conocimientos y habilidades se sentirá más segura con los objetivos y retos que tiene planteados y será más eficaz en su tarea cotidiana.
Es evidente que para un colectivo como el nuestro, que cada vez más se autodenomina “profesional de la información”, la innovación no debería ser algo superpuesto, añadido, algo que se persigue y que cuesta conseguir, algo que continuamente se ha de alentar. La innovación, o al menos rasgos claros de innovación, deberían estar presentes en la esencia de todo profesional actual por muchas razones, pero por tres hechos como mínimo:
a) Nuestra “materia prima”, la información, cabalga sobre tecnología y por tanto está en el ojo del huracán de toda transformación. Actualmente es inseparable la combinación “información-tecnología-innovación”.
b) Las bibliotecas tienen su razón de ser en el servicio al usuario, y éste no es algo abstracto sino que son personas que pertenecen a la actual sociedad del conocimiento, multicultural y global, con hábitos y usos culturales en constante cambio, “innovandose” constantemente. No podemos “entender” a estos usuarios y proponerles nuevos servicios desde el pasado, desde una mentalidad postindustrial. Se han de explorar y lanzar nuevas ideas con riesgo, adelantándonos al futuro y no tanto analizando las necesidades de nuestros clientes actuales.
c) Si son las personas las que innovan y no las organizaciones, necesitamos al frente de las bibliotecas y de las estructuras bibliotecarias perfiles profesionales comprometidos con la innovación, y ello significa personas sin miedos, valientes y capaces de hacer el cambio de estructuras y de organización que nuestras bibliotecas necesitan. Gestión e innovación no deberían ir tan separadas como van actualmente. Innovar desde el punto de vista de la gestión no tiene nada a ver con tener “ideas” propias y ordenar a los otros que las pongan en práctica, sino con la capacidad del directivo de saber identificar aquellas que son factibles y creativas, que no tienen porqué ser propias, implantarlas con éxito, generar valor con el resultado y ser útiles desde la perspectiva del ciudadano.
2. Innovación y perfil del profesional de la información
La innovación tiene que formar parte de nuestra vida cotidiana en la biblioteca. Sí, ya lo sabemos. Pero debemos huir de la “tiranía de la innovación”. La innovación mal entendida por una organización puede generar una presión excesiva en las personas e incluso simplemente generar un movimiento falso, en el sentido de conformarse con “parecer innovadores”, como muy bien apunta Nieves González en su blog. “La innovacion debería ser una exigencia en el puesto de trabajo y no puede gestionarse como se gestiona la calidad”, nos comenta muy acertadamente.
Siguiendo con mis reflexiones me surgieron estas nuevas preguntas: ¿por qué nos interrogamos tanto sobre cómo innovar en nuestra profesión? Y quizás me atrevería incluso a ir más allá en mis planteamientos: ¿somos un colectivo y una profesión atractiva para incorporar a nuestras filas perfiles innovadores? Si la respuesta es positiva, entonces, ¿por qué escasea tanto la innovación bibliotecaria en nuestro país? Y si la respuesta es negativa: ¿por qué razón esta profesión no atrae a perfiles innovadores?
Cavilando un poco más sobre el tema, me pregunté si la actual oferta formativa, el nuevoGrado de información y documentación atrae a este tipo de estudiantes creativos e innovadores. ¿A qué tipo de perfiles atrae y a qué tipo rechaza el contenido formativo de este nuevo grado? Porque una determinada oferta formativa puede ejercer atracción sobre determinados perfiles y en cambio rechazar a otros.
¿Han elaborado las universidades o las asociaciones profesionales estudios al respecto? ¿Es igual de atractiva nuestra oferta para estudiantes creativos e innovadores como los estudios de comunicación, audiovisuales o de periodismo, por ejemplo? ¿Sabemos qué estudios son nuestros competidores más inmediatos y cómo hacer más atractiva y competitiva la oferta formativa para este tipo de perfiles creativos que necesitamos incorporar a la profesión?
También unas determinadas características estereotipadas del colectivo profesional pueden ser un polo de atracción o de rechazo para las nuevas generaciones que se han de incorporar. ¿Se han realizado estudios al respecto de cómo nos ve el “imaginario colectivo” de forma seria y con afán de plantear cambios al respecto y no únicamente para pasar un rato divertido con los estereotipos y chistes que todos ya conocemos?
Y continuando con la reflexión: supongamos que sí, que al final una buena legión de jóvenes creativos e innovadores se nos cuelan en la profesión con el ánimo de ir cambiando cosas. ¿Superarían las pruebas de acceso a la función pública? ¿Las pruebas para la selección de personal están preparadas para detectar y aprobar a este tipo de perfiles?
3. Innovadores en organizaciones tradicionales
Supongamos que sí, que también han conseguido superar unas “creativas oposiciones” y se incorporan a su puesto de trabajo. Allí puede que se encuentren, por una simple cuestión de edad, con un jefe/a “inmigrante digital” que puede que la innovación no sea su prioridad, o incluso peor, que tenga “fobia” al cambio o a la tecnología, por las razones que sean.
Y finalmente, ¿cómo se sentirá este joven emprendedor cuando finalmente entre a trabajar en una biblioteca y en la evaluación de desempeño de su puesto de trabajo únicamente se le valore su competencia ejecutora? Porque en la mayor parte de las redes y sistemas bibliotecarios de nuestro país la biblioteca está considerada únicamente como un servicio finalista donde debe primar la implantación, el acatamiento y cumplimiento de estándares, normas y órdenes y donde la iniciativa emprendedora muchas veces incluso molesta.
Además, son las personas las que innovan, pero no solas y cerradas en sí mismas. La innovación requiere diversidad de perspectivas, experiencias y conocimientos. Requiere aflorar talentos trabajando transversalmente, en cooperación. Hoy más que nunca, las bibliotecas necesitamos el empuje de muchos otros colectivos diferentes a los bibliotecarios. La cooperación ha de salir fuera de nuestro ámbito profesional, hemos de salir de nosotros mismos y acercarnos a otros colectivos. No podemos innovar si continuamos cerrados en nosotros mismos y con miedo a “los otros”.
Si soy sincera y realista, no creo que reflexiones como éstas ayuden demasiado a cambiar nuestro mundo profesional. La situación actual y en un futuro cercano se percibe realmente compleja. Se necesitarían muchos cambios, muy rápidos, y poner a funcionar mucha capacidad de decisión. Mientras tanto, nos conformaremos y continuaremos debatiendo en congresos y jornadas sobre cómo incorporar la innovación, aunque después realmente una gran parte de nuestro trabajo se desempeñe forzosamente de espaldas a ella.
Cómo citar este artículo:
LozanoRoser. “’Bibliotecas y bibliotecarios en búsqueda de la innovación perdida”. Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. ¿¿-??.

2 respuestas a Bibliotecas y bibliotecarios en búsqueda de la innovación perdida

  1. Carmen Varela Prado
    A VECES LA INNOVACIÓN ESTÁ EN EL TRABAJO DIARIO
    Por Carmen Varela Prado
    Aunque ya hace días que esta nota de Roser Lozano fue publicada, la retomo para compartir algunas reflexiones sobre el tema que plantea a punto de cerrar la puerta del 2010 y abrir la del 2011 con una buena dosis de incertidumbre.
    El contexto social, político y económico afecta negativamente a todos los colectivos sociales y es difícil sustituir la incertidumbre por expectativa y por oportunidad para encontrar nuevas vías y soluciones.
    El tono del discurso de Roser no es muy optimista y comparto muchas de sus reflexiones y respuestas que da a las mismas, tantas veces, tema de conversación entre compañeros/as bibliotecarios y en otros grupos ajenos.
    Ciñéndonos a nuestra profesión y a pesar de que continuamente estamos hablando de reinventarnos, no cabe la menor duda que tenemos que cambiar en muchos aspectos por propia pervivencia del colectivo, y esto, es algo que fluctúa en el ambiente aun en bibliotecas más resistentes a adoptar ningún cambio.
    Estoy de acuerdo que la capacidad de innovación va insertada en la personalidad de las personas más que en las organizaciones, personas inquietas, con imaginación tanto en su vida profesional como personal, capaces de salir de la espiral y el convencionalismo. Innovar implica arriesgar, es ir contra el sistema establecido y es preciso contar con grandes dosis de fortaleza y perseverancia para desarrollar una idea que casi siempre surge en solitario como diseñador pero que siempre necesita apoyo para la ejecución, y cuantas se quedan en el diseño, porque los obstáculos acaban por anular la idea y la persona frustrada vuelve a la espiral.
    Cuando se refiere al perfil de los jóvenes y futuros profesionales innovadores, la proyección no deja de ser similar a otras titulaciones, intentamos formar para la adquisición de competencias intentando generar mentes abiertas, reflexivas, analistas, creativas… y los sistemas de acceso a la función pública en poco valor ponen la capacidad de innovación y creatividad, véase como alcanza una plaza un juez, un maestro, etc. Y en la empresa privada los empleadores apuntan que los jóvenes profesionales aportan un título que avala sus conocimientos pero carecen de habilidades para saber hacer. Por tanto se da claramente una disfunción total entre el sistema educativo y el mercado laboral.
    Sin embargo, no quiero ser pesimista ante el futuro. Tenemos que tener en cuenta que todo ha ido muy rápido en estos últimos años y no hemos tenido tiempo de adaptarnos a las nuevas necesidades, perfiles, sistema educativo, exigencias profesionales, pero siempre hemos sido un colectivo innovador y puntero en muchos aspectos.
    No vamos a salvar el mundo pero si podemos jugar un papel importante y debemos adoptar esa responsabilidad. A veces la innovación está en el trabajo diario, en la flexibilización de las normas, en estrategias concretas y puntuales, en planificar teniendo en cuenta la realidad o las distintas realidades, aprovechando todas las oportunidades, intentando conjugar esfuerzos con otros colectivos y compartiendo las experiencias, los problemas entre nosotros para buscar soluciones a través de nuestras buenas prácticas que como colectivo nos honra por la capacidad innata de cooperación, que si no abarca a todos/as, sí a muchos.
    Afrontar el futuro con cierto grado de optimismo e ilusión contribuirá a impulsar el cambio.
    Querida Roser, afrontemos este nuevo año como el lince, “demos vida a los sueños para no matar el alma […]”.
  2. AGENDA DIGITAL EUROPA 2020
    Por Xavier Agenjo
    1. Europeana Data Model.
    2. Linked Open Data.
    3. MARC21/RDA.
    Más resumido imposible.
    Más claro, agua.
    Más difícil, dado el estado actual de la biblioteconomía en España, impensable.
    Marco Legal: La Agenda Digital Europa 2020, aprobada en su versión definitiva el 26 de agosto de 2010, en la que consagra a Europeana como acción clave 15.

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