La convergencia de la Web 2.0 con la Web móvil está alterando la naturaleza de la Red y todas las actividades socioeconómicas que se desarrollan en ella. El gran incremento del consumo de datos en movilidad desde las redes sociales produce cambios de hábitos (disminución del uso de correo electrónico, chats, sms, gran crecimiento del consumo de vídeos, fotos…) y una nueva forma de gestionar el tempo informacional (acceso inmediato a información, lecturas más breves, sincronización en la nube) que están modificando la Web tradicional.
Los contenidos digitales generados en la sociedad móvil en red tienen en común que su creación cuenta con una elevada aportación de los usuarios. El usuario como centro del ecosistema informacional es un fenómeno que comenzó con la Web 2.0 y que ahora se está viendo potenciado por las nuevas capacidades de captación de información y contenidos ofrecidas por los terminales móviles de última generación.
Los móviles son el dispositivo de acceso a internet con mayor grado de aceptación entre los usuarios porque permiten ubicuidad y dinamismo. Estos nuevos dispositivos perfilan una nueva ciudadanía que consume información (desde cualquier sitio, en cualquier momento) utilizando dispositivos sincronizados gracias al cloud computing. Su ubicuidad, su capacidad para capturar fracciones de la realidad que son compartidas con otros usuarios (por ejemplo imágenes y sonidos geolocalizados) les están convirtiendo en un avanzado soporte para la actualización, modificación y difusión del hecho local.
La información local en el nuevo escenario informacional y su repercusión en la biblioteca: la gestión de las nuevas subjetividades
La información local en la sociedad industrial estaba muy limitada en cuanto al soporte, a los creadores y, sobre todo, en cuanto al acceso. La memoria local documentada reflejaba porciones muy fragmentadas de nuestra actividad como comunidad: sucesos excepcionales recopilados y analizados por una minoría y recogidos gracias a instituciones públicas, centros de investigación y medios de comunicación. La producción local tenía poca visibilidad, un carácter muy transcendente y necesitaba un decidido apoyo institucional para materializarse. Como profesionales nos esforzábamos en recopilar, almacenar y conservar esta producción documental en nuestras bibliotecas.
En esta sociedad conectada el abaratamiento de la tecnología, la disminución de las curvas de aprendizaje y la gran tasa de penetración del uso de internet facilita que todos podamos crear y difundir contenidos. El hecho local documentado ya no se transmite sólo en papel ni es tan excepcional; es cotidiano, multimedia y viral; se difunde a través de la Red por ciudadanos que comparten sus vivencias con otras personas. Un vistazo al “efecto twitter” y al fenómeno del “periodismo ciudadano” es suficiente para percatarnos de cómo han cambiado las formas de contar y construir memoria.
Las instituciones públicas siguen siendo un importante impulsor de iniciativas de la memoria local pero no pueden pretender ser sus agentes únicos y centrales. El gran esfuerzo de digitalización para facilitar el acceso a fuentes de información local alojadas en centros especializados, que las instituciones recopilan y canalizan a través de grandes repositorios digitales creados bajo su tutela, no debe hacernos obviar que las tecnologías de la información y la naturaleza de la Web social (potenciada ahora por la Web móvil y la computación en la nube) permiten a los ciudadanos acometer un gran número de proyectos inimaginables hace poco tiempo, y que ninguna institución por sí sola podría promover.
La irrupción de la Web móvil facilita la creación de contenidos relevantes para la comunidad; materiales creados sin una voluntad de “contenido local” y faltos de una autoría de calidad contrastada (según criterios clásicos) que dificulta su inclusión en las colecciones bibliotecarias. Esta gran producción multimedia no encuentra acomodo en los catálogos, sus vías de difusión, aun siendo muy variadas, se alejan de las que ofrece la biblioteca tradicional y su visibilidad/descubrimiento ya no es gracias a las bibliotecas y los grandes repositorios, sino a las redes sociales y los nuevos dispositivos.
El gran esfuerzo institucional en digitalizar lo analógico para mantener y difundir memoria será insuficiente si no se acompaña de un impulso a la creación en digital y de un reconocimiento de la riqueza de los nuevos contenidos creados por el conjunto de la sociedad.
La convergencia de la Web 2.0 con la Web móvil nos plantea una paradoja muy curiosa en cuanto a la autoría de los contenidos: la existencia de personas con competencias informacionales que utilizan las nuevas tecnologías y generan contenidos sin reparar en su impacto en la memoria local junto a colectivos que, centrando sus esfuerzos en la investigación y difusión local (investigadores académicos, cronistas locales), desconocen las posibilidades de la tecnología. Este desconocimiento, además de penalizar la difusión y la creación de nuevos contenidos, dificulta su visibilidad.
Ambos grupos son imprescindibles para que las comunidades puedan mantener su personalidad y su presencia en una sociedad globalizada. El concepto de calidad de fuentes y autores debe ser repensado en nuestras bibliotecas.
La biblioteca sigue teniendo credibilidad y ocupa un lugar privilegiado como espacio de interacción en el que convergen una rica variedad de usuarios con un gran nexo de unión: la pertenencia a la misma comunidad. Conservar y difundir la memoria es una de las prioridades de la biblioteca pública, pero es necesario entender las nuevas condiciones socio-informacionales y replantear los métodos de trabajo para seguir siendo un referente de todos aquellos que necesitan información local.
En este escenario de sobreabundancia informativa, el papel de intermediación debe readaptarse a la proliferación de creadores de contenido local, a la eclosión de fuentes, a las nuevas formas de demanda, acceso y consumo de información y a los nuevos dispositivos. Si hasta hace poco intentábamos garantizar el almacenamiento, ahora debemos también facilitar el acceso. Las posibilidades de atención a nuestra comunidad se han enriquecido y, por supuesto, también las exigencias.
Conocer las necesidades, hábitos de información y las capacidades técnicas de los usuarios es fundamental; poseer el conocimiento tecnológico para experimentar nuevas formas de distribución multimedia para formar ciudadanos en el uso de sus capacidades en movilidad, para rastrear nuevas fuentes, para “cocinar” contenidos al gusto de los diferentes colectivos, para experimentar la remezcla y para intentar mixturar los diferentes círculos adyacentes -pero no convergentes- de usuarios deben ser prioridades cotidianas.
Si queremos ayudar a construir memoria local necesitamos contenidos adaptados a los nuevos dispositivos y personas capaces de interactuar con ellos. Sabemos por experiencia que el acceso a una determinada tecnología (TIC) no significa que se sepa utilizar (TVIC); del mismo modo que la aparición de las herramientas de la Web 2.0 (blogs, agregadores, etiquetado social…) necesitó de procesos de alfabetización informacional para poder ser asimiladas, para que empiecen a ser productivas en el acceso a los nuevos terminales móviles deben ir acompañadas de un aprendizaje de sus potencialidades. Creo que la biblioteca tiene mucho que aportar en este camino de transformar las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en TVIC (Tecnologías para la Vida Cotidiana) (Sáez Vacas, 2011). Como profesionales no nos queda otra que experimentar con la generación y consumo de datos en movilidad porque no se puede utilizar y explicar aquello que no se entiende bien. Una mirada a los teléfonos que usamos es suficiente para entender que tenemos mucha tarea por delante.
Las comunidades necesitan agentes locales que aporten contenidos adaptados al nuevo entorno (datos vinculados, multiformato, multimedia, bajo licencias que faciliten la redistribución, accesible desde cualquier dispositivo, lugar y momento) para conseguir afianzar el concepto de patrimonio y memoria local en la sociedad de la información. En este contexto de Web móvil la biblioteca debe encontrar su lugar conjugando el tradicional papel de agente dinamizador especializado en el acceso a recursos bibliográficos con el nuevo rol de prescriptor de nuevos recursos web más informales.
Referencias bibliográficas
Arroyo-Vázquez, Natalia. Informe APEI sobre movilidad. Gijón: Asociación Profesional de Especialistas en Información, 2011.
http://eprints.rclis.org/bitstream/10760/15898/1/informeapeimovilidad.pdf
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Saorín, Tomás. “Los proyectos de memoria ciudadana y la biblioteca orientada a los contenidos 2.0”. Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. 70-72.
http://www.thinkepi.net/los-proyectos-de-memoria-ciudadana-y-la-biblioteca-orientada-a-los-contenidos-2-0
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Sáez Vacas, Fernando. “Cultura y tecnología en el nuevo entorno tecnosocial” Madrid: Fundación Rogelio Segovia para el Desarrollo de las Telecomunicaciones, 2011, 181 p.
http://www.gsi.dit.upm.es/~fsaez/intl/cultura_y_tecnologia.pdf
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Ullastres, César. “Tecnologías de la vida cotidiana”. Análisis madrid+d, 17 mayo, 2011.
http://www.madrimasd.org/informacionIdi/analisis/analisis/analisis.asp?id=48474
http://www.madrimasd.org/informacionIdi/analisis/analisis/analisis.asp?id=48474
Cómo citar este artículo:
Juárez-Urquijo, Fernando. “Biblioteca pública y memoria local en la Web móvil”. Anuario ThinkEPI, 2012, v. 6, pp. ¿¿-??.
Juárez-Urquijo, Fernando. “Biblioteca pública y memoria local en la Web móvil”. Anuario ThinkEPI, 2012, v. 6, pp. ¿¿-??.
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