miércoles, 27 de julio de 2011

Valentí Fuster abre la vía a mejorar la calidad de vida en ancianos


Una dosis de sirtuinas, otra de telomerasa y un pellizco de células madre. Es la mejor fórmula que puede ofrecer hoy día la ciencia para retrasar el envejecimiento, según datos aportados por el cardiólogo Valentí Fuster en el curso magistral que ha impartido en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en Santander.
FUENTE | La Vanguardia Digital20/07/2011
Aunque los ingredientes de la fórmula no se encuentran en las farmacias, es posible hacer que el propio cuerpo los fabrique o, en el caso de las células madre, los mantenga. Para conseguirlo, es conveniente ingerir pocas calorías con la dieta y gastar muchas practicando actividad física.

El organismo se adaptará a la dieta escasa y a la actividad física intensa con cambios en las células y los tejidos que ayudarán a mantener el vigor de la etapa adulta hasta edades avanzadas. O, a la inversa, una dieta excesiva y una actividad física insuficiente acelerarán el envejecimiento, ya que comportarán un déficit de sirtuinas y de telomerasa y un agotamiento prematuro de las células madre.

"La visión que tenemos del envejecimiento está cambiando rápidamente" a medida que se presentan nuevos datos científicos, explicó Fuster, director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en Madrid y del Instituto Cardiovascular del hospital Mount Sinai en Nueva York. Es "un campo de investigación fascinante que puede tener un gran impacto para mejorar la calidad de vida de las personas ancianas y además puede ayudar a contener los gastos sanitarios en el futuro".

El objetivo práctico de esta línea de investigación es prolongar la salud hasta edades lo más avanzadas posible y concentrar los años de decrepitud en un corto periodo al final de la vida. Retrasar el declive propio de la edad, destacó el cardiólogo en una sesión de su curso magistral dedicada a la senescencia, tendrá efectos positivos tanto para mantener la salud cardiovascular como para conservar las facultades cognitivas.

Según la nueva visión que presentó Fuster, el envejecimiento ya no se ve como un proceso gradual que se inicia al principio de la edad adulta y termina con la muerte tras un deterioro progresivo del organismo a lo largo de varias décadas. Se ve, de manera creciente, como una reacción en cadena en la que, igual que en un coche que empieza a acumular averías, distintos órganos y tejidos se deterioran unos tras otros.

"Es un campo de investigación aún muy abierto", explicó Fuster en una entrevista posterior con La Vanguardia. Pero "mi impresión personal es que, como todo en la biología, el envejecimiento es un proceso no lineal. Los resultados científicos que tenemos apuntan en esta dirección. Y todos hemos tenido la experiencia de encontrarnos a una persona conocida y pensar 'le encuentro muy envejecido'".

Estos resultados científicos indican que los distintos órganos y tejidos del cuerpo humano disponen de reservas de células madre que permiten regenerarlos a lo largo de la vida. Sin embargo, cada vez que una célula se divide, pierde una pequeña cantidad de material genético. Cuantas más veces se dividen las células, más material genético pierden. Hasta que llega un punto que han perdido tanto material genético que ya no puede seguir dividiéndose. Final de partida para la célula.

Lo que pierden las células en cada división es un pequeño fragmento de los llamados telómeros, que se encuentran en los extremos de los cromosomas. Los telómeros se pueden restituir, hasta cierto punto, con una enzima llamada telomerasa.

Estos descubrimientos de la biología molecular ayudan a entender por qué las causas más importantes de enfermedad y muerte varían con la edad. Los cánceres, por ejemplo, suelen concentrarse entre la quinta y la octava década de la vida y decaen después. Esto se explica porque los tumores se originan a partir de células madre y, pasados los 80 años, las reservas de células madre del organismo están casi agotadas.

Las enfermedades cardiovasculares de las arterias principales, como los infartos de miocardio, registran el máximo número de casos a la edad de 68 años, informó Fuster. Pero los problemas derivados del deterioro de los pequeños vasos sanguíneos, como el declive neurológico asociado a la edad, se concentran al final de la vida, precisamente en el periodo en que las reservas de células madre se agotan.

Un detalle importante es que las averías de las grandes arterias afectan a personas relativamente jóvenes mientras que las de las pequeñas arterias suelen afectar a personas mayores, destacó Fuster en el curso de la UIMP, patrocinado por Laboratorios Esteve. La diferencia se debe a que los infartos son consecuencia de una enfermedad en la que se acumula colesterol en la pared de las arterias. En cambio, los problemas de microcirculación suelen ser consecuencia de un proceso normal de envejecimiento en que las arterias pierden elasticidad y capacidad de regenerarse.

Un segundo detalle importante, añadió Fuster, es que, aunque se trata de problemas distintos, las estrategias para prevenirlos son las mismas. Así, la actividad física no sólo ha demostrado ayudar a prevenir infartos, sino también mantener la longitud de los telómeros, que es la parte de material genético que más suele perderse cuando se divide una célula. Y una dieta baja en calorías no sólo evita que se acumule colesterol en la pared de las arterias, sino que parece favorecer la síntesis de unas moléculas llamadas sirtuinas, que han demostrado tener un poderoso efecto antienvejecimiento.

Si se complementa un estilo de vida saludable con un tratamiento farmacológico, algunos de los mismos fármacos que reducen el riesgo de infarto en pacientes de riesgo parecen ayudar a prevenir el declive neurológico a edades avanzadas. Entre estos fármacos, Fuster destacó los tratamientos contra la hipertensión, que han resultado beneficiosos para pacientes con alzhéimer en dos estudios distintos, Y defendió que se estudie si las estatinas –fármacos contra el colesterol LDL– tienen también efectos positivos.

"Podemos prevenir la insuficiencia cerebral del mismo modo que hemos aprendido a prevenir la insuficiencia cardiaca", declaró Fuster. "Pero nos falta un cambio de actitud para aceptar que las personas de edades más avanzadas pueden beneficiarse de estos tratamientos. Y nos faltan estudios científicos bien hechos para evaluar qué tratamientos son efectivos en esta población".

Hoy día, según el cardiólogo, las personas ancianas no siempre reciben un tratamiento óptimo. Esto se explica, en parte, por el temor a que no toleren los posibles efectos secundarios de la medicación. Pero "hemos llegado a un punto en que los descubrimientos que pueden ayudar a combatir los estragos de la edad parecen estar maduros para trasladarse a los pacientes".


Autor:   Josep Corbella

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