La importancia de las bibliotecas familiares
Hace mucho tiempo ya que sabíamos, al menos desde la publicación de La distinción (esa obra monumental), que los hijos de padres con capitales escolares y culturales superiores son más y mejores lectores, que sus expendientes académicos tienden a reproducir los de sus progenitores y que, en consecuencia, sus trayectorias biográficas y profesionales resultan más satisfactorias. Es decir: en entornos sociales culturalmente ricos, no solamente se desarollan capacidades cognitivas que influirán de manera indeleble la trayectoria vital de cada individuo -como demuestra, por ejemplo, Edward C. Melhuish en Effects of the home learning environment and preschool center experience upon literacy-; tan definitivo como el desarrollo de la competencia lectora es la inculcación de las disposiciones y hábitos culturales que rodean esa práctica. Eso ya lo relató y lo describió pormenorizadamente Pierre Bourdieu en el libro citado.
Tal como demostró de manera fehaciente Jim Trelease en el Handbook of reading aloud, la posesión de un número de libros determinados en el domicilio, la posesión de una biblioteca familiar, inculca en los hijos determinadas disposiciones y hábitos culturales duradores que se concretan en la tramitación de los carnets de biblioteca, el préstamo de libros y la lectura cotidiana, es decir, que competencias y hábitos van de la mano y se refuerzan mutuamente.
Lo que acongoja y pasma, lo que resulta sorprendente, es hasta qué punto y con qué extensión la posesión de libros en el domicilio, la existencia de una biblioteca familiar, determina de manera firme e invariable, independiente del ámbito geográfico, el futuro de los jóvenes. EnFamily scholarly culture and educational success: books and schooling in 27 countries, un equipo de sociólogosde varios países determinó, en el año 2010, que poseer una biblioteca familiar era tan determinante y predictor en la China Rural como en los Estados Unidos. Después de estudiar 70000 casos en 27 países diferentes, concluyeron que, al menos, la posesión de una biblioteca familiar garantizaba un periodo de escolarización tres años más extenso que en los casos en los que no se poseía.
Las bibliotecas fueron y todavía son un entorno privilegiado de habituación a la cultura. Quienes saben eso, como el National Literacy Trust en Inglaterra, llevan mucho tiempo promoviendo, entre otras cosas, la adquisición de libros para hogares desfavorecidos y en riesgo de exclusión. ¿Llegará un día en que los soportes electrónicos, que hacen teóricamente innecesaria o redundante la biblioteca, sustituyan o remeden ese ecosistema de inmersión cultural? Permítanme que lo dude.
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