martes, 5 de octubre de 2010

LA GESTIÓN INCIERTA La Virtud de la improvisación

Sergio Minué
Sergio Minué, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y autor de 'La gestión incierta' en la sección de Opinión de Diariomedico.com

    "Una persona sabia sabe reconocer cuándo y cómo hacer las excepciones a cada regla"
    Barry Schwartz.
    Tenemos un país que en verano se llena de jazz; afortunadamente, no todo son malas noticias, ni sólo existe la Roja en el lado soleado de nuestra carretera, parafraseando a Van Morrison: Getxo, Vitoria, San Sebastián, San Javier, Almuñecar. O Chick Corea, Madelaine Peyroux, Ron Carter, Kenny Garrett... Este año, San Sebastián incluía conciertos sorpresa, convocados en el último momento a través de Facebook o Twitter, en que en cualquier rincón podía encontrarse a un grupo de músicos en plena jam session. Como es sabido, una de las características distintivas del jazz es la improvisación: hay una partitura, una melodía más o menos reconocible, pero el virtuoso juega con las notas, baila con ellas, inventa nuevos recorridos.
    Pero la improvisación parece que sólo tiene su sitio en el estrafalario mundo del jazz. En el sistema sanitario, por el contrario, cada vez hay menos sitio para improvisar, término que levanta suspicacias en un mundo dominado por las normas, los protocolos y la sistematización de procedimientos.
    De todo ello habla en su última intervención en TED Barry Schwartz, profesor de Psicología en Schwarthmore College (Pennsylvania), y uno de los más interesantes estudiosos sobre toma de decisiones. En su opinión, las principales respuestas a la crisis económica han venido a través de regulaciones (procedimientos) e incentivos. Buena parte de las estrategias de mejora de los sistemas sanitarios vienen también de la mano de estos dos tipos de medidas.
    • En ciertas ocasiones los protocolos sirven. Pero a la vez, nos salvan de tener que pensar
    Schwartz analiza los modelos tan ampliamente extendidos de sistematización de lo que debe hacer un profesional, desde las descripciones de puestos de trabajo de una limpiadora de un gran hospital, hasta los modelos de competencias que debe adquirir un niño americano desde la educación infantil, y que implica, como él dice, que "cada maestro debería enseñar las mismas palabras el mismo día de la misma manera". Pero, en su opinión, estos modelos normatizados previenen de desastres, pero al coste de fomentar únicamente la mediocridad. Por supuesto, en ciertas ocasiones los protocolos sirven (pensemos, por ejemplo en una parada cardio-respiratoria). Pero a la vez, los procedimientos nos salvan de tener que pensar. Eso es cómodo. Pero hay muchas ocasiones en que hay que saber ignorar obligaciones u objetivos por otros objetivos mucho más importantes. La sabiduría también está en la improvisación. En actuar, en definitiva, como un músico de jazz: tener claro el propósito, pero sabiendo qué camino es el más apropiado para cada caso.
    Schwartz también cree que hay un riesgo cierto de adicción a los incentivos. Y los incentivos no son sólo económicos: también es un incentivo  saber que mi valoración en la organización depende de que cumpla el 90% de mis objetivos; o el hecho de que mejore mi posición en la carrera profesional si hago determinadas cosas. Pero un efecto aún más preocupante es el peligro de los incentivos de "des-moralizar la actividad profesional".
    En un trabajo reciente de Lester et al en el BMJ se analizaba el impacto de retirar incentivos ligados a la consecución de determinados indicadores clínicos, en la famosa Kaiser Permanente: al dejar de pagar por ello, los indicadores empeoran. Es decir, los incentivos pueden hacer que dejemos de hacer lo correcto, cuando desaparecen.
    • Las personas quieren hacer lo correcto, pero necesitan organizaciones que lo faciliten
    Dice Schwartz que Virtud se considera una palabra anticuada, especialmente en un mundo tan tecnificado como el actual. Para él la Virtud (como para el virtuoso del jazz) viene de la recuperación de la sabiduría. De querer hacer lo correcto. Las personas quieren hacerlo, pero necesitan organizaciones que lo faciliten: que permitan  improvisar, probar cosas nuevas, equivocarse y aprender de los errores.
    Y para ello es imprescindible la confianza, tal vez el único valor que puede funcionar en la administración, en el que el margen de maniobra sigue siendo muy amplio, como explica magníficamente Alberto Ortiz de Zárate, un administrador público que predica con el ejemplo. Jeff Jarvis en su¿Y Google cómo lo haría? señala que la confianza es inversamente proporcional al control en una organización. Uno no tiene más que ver el peso que le da al control Chick Corea a la hora de preparar sus extraordinarios conciertos para comprobar la importancia de la confianza.

    No hay comentarios: