sábado, 14 de abril de 2012

Qué hacía Sócrates para ser feliz?


Por Juan Miguel Zunzunegui


Es una realidad inamovible que todos buscamos la felicidad, de hecho, hay quienes sostienen que es el fin último el hombre, y que todo lo que hacemos en este mundo es en aras de encontrarla; lamentablemente hoy en día no sabemos dónde buscar, e intentamos en los lugares más alejados.

Tratando de encontrarla, o por lo menos buscar donde han buscado otros, presumiblemente más sabios que nosotros, echaremos un vistazo en los anaqueles de la historia y nos remontaremos a la Grecia clásica, para encontrarnos con uno de los pensadores pilares dentro de la cultura occidental, conocido por todos, pero prácticamente no aplicado por nadie.

Sin más preámbulo, instalémonos en Grecia en la época en la que se podía ver deambulando por las calles al mismísimo Sócrates en persona. Para que además de la experiencia de la felicidad vivamos también la de la cultura general déjenme entrar en un tema escabroso: para muchos historiadores de la filosofía, Sócrates simplemente no existió, sino que es el principal personaje de ficción de Platón; es decir, Sócrates es un recurso literario, no una persona.

Como en el caso de muchos personajes míticos, no existir no es algo que evite que el señor tenga una biografía, y hasta esposa e hijos. Así es que cuenta la leyenda que el buen Sócrates nació en el año 469 a.C y que fue un gran filósofo que andaba por las calles de Atenas impartiendo sus enseñanzas. No cobraba, no era rico, no era bello (lo cual no importa cuando no existes), y no podemos abundar mucho en su pensamiento (porque no existió) pero las que se supone que son sus ideas se pueden encontrar en los diálogos de Platón. A través de Sócrates, Platón divagó sobre todos los temas divagables de entonces, pero lo que aquí nos atañe es su concepto de felicidad.

Decía Sócrates/Platón que los hombres (en este caso los griegos) dedican toda su vida a la conquista, a la búsqueda de poder, a la adquisición de honores y a la posesión de riquezas; podemos ver que no hemos evolucionado mucho en 2,500 años. Sin embargo, el hombre es hombre, no por los cargos públicos o las funciones que desempeñe, menos aún por lo que posea, sino porque tiene la calidad de hombre, la esencia, eso que lo hace ser hombre y único.

Esta lección debería ser recordada más seguido, hoy en día en que seguimos con un concepto limitado de hombre que se circunscribe al tener. El homo faber camina entre nosotros: tanto produces, tanto vales.

Platón, a través de Sócrates, decía que el hombre era malo por ignorancia; es decir, el hombre hace el mal porque ignora el bien verdadero. Quien roba, por ejemplo, comete el robo creyendo que se está ganando un bien, en este caso el dinero, pero éste es un bien aparente, ya que no enaltece el alma, y únicamente haciendo esto último se llega a la felicidad.

El problema según este pensamiento es, como quien dice, que nos han estado engañando. Me explico, a lo largo de la historia y hasta el día de hoy, hemos estado confundidos en cuanto a lo que es el verdadero bien, la sociedad en cuestión siempre se ha encargado de que otros bienes menores y pasajeros se aparezcan como más apetecibles para nosotros y sacrificamos por ellos un bien mayor. Para aquel que no lo crea, simplemente recuerde el “bien” placentero que le causó su última borrachera, y luego el mal terrible, o ausencia de bien, del día siguiente por la mañana. Sin embargo nos dejamos llevar por el bien instantáneo y no vemos más allá.

Sin que tenga nada que ver con Sócrates, todo esto me recuerda un pasaje hindú en el que un hombre busca a la luz de un candil, una moneda que hacía poco perdió. Cuando alguien le pregunta qué es lo que hace, él responde: busco la moneda que perdí. ¿La perdiste por aquí? pregunta el otro… Y la gran respuesta: No, fue por allá, pero no hay nada de luz y por eso la busco bajo el farol.

Convirtamos la moneda en la felicidad y veamos cómo nos la pasamos en el mismo absurdo; buscamos la felicidad donde es más cómodo y sencillo buscar, pero dónde no hay lo que buscamos. Buscamos en el alcohol, en el sexo, en el dinero, en el poder, en las posesiones, en los vicios, en la comida… Puros terrenos más cómodos, pero todos ellos infértiles.

Todo esto nos lleva a la ineludible realidad de que si el conocimiento es bien, la ignorancia es vicio; y también al hecho de que todo hombre que descubriera y aceptara el verdadero sentido de la vida, tendría que acabar siendo virtuoso; en resumidas cuentas, a la felicidad sólo se llega siendo virtuoso, siendo virtuoso a través del conocimiento.

Una vida sin autoanálisis no merece la pena ser vivida, dicen que decía Sócrates, y es probablemente lo que casi nadie hace hoy en día, una época en la que aspiramos a matar todo el tiempo libre sin dejar ni un segundo de soledad y silencio que nos podrían enfrentar a dialogar con nosotros mismos, lo cual es fundamental para conocerse a uno mismo. Conócete a ti mismo es uno de los pilares del pensamiento socrático, y cuando Sócrates decía esto, se refería a cuatro puntos elementales:

1) Sábete hombre y no Dios: esto también parece muy elemental, pero va unido a un concepto muy sonado pero poco llevado a la práctica, la sensatez. Cuenta la historia que el emperador Marco Aurelio, cuando llegaba victorioso de la guerra y entraba en Roma, el pueblo entero estaba ahí para recibirlo, lo alababan, le aplaudían, lo vitoreaban, lo endiosaban… Marco Aurelio gozaba por supuesto de todo esto, no obstante, se dice que siempre que entraba a la ciudad a recibir la gloria llevaba con él a un esclavo cuya única responsabilidad era estar siempre detrás de él repitiéndole: “recuerda que eres mortal”.

2) No seas algo que no eres: dos típicas frases con respecto a esto son muy famosas; Atrévete a ser diferente y Sé tú mismo. Muy bonito, pero resulta que no hay que atreverte a ser diferente sólo por serlo, hay que ser diferente sólo si eso significa ser uno mismo. Como somos seres humanos únicos e irrepetibles, luego entonces ser tú mismo será ser diferente y ser diferente será ser tú mismo. Como la felicidad es personal e intransferible, no se puede ser feliz siendo alguien que no eres… pero ¿cómo ser quien tú eres y no alguien más, si no te conoces a ti mismo?

3) Límites y potencialidades: De pronto nos dicen que hay que hacer hasta la imposible, y eso es mentira. No te exijas todo, no pidas de ti la perfección porque no la tienes ni la tendrás, y puede causarte frustración esa búsqueda vacía. Perdónate cuando te equivoques y recuerda que una vida sin errores de los cuales aprender, no valdría la pena ser vivida.

Eso se refiere a los límites, pero ojo con las potencialidades. Tienes la obligación de descubrir todo aquellos para lo que eres capaz… y realizarlo. Si bien no debes exigirte de más, tampoco de menos; tus potencialidades es todo aquello que puedes hacer, tus dones, tus virtudes, tus vocaciones. Si no las conoces y las explotas la felicidad está muy lejos. Recuerda que tus potencialidades son tus caminos personales para buscar la felicidad.

4) Autarquía: ésta es una palabra que usaba nuestro amigo Platón/Sócrates para describir dos cosas: la primera, que debes señor de ti mismo (autarquía quiere decir gobierno propio), es decir, que sepas controlarte, dominarte, templarte.

Por otro lado, quiere decir que dentro de ti esta todo lo necesario para ser feliz, sólo hay que buscarlo. No necesitas del exterior para encontrar la felicidad, en el mundo ajeno a ti puedes encontrar quizás útiles herramientas, pero todo el material está en ti. Venimos con paquete completo de nacimiento para alcanzar la felicidad.

Todo esto pensaba éste gran hombre a pesar de no haber existido, no es el único camino, de hecho hay uno por cada hombre, sin embargo puede ser una buena pista para construir el nuestro. Desconfía de toda receta fácil: la felicidad es única e intransferible.


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