El precio de la formación
Publicado por Anna domingo 9 de octubre de 2011
A pesar de que siempre he sido consciente de este problema, cuando todavía era estudiante me maravillaba con la tenacidad de gente comoEmilienko o Enrique Gavilán, tan poco dados a aceptar "regalos" de las farmacéuticas. En mi mundo utópico, pensaba que yo también podría mantenerme fiel a mis ideales porque sí, ése es el precio de mi formación: renunciar a mis convicciones.
En lo que llevo como residente, he asistido a dos cursos (el último esta misma semana en Madrid, ya intentaré comentaros algo más) y me he inscrito al Congreso Nacional de Medicina Interna, donde tengo que hacer una comunicación oral. ¿He pagado algo de todo esto?, ¿lo ha pagado mi hospital?: la respuesta es no en ambos casos. ¿Hago bien entonces en aceptarlo?: la respuesta,quiero creer, es sí y no. Sí, porque con ello estoy mejorando mi formación, mi currículum y, por lo tanto, intentando ser mejor médico; no, porque eso podría llevarme a un conflicto de intereses... que es con lo que juegan estas empresas.
Porque todo esto no es gratis, sino que se da a cambio de que, llegado el momento, recetes el fármaco de la empresa que te ha pagado en detrimento de otro. Por suerte, al menos a mi nivel,nadie controla esto. Es decir, que yo puedo aceptar estos regalos (de la misma forma que muchas veces nos ofrecen libros, complementos, cenas, etc.) sin que eso condicione mi forma de prescripción. Pero, ¿no es la línea de la moralidad y la ética demasiado fina aquí?
Me siento mal aceptando estas cosas, no puedo evitarlo, a pesar de que sigo recetando lo que me parece mejor para el paciente en cada situación (y sí, a veces ha coincidido con un fármaco de la empresa en cuestión, aunque quiero creer que lo hubiera elegido aunque no me pagaran nada). Pero, por otro lado, yo no puedo costearme estas cosas, y pasarán años antes de que pueda hacerlo. Entonces, ¿qué debo hacer? Supongo que seguiré como hasta ahora, aceptando lo imprescindible y no condicionando mi forma de prescripción pero, entonces, ¿por qué me siento siempre tan mal?
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