“Resulta peligroso asumir”, dice Jakob Nielsen,en su último trabajo de campo, “que los estudiantes son expertos tecnólogos”. Son, sin duda alguna, aborígenes nacidos en las grandes e inacabables tierras digitales donde nunca se pone el sol (esto último es mío), la tecnología les resulta connatural pero, sin embargo, huyen de cualquier dificultad que no les reporte una satisfacción o recompensa inmediata, les disgustan los interfaces complicados, y suelen abandonar los sitios web ignorando a menudo la información que buscaban. Estos resultados no difieren demasiado de aquellos otros que, en su momento, publicara la Universidad de Londres a instancias de la British Libray, Google Generation, en los que ya se nos alertaba del mito de la competencia digital de los jóvenes nativos. Como se aseguraba entonces, los encuestados utilizan los buscadores comerciales más que ningún otro recurso informativo, son, forzando la traducción, “buscadorcéntricos”, algo que les aboca a cometer errores de selección, porque apenas poseen criterios de discriminación de la fiabilidad de las fuentes que utilizan y apenas interrogan a la web de otra manera que no sea el lenguaje natural.
El estudio de Nielsen, titulado Colleges students on the web, redunda en esta certeza creciente: puede que los jóvenes estudiantes preuniversitarios y universitarios, como aseguraría el autor de Convergence Culture, construyan parte de su cultura contemporánea mediante la copia, la emulación, la reelaboración de contenidos a partir de una materia prima original que se transforma digitalmente. Pero la paradoja es que aunque esto fuera cierto, a la mayoría les disgustan las páginas con audio activo y con movimiento. En contra de lo que pudiera parecer, la encuesta, realizada en cuatro países distintos entre cuarenta y tres jóvenes de entre 18 y 24 años, prefieren sitios limpios, bien compuestos y legibles.
A menudo se asume, irreflexivamente, que las redes sociales, Facebook en particular, es el medio que los jóvenes utilizan para tejer y desarrollar todas sus relaciones sociales. Esto es cierto, sin embargo, sólo hasta cierto punto: las redes sociales son mayoritariamente percibidas como espacios de trato y discusión privados, no como sitios donde quepa el márketing corporativo o la publicidad subliminal. Son, paradójicamente, redes públicas al servicio de la construcción de relaciones personales y privativas, no comunitarias o corporativas.
El debate es álgido y así lo demuestra uno de los artículos más consultados en la red en los últimos tiempos: “The digital natives‘ debate: a critical review of the evidence”: “en resumen”, sintetizan los autores tras aportar los datos de varios estudios realizados sobre el terreno, “las evidencias derivadas de la investigación indican que una proporción de gente joven son altamente adictos a las tecnologías y confían en ellas para la recolección de información y otras actividades de comunicación. Sin embargo, también se hace evidente que existe una proporción significativa de gente joven que no posee los niveles de acceso o las competencias tecnológicas predichas por los defensores de la teoría de los nativos digitales. Tal generalización sobre toda una generación de gente joven centra su atención, solamente, en los estudiantes tecnológicamente adeptos. Siendo esto así, se corre el riesgo de que aquellos menos interesados y menos capaces sean descuidados y de que el impacto potencial de los factores socioeconómicos y culturales sea pasado por alto”. En resumen: no existe evidencia empírica suficiente para afirmar, al menos todavía, que el estilo de aprendizaje preponderante entre los jóvenes (menos aún los adultos) se realice a través de la mediación exclusiva de los medios digitales y, sin embargo, sí existe la evidencia empírica contraria de que un exceso de sobrecarga digital —en este caso sí, entre jóvenes y adultos, indistintamente— puede generar los efectos contrarios a los perseguidos.
“Los adolescentes son lectores pobres y prefieren sitios que les ofrezcan una cantidad substancial de contenidos icónicos que les liberen de la tarea de leer”, asegura Nielsen. “Los estudiantes universitarios son lectores regulares capaces de tratar con una escritura más compleja. Eso no significa, sin embargo, que les guste leer textos largos. Tal como les ocurre a otros adultos competentes, tal como puede ocurrir con los profesionales del mundo de los negocios, los estudiantes prefieren sitios web que sean sencillos de visualizar y que no les intimiden con un muro de texto gris”. Es decir, todo lo contrario de lo que hago yo aquí (si has llegado hasta el final, sospecha, tienes más de 25 años y no eres un atareado hombre/mujer de negocios. Preocúpate o haz acto de enmienda para el 2011).
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