http://www.madrimasd.org/informacionidi/noticias/noticia.asp?id=62339&origen=notiweb&dia_suplemento=martes
Las africanas sí investigan
Un robot de varios metros dirige el tráfico al lado de un colegio en uno de los cruces más peligrosos de Kinshasa, en la República Democrática de Congo. "No cruces todavía que no ha llegado el momento", le dice a un niño que se para a su lado perplejo. Lleva cámaras de vigilancia en los hombros, paneles luminosos en los brazos, con los colores de los semáforos, y otro solar encima, con el que se carga de energía. Lo han construido de forma artesanal, soldándolo a mano, un grupo de científicas de ese país, dirigidas por Thérèse Kirongozi, ingeniera en electrónica industrial, especialista en programación y presidenta de Women's Tecnology, una cooperativa de ingenieras. En África mueren 26 personas a la hora por accidentes de tráfico.
"¿Se puede fabricar un robot en África?". La propia científica plantea la pregunta ya respondida a un prestigioso auditorio reunido en la Fundación Ramón Areces de Madrid. Desde los científicos Margarita Salas, Carmen Vela, Carmen Castresana, Antonio Andreu, Silvia Carrasco, Laura Bravo, Basilio Valladares o Santiago Mas-Coma hasta los empresarios Ana Botín y Dimas Gimeno, la exministra Cristina Garmendia y la secretaria de Estado de Investigación, Carmen Vela. Asisten a la jornada que arranca el ambicioso programa Ellas Investigan, de la Fundación Mujeres por África, cuyo objetivo es fomentar el acceso de las mujeres africanas a la investigación y visibilizar sus logros en la comunidad científica internacional. Empezarán por becar a seis investigadoras africanas que sean líderes de sus campos para que investiguen en centros punteros españoles el año que viene. Es solo el principio. "Un comité científico, formado por relevantes investigadores españoles y por los directores de los tres Centros Severo Ochoa y del Centro de Salud Carlos III, nos asesorará en este proyecto", explica la presidenta de la Fundación Mujeres por África y exvicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega.
"El proyecto persigue generar redes de mujeres investigadoras y propiciar la creación de proyectos comunes", explica la bióloga molecular y directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco, integrada en el comité científico del programa. "Las mujeres africanas sí investigan, y muy bien", afirma Blasco. Los datos lo demuestran. "La media de mujeres investigadoras en África es del 24%, aunque varía mucho según los países", enfatiza. En cuatro naciones incluso alcanza el 40% (Namibia, Cabo Verde, Sudáfrica y Kenia); cuando en España es del 38,5%. El porcentaje de mujeres dedicadas a la investigación es considerado por los organismos internacionales un indicador para medir el desarrollo de un país. Al otro lado están Mali, Malawi, Togo, Etiopía y Ghana, naciones en las que el porcentaje de mujeres investigadoras no llega al 20%.
En contra de lo que muchos puedan creer, la producción científica en los países miembros de la Unión Africana crece más rápido que en el resto de las naciones, según demuestra el estudio African Innovation Outlook II, publicado recientemente, que analiza los indicadores de I+D+I de 35 países africanos, haciendo una radiografía de qué y cómo se investiga en este continente. Así, el crecimiento de producción científica afecta principalmente a un sector, el de las ciencias de la salud, con el que están relacionadas el 45% de las investigaciones. Además, los únicos países que destinan alrededor del 1% de su PIB a I+D+I son Ruanda, Sudáfrica, Kenia, Senegal y Uganda, a pesar de que todos se comprometieron a ello. En África la investigación se hace con inversión mayoritariamente pública (excepto en Sudáfrica, que tiene un 40% de privada). Y la innovación tiene un papel fundamental en estos estados, es un fenómeno generalizado. Todas las naciones africanas están volcadas en la innovación tecnológica y muchas han comercializado los productos y servicios resultantes de las investigaciones en el extranjero. Además, para asegurarse la propiedad intelectual de sus logros, los científicos de países como Tanzania y Uganda han registrado sus patentes en el extranjero.
Pero para las científicas africanas los obstáculos son mayores. Ellas mismas relatan los problemas principales para participar en esta producción, que se resumen básicamente en dos: la falta de vocaciones en la mujeres jóvenes y las trabas para lograr la igualdad de género. Esto último es debido, aparte del tradicional acaparamiento de la investigación por los hombres, al fundamentalismo religioso. En este problema hace hincapié la investigadora tunecina Faouzia Charfi en el encuentro de Madrid. Física, profesora de la Universidad de Túnez y directora del primer grupo de física y semiconductores de este centro, Charfi ha sido secretaria de Estado de Educación Superior en el Gobierno provisional de su país, tras la revolución de 2011.
"La ciencia ha avanzado precisamente poniendo en tela de juicio las cosas, por eso debe estar libre de todo dogmatismo", sentencia Charfi, que acaba de recibir, en Francia, el Premio Tesla 2014 al fomento de la investigación científica. "Los fundamentalistas islámicos sacan teorías científicas de los textos sagrados y es importante denunciar estas desviaciones y hablar de su impacto, porque las víctimas de esta pseudociencia son nuestros hijos. El Consejo de Europa publicó recientemente el informe sobre los dogmas de la educación, en el que advertía de ello. Necesitamos claridad, pedir que haya una separación real entre lo teológico y lo científico".
Muchas mujeres africanas se están organizando para crear redes con el fin de impulsar su participación en la ciencia de sus países. Otro de los problemas del continente es que los científicos africanos buscan alianzas internacionales en vez de intentar colaborar entre ellos, otro dato que destaca el informe African Innovation Outlook II. Francisca Nneka Okeke, de la Universidad de Nigeria, fomenta la participación de mujeres en la investigación sobre cambio climático. "Orientamos a las jóvenes a la ciencia, promovemos que mujeres enseñen ciencia en los colegios y damos becas y premios a las niñas que destacan en las áreas científicas", resume esta científica, Premio L'Oréal-UNESCO en ciencias físicas.
"Aparte del acceso a la investigación científica, el problema con el que se encuentran las mujeres africanas es avanzar en su propia carrera académica dentro de la universidad", denuncia Salimata Wade, una bióloga nutricionista que ha revolucionado el estudio de este campo en su país, Senegal. "Faltaba experiencia en formación y en investigación, por eso no se abordaba la nutrición en África. En 1998 ofrecimos este tipo de formación en la Facultad de Ciencias, de forma multidisciplinar, y ahora tenemos además un máster con un 62% de mujeres. Cuando lo acaban se colocan todos en este campo". Tras el impulso de este proyecto, la Universidad de Dakar ha montado un laboratorio de referencia en Nutrición y Seguridad Alimentaria.
Han pasado unos minutos y el robot situado en el peligroso cruce de Kinshasa ha aprovechado ese tiempo para explicarle al niño, que sigue perplejo, que "la carretera es peligrosa y hay que prestar mucha atención a ella". Luego, el androide mira a izquierda y derecha, después al pequeño, y le anuncia: "Ahora puedes cruzar".
Autor: Susana Pérez de Pablos
"¿Se puede fabricar un robot en África?". La propia científica plantea la pregunta ya respondida a un prestigioso auditorio reunido en la Fundación Ramón Areces de Madrid. Desde los científicos Margarita Salas, Carmen Vela, Carmen Castresana, Antonio Andreu, Silvia Carrasco, Laura Bravo, Basilio Valladares o Santiago Mas-Coma hasta los empresarios Ana Botín y Dimas Gimeno, la exministra Cristina Garmendia y la secretaria de Estado de Investigación, Carmen Vela. Asisten a la jornada que arranca el ambicioso programa Ellas Investigan, de la Fundación Mujeres por África, cuyo objetivo es fomentar el acceso de las mujeres africanas a la investigación y visibilizar sus logros en la comunidad científica internacional. Empezarán por becar a seis investigadoras africanas que sean líderes de sus campos para que investiguen en centros punteros españoles el año que viene. Es solo el principio. "Un comité científico, formado por relevantes investigadores españoles y por los directores de los tres Centros Severo Ochoa y del Centro de Salud Carlos III, nos asesorará en este proyecto", explica la presidenta de la Fundación Mujeres por África y exvicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega.
"El proyecto persigue generar redes de mujeres investigadoras y propiciar la creación de proyectos comunes", explica la bióloga molecular y directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco, integrada en el comité científico del programa. "Las mujeres africanas sí investigan, y muy bien", afirma Blasco. Los datos lo demuestran. "La media de mujeres investigadoras en África es del 24%, aunque varía mucho según los países", enfatiza. En cuatro naciones incluso alcanza el 40% (Namibia, Cabo Verde, Sudáfrica y Kenia); cuando en España es del 38,5%. El porcentaje de mujeres dedicadas a la investigación es considerado por los organismos internacionales un indicador para medir el desarrollo de un país. Al otro lado están Mali, Malawi, Togo, Etiopía y Ghana, naciones en las que el porcentaje de mujeres investigadoras no llega al 20%.
En contra de lo que muchos puedan creer, la producción científica en los países miembros de la Unión Africana crece más rápido que en el resto de las naciones, según demuestra el estudio African Innovation Outlook II, publicado recientemente, que analiza los indicadores de I+D+I de 35 países africanos, haciendo una radiografía de qué y cómo se investiga en este continente. Así, el crecimiento de producción científica afecta principalmente a un sector, el de las ciencias de la salud, con el que están relacionadas el 45% de las investigaciones. Además, los únicos países que destinan alrededor del 1% de su PIB a I+D+I son Ruanda, Sudáfrica, Kenia, Senegal y Uganda, a pesar de que todos se comprometieron a ello. En África la investigación se hace con inversión mayoritariamente pública (excepto en Sudáfrica, que tiene un 40% de privada). Y la innovación tiene un papel fundamental en estos estados, es un fenómeno generalizado. Todas las naciones africanas están volcadas en la innovación tecnológica y muchas han comercializado los productos y servicios resultantes de las investigaciones en el extranjero. Además, para asegurarse la propiedad intelectual de sus logros, los científicos de países como Tanzania y Uganda han registrado sus patentes en el extranjero.
Pero para las científicas africanas los obstáculos son mayores. Ellas mismas relatan los problemas principales para participar en esta producción, que se resumen básicamente en dos: la falta de vocaciones en la mujeres jóvenes y las trabas para lograr la igualdad de género. Esto último es debido, aparte del tradicional acaparamiento de la investigación por los hombres, al fundamentalismo religioso. En este problema hace hincapié la investigadora tunecina Faouzia Charfi en el encuentro de Madrid. Física, profesora de la Universidad de Túnez y directora del primer grupo de física y semiconductores de este centro, Charfi ha sido secretaria de Estado de Educación Superior en el Gobierno provisional de su país, tras la revolución de 2011.
"La ciencia ha avanzado precisamente poniendo en tela de juicio las cosas, por eso debe estar libre de todo dogmatismo", sentencia Charfi, que acaba de recibir, en Francia, el Premio Tesla 2014 al fomento de la investigación científica. "Los fundamentalistas islámicos sacan teorías científicas de los textos sagrados y es importante denunciar estas desviaciones y hablar de su impacto, porque las víctimas de esta pseudociencia son nuestros hijos. El Consejo de Europa publicó recientemente el informe sobre los dogmas de la educación, en el que advertía de ello. Necesitamos claridad, pedir que haya una separación real entre lo teológico y lo científico".
Muchas mujeres africanas se están organizando para crear redes con el fin de impulsar su participación en la ciencia de sus países. Otro de los problemas del continente es que los científicos africanos buscan alianzas internacionales en vez de intentar colaborar entre ellos, otro dato que destaca el informe African Innovation Outlook II. Francisca Nneka Okeke, de la Universidad de Nigeria, fomenta la participación de mujeres en la investigación sobre cambio climático. "Orientamos a las jóvenes a la ciencia, promovemos que mujeres enseñen ciencia en los colegios y damos becas y premios a las niñas que destacan en las áreas científicas", resume esta científica, Premio L'Oréal-UNESCO en ciencias físicas.
"Aparte del acceso a la investigación científica, el problema con el que se encuentran las mujeres africanas es avanzar en su propia carrera académica dentro de la universidad", denuncia Salimata Wade, una bióloga nutricionista que ha revolucionado el estudio de este campo en su país, Senegal. "Faltaba experiencia en formación y en investigación, por eso no se abordaba la nutrición en África. En 1998 ofrecimos este tipo de formación en la Facultad de Ciencias, de forma multidisciplinar, y ahora tenemos además un máster con un 62% de mujeres. Cuando lo acaban se colocan todos en este campo". Tras el impulso de este proyecto, la Universidad de Dakar ha montado un laboratorio de referencia en Nutrición y Seguridad Alimentaria.
Han pasado unos minutos y el robot situado en el peligroso cruce de Kinshasa ha aprovechado ese tiempo para explicarle al niño, que sigue perplejo, que "la carretera es peligrosa y hay que prestar mucha atención a ella". Luego, el androide mira a izquierda y derecha, después al pequeño, y le anuncia: "Ahora puedes cruzar".
Autor: Susana Pérez de Pablos
No hay comentarios:
Publicar un comentario