miércoles, 4 de diciembre de 2013

Retos de la comunicación científica

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Retos de la comunicación científica

18 noviembre, 2013

Por Alexandre López-Borrull
en Notas ThinkEPI 2014

La Comunicación científica presenta aún hoy toda una serie de retos y cuestiones no resueltas que se arrastran, muchas, desde los inicios de internet. Los debates en ese momento apuntaban a una revolución en la forma en que comunicaríamos el nuevo conocimiento científico pero, a veces, simplemente parece haberse hecho una adaptación al formato electrónico de la versión en papel.


Consideramos esta visión pesimista y crítica, por ejemplo, en el hecho de que la principal evolución científica y filosófica ha sido el movimiento Open access. Hemos hablado y discutido sobre los modelos de negocio de las revistas científicas, cuando probablemente debemos centrarnos más en el debate respecto al modelo de comunicación que tenemos o queremos (Eyre-Walker y Stoletzki, 2013).


Si puede existir -con razón- la sensación que los sistemas de evaluación salvaron el sistema de revistas científicas y los índices de impacto, cabría otra vuelta de tuerca, esta sí, centrada en la una verdadera innovación disruptiva. Apuntamos, pues, algunos de los retos que la comunicación del nuevo conocimiento científico deberá resolver.


Redes sociales: networking y/o difusión de conocimiento?


Existen básicamente, desde la visión de este artículo, dos tipos de redes sociales para un investigador: las generales (Facebook, Twitter, por poner dos ejemplos) y las académicas (por ejemplo Academia.edu o ResearchGate). La presencia de un investigador en cualquiera de ellas plantea un equilibrio de diversos tipos, incluyendo la doble visión personal/académica y el hecho de cuál usar más y mejor, teniendo en cuenta que probablemente existe más público en las generales pero a los cuales el conocimiento científico puede quedar lejos de su ámbito de conocimiento (Veletsianos y Kimmons, 2013). Por otra parte, la presencia en las académicas puede ser suficientemente baja e inconstante para la creación de un efectivo colegio invisible.


Este posicionamiento de presencia en las redes sin saber exactamente el provecho que se puede obtener sería, a nuestro parecer, similar al principio de la evolución de las tecnologías de la información y la comunicación, por cuanto algunas ventajas eran evidentes pero otras aún no se vislumbraban. Como investigadores pues deberíamos plantearnos claramente el equilibro ventajas/desventajas de la presencia en estas redes, basado en unos indicadores y estudios más claros, más allá de compartir unos documentos que a menudo se encuentran en otras herramientas, como por ejemplo en repositorios temáticos o institucionales.


De hecho, la emergencia de las métricas alternativas y su posible implantación como medida del impacto no deberían ser una llamada a estar en tantas redes sociales como podemos, sino la posibilidad de discernir en cuáles es mejor estar presente.


El artículo, como medida de todas las cosas, en entredicho


Las críticas a los factores de impacto de las revistas usados sobre un artículo son de sobra conocidas y no trataremos aquí esta cuestión. Aun así, una parte del debate emergente es si el artículo podrá continuar siendo una buena unidad de medida de la comunicación científica. Desde el inicio de las revistas así ha sido, pero en estos momentos existen dos posibles amenazas: el movimiento Open data y la posibilidad de usar más pequeñas porciones de información para citar y difundir conocimiento.


El Open data como visión científica de la divulgación de los datos de investigación abre la opción a que el artículo por sí solo pase a ser una parte de la información y que, aunque recoja acertadamente un resumen de los resultados y las conclusiones, necesita más que nunca el contexto de los datos. Por tanto, los datos en sí mismos pueden pasar a ser la parte citable de una investigación, o bien el conjunto de artículo más datos.


Es evidente que en un mundo enlazable no es un problema establecer vínculos continuos y permanentes entre artículos y datos. Pero en un mundo en el cual la calidad se define por el impacto y sus citaciones, sí que cabe establecer qué y cómo debe citarse. En este sentido, “The Amsterdam Manifesto on Data Citation Principles”, de la comunidad Force 11, apunta claramente que los datos deben ser considerados elementos de investigación citables (Bourne et al, 2011).


Por otra parte, está también en estudio la visión de partes de un artículo como elementos de difusión de conocimiento con la suficiente entidad como para ser elementos también citables, en las llamadas nanopublications (Mons et al, 2009; Groth et al, 2010).


Es evidente que estas visiones podrían, en caso de implementarse, restar protagonismo al artículo como elemento central. Ello sugiere también el reto de la dispersión de elementos citables, y por tanto una necesidad de una visión integral de qué genera impacto y de qué tipo.


¿Es suficiente con ser Open?


En el momento en el cual las principales políticas de información respecto la investigación van incorporando, poco a poco, la obligatoriedad de que los resultados de investigación sean abiertos, es primordial recuperar el viejo debate de qué significa ser Abierto y qué podría también significar. Como recoge Estalella (2013), Peter Suber propuso hace años la distinción entre la visión “Free” y la visión “Gratis”. Es decir, la parte más significativa del movimiento Open access se ha basado en la opción de Gratis, es decir, poder acceder de forma gratuita a los contenidos. O al menos es donde ha conseguido más éxitos.


El siguiente caballo de batalla para el aumento de la difusión de los conocimientos creemos que debe basarse en la reutilización de estos mismos contenidos; y los permisos, en este sentido, deben basarse en abrir al máximo las opciones. Más que nunca, con las nuevas posibilidades, con el impulso del Open data, los investigadores y los editores, deben saber y hacer saber las opciones con las cuales se pueden continuar las investigaciones a partir de unos contenidos concretos.


Validación de la calidad. Estándares de calidad de la información científica


La calidad como concepto es algo explícitamente convencional. Por tanto, somos los investigadores los que debemos dotarnos de elementos que nos permitan valorar la calidad de nuestro trabajo. Cabe considerar que en estos momentos estamos en una visión quizás excesivamente cuantitativa. Si éramos críticos con el factor de impacto, la solución no debería pasar únicamente con incorporar nuevos indicadores para hacer un algoritmo mucho más complejo, pero mucho más dependiente de los números.


Las métricas alternativas pueden representar (y de hecho creemos que lo hacen), una visión más transversal del impacto de la investigación como tal. Aun así, el debate de la comunidad científica y, sobretodo, de los estamentos de acreditación y evaluación, debería girar alrededor de cómo evaluar cualitativamente la calidad, y cómo evaluarla (a nivel individual, a nivel de grupos de investigación, a nivel de universidades u otras unidades de investigación).


Pero también a nivel de publicaciones o las formas que escojamos para difundir el conocimiento. Es decir, como se apunta en las últimas polémicas sobre los filtros del peer-review (Priego, 2013), en primer lugar deberemos separar el debate de la calidad de la revisión en si la revista es o no Open access. Tan proclives como a veces la investigación es para establecer rankings, quizás se podrían establecer claramente las fronteras éticas y metodológicas de la comunicación científica, sobretodo en un momento en el cual el investigador tiene tanto riesgo de infoxicación como el resto de la sociedad. Sólo así seremos capaces de eliminar revistas y editoriales depredadoras, y, también eliminar prácticas no adecuadas. Podría considerarse, también, como explicó Blaise Cronin en una conferencia en Barcelona, la necesidad de avanzar hacia el slow publishing (Cronin, 2013).


Marketing académico


Aunque también los editores de las publicaciones tienen la necesidad de difundir adecuadamente sus contenidos, es evidente que avanzamos hacia una visión “do it yourself” de la difusión de los contenidos, publicaciones, conocimientos y otros tipos de documentos por parte de los investigadores. Si las métricas alternativas incorporan todas las difusiones posibles, el investigador debería incorporar unas rutinas de difusión de sus publicaciones científicas, que posiblemente antes las hiciera de forma voluntaria y ahora pasarían a ser más obligadas.


Posiblemente el investigador ha tenido, una vez publicado el artículo en publicación tradicional, poca interacción con la propia revista, se desentendía del proceso de difusión. Quizás lo enviaba a algunos colegas de investigación, lo subía a la base de datos de la universidad y, a lo sumo, a un repositorio. Ahora debe difundirlo en las múltiples redes sociales donde se encuentra y hacer un seguimiento, cosa que hasta ahora podía más o menos automatizar para seguir las citaciones en alguna base de datos. Así, la utilización de herramientas de posicionamiento generales más las propias del mundo académico como ImpactStory o Bookmarklet (o las que se desarrollen) será una competencia, una más, que deberemos incorporar.


Todos estos nuevos procesos de difusión y marketing por parte del propio investigador tienen algunos riesgos. El primero es evidente. Todos queremos ser el ruido de todos y el silencio de nadie. Es decir, que todos nos encuentren en sus búsquedas para posteriormente decidir si interesa o no los conocimientos que difundimos. Pero el riesgo de un spam académico es más alto que nunca. Ello se sumaría a la infoxicación. Deberemos, pues, incorporar dinámicas y procesos para difundir adecuadamente estos conocimientos.


Contenidos audiovisuales


Finalmente, un último reto a destacar, la capacidad por parte de los investigadores de saber difundir el conocimiento que generamos en plataformas y herramientas adaptadas a las tecnologías actuales. Ello indica, sobre todo, la utilización de formatos audiovisuales, tanto para presentar los resultados como para difundirlos.


Un artículo más los datos (en Open data) pueden hacerse más complejos a la hora de explicarse y resumirse. Deberemos avanzar hacia un formato más audiovisual a la hora de difundir conocimientos. Cierto que en algunas disciplinas como la comunicación, o la información y documentación, ello aparece acompañado por las competencias de los investigadores, pero en otras disciplinas el acompañamiento deberá ser mayor para explicarse mejor.


Elsevier, por ejemplo, ya está investigando cómo puede ser el artículo del futuro (Elsevier, 2013). Es evidente que la editorial lo visualiza desde una visión conservadora del modelo de difusión del conocimiento, es decir, cómo pueden subsistir las revistas en un mundo completamente audiovisual. Para los que no partimos de la premisa de que las revistas son elementos básicos sino las herramientas actuales, es evidente que el abanico de opciones es mucho más amplio.


Conclusión


Los retos presentados en la comunicación científica no son totalmente inéditos ni exhaustivos. Desde nuestro punto de vista, creemos que son las principales cuestiones que el mundo académico debe resolver. Es evidente que en un contexto de menores recursos, una visión cualitativa de la calidad es más difícil que en una época expansiva económica.


Somos también conscientes de que los retos no son iguales, o a la misma velocidad, para todas las disciplinas. Aun así, siguen siendo los retos que cabe considerar. Posiblemente encarar todos ellos debería ser lo más oportuno, pero a la vez cabe considerar la dificultad de llevarlo a cabo sin una visión integral de la ciencia, su futuro como actividad de investigación, pero también económica.


Finalmente, apuntar que desde nuestra disciplina no solamente deberíamos señalar los caminos y proponer las preguntas, sino también, y de forma colectiva, proponer las respuestas adecuadas.


Bibliografía


Bourne, P.E.; Clark, T.; Dale, R. et al. (eds.) (2011). “Force 11 White Paper: IImproving Future Research Communication and e-Scholarship”. http://www.force11.org/sites/default/files/book_attachments/Force11Manifesto20120219.pdf


Cronin, B. (2013). “Scientific Journals. Challenges and Trends”. Conferencia realizada en Barcelona el 18 de abril de 2013.
http://bd.ub.edu/grups/ccd/sites/bd.ub.edu.grups.ccd/files/Jornada%20Revistes%202013/BlaiseCronin.pdf


Elsevier (2013). “Article of the future”.
http://www.articleofthefuture.com


Estalella, A. (octubre, 2009) “Por favor, ¡comercien con mis artículos! (científicos)”. Prototyping.
http://www.prototyping.es/procomun/por-favor-comercialicen-mis-articulos-academicos


Eyre-Walker, A.; Stoletzki, N. (2013). “The Assessment of Science: The Relative Merits of Post-Publication Review, the Impact Factor, and the Number of Citations”. PLoS Biol, v. 11, n. 10, e1001675.
http://www.plosbiology.org/article/info:doi/10.1371/journal.pbio.1001675


Groth, P.; Gibson, A.; Velterop, J. (2010). “The Anatomy of a Nanopublication”. Information services and use, v. 30, n. 1-2, p. 51-56.
http://iospress.metapress.com/content/ftkh21q50t521wm2/fulltext.pdf


Mons, B.; Velterop, J. (2009). “Nano-Publication in the e-science era”. In: Workshop on Semantic Web Applications in Scientific Discourse (SWASD 2009).
http://www.nbic.nl/uploads/media/Nano-Publication_BarendMons-JanVelterop.pdf


Priego, Ernesto (2013). “Predatory journals and defective peer review are general academic problems, not just open access problems”. Impact of social sciences (LSC).
http://blogs.lse.ac.uk/impactofsocialsciences/2013/10/07/whos-afraid-of-open-access


Suber, P. (2008). “Gratis and Libre Open Access”. SPARC Open Access Newsletter.
http://www.sparc.arl.org/resource/gratis-and-libre-open-access


Veletsianos, G.; Kimmons, R. (2013). “Scholars and faculty members´lived experiences in online social networks”. The internet and higher education, v. 16, p. 43-50.

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