En su relato, Borges presenta a la biblioteca como un laberinto que convierte al lector en guardián de un saber que lo excede. Pero no hay ficción que presente una fábula de biblioteca más espeluznante que la novela de Carlos María Domínguez, en la que uno de sus personajes construye una casa usando a los libros como ladrillos.
Una biblioteca es un sistema de objetos peculiares en un doble sentido material y simbólico. Jacques Bonnet afirma que está llena de fantasmas. El bibliófilo une el lector al coleccionista. Gérard Hadad señala que "En las antípodas del devorador del Libro que lo hace suyo, el incendiario lo vomita con horror, busca erradicarlo, rechaza todavía más su transmisión". En el relato La Biblioteca de Babel, Borges la presenta como institución intemporal e infinita que encierra la totalidad de la cultura. Un laberinto que convierte al lector en guardián de un saber que lo excede, proveniente de una fuente enigmática y exterior, y acaba por ser una metáfora del universo.
En Cien años de soledad, Gabriel García Márquez reserva para los libros un lugar reducido: un cuarto donde se encuentran libros antiguos en idiomas extraños, y un manuscrito profético, un doble de la novela. Las narraciones circulan en el mundo exterior al cuarto. Si por un momento aparece la librería, esta tampoco se encuentra inserta en la cultura de Macondo. Es una librería de incunables, de un sabio que escribe en catalán, un manuscrito que nadie leerá. Curiosamente el manuscrito encerrado en el cuarto encierra las claves de la historia familiar y la sola posibilidad de reconocimiento. Aureliano es, ante todo, un Lector.
Creo que no hay ficción que presente una fábula de biblioteca más espeluznante que La casa de papel, de Carlos María Domínguez. El narrador autobiográfico es un profesor de literatura. La misteriosa muerte de una colega, atropellada mientras lee, lo enfrenta a un "desquiciado y viejo" ejemplar de La línea de sombra, de Joseph Conrad, con una singular dedicatoria que llega al correo de la difunta. El enigma lo lleva de Cambridge a Montevideo.
En la primera página leemos: Los libros cambian el destino de las personas, una afirmación que luego se invierte. En el viaje al sur, el narrador se siente intimidado por la proliferación alarmante de librerías. En Montevideo logra hablar con un amigo de Carlos Brauer, un bibliófilo desaparecido.
El temeroso coleccionista le narra, con mucha reticencia, la tragedia. La pasión irrefrenable por la biblioteca que reduce a Brauer, incapaz de desprenderse de sus libros, a vivir entre oscuros pasadizos de estantes. En su intento por organizar ese mundo no puede evitar que su pasión lo empuje a cambiar un fichero temático por un fichero "afectivo". La hybris transforma al bibliófilo en biblioclasta.
Al intentar reproducir el mundo de un libro antiguo, los cirios incendian su catálogo, una catastrófica pérdida del orden y la memoria. La respuesta es monstruosa y destructiva ya que Brauer se traslada a una playa lejana donde construye una casa de papel con libros/ladrillos, extraviando los volúmenes en una suerte de laberinto. La biblioteca es "Una obra destruida dentro de otra. No sólo encerrada. Aniquilada en el cemento".
El intrigado narrador encuentra los restos de la casa en la arena. Los lugareños vieron un hombre desesperado, gritando un nombre y acabando con la casa. Ante el reclamo de un libro, la certeza de la existencia del mismo entre el cemento se torna intolerable. Es la memoria, no el olvido, lo que derrumba todas las defensas.
La casa de papel es sólo un momento imposible. La biblioteca no está inmóvil; desde la doble condición de objeto, el texto perdura.
(c) Carmen Perilli - Doctora en Letras, profesora de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, investigadora del Conicet.
En Cien años de soledad, Gabriel García Márquez reserva para los libros un lugar reducido: un cuarto donde se encuentran libros antiguos en idiomas extraños, y un manuscrito profético, un doble de la novela. Las narraciones circulan en el mundo exterior al cuarto. Si por un momento aparece la librería, esta tampoco se encuentra inserta en la cultura de Macondo. Es una librería de incunables, de un sabio que escribe en catalán, un manuscrito que nadie leerá. Curiosamente el manuscrito encerrado en el cuarto encierra las claves de la historia familiar y la sola posibilidad de reconocimiento. Aureliano es, ante todo, un Lector.
Creo que no hay ficción que presente una fábula de biblioteca más espeluznante que La casa de papel, de Carlos María Domínguez. El narrador autobiográfico es un profesor de literatura. La misteriosa muerte de una colega, atropellada mientras lee, lo enfrenta a un "desquiciado y viejo" ejemplar de La línea de sombra, de Joseph Conrad, con una singular dedicatoria que llega al correo de la difunta. El enigma lo lleva de Cambridge a Montevideo.
En la primera página leemos: Los libros cambian el destino de las personas, una afirmación que luego se invierte. En el viaje al sur, el narrador se siente intimidado por la proliferación alarmante de librerías. En Montevideo logra hablar con un amigo de Carlos Brauer, un bibliófilo desaparecido.
El temeroso coleccionista le narra, con mucha reticencia, la tragedia. La pasión irrefrenable por la biblioteca que reduce a Brauer, incapaz de desprenderse de sus libros, a vivir entre oscuros pasadizos de estantes. En su intento por organizar ese mundo no puede evitar que su pasión lo empuje a cambiar un fichero temático por un fichero "afectivo". La hybris transforma al bibliófilo en biblioclasta.
Al intentar reproducir el mundo de un libro antiguo, los cirios incendian su catálogo, una catastrófica pérdida del orden y la memoria. La respuesta es monstruosa y destructiva ya que Brauer se traslada a una playa lejana donde construye una casa de papel con libros/ladrillos, extraviando los volúmenes en una suerte de laberinto. La biblioteca es "Una obra destruida dentro de otra. No sólo encerrada. Aniquilada en el cemento".
El intrigado narrador encuentra los restos de la casa en la arena. Los lugareños vieron un hombre desesperado, gritando un nombre y acabando con la casa. Ante el reclamo de un libro, la certeza de la existencia del mismo entre el cemento se torna intolerable. Es la memoria, no el olvido, lo que derrumba todas las defensas.
La casa de papel es sólo un momento imposible. La biblioteca no está inmóvil; desde la doble condición de objeto, el texto perdura.
(c) Carmen Perilli - Doctora en Letras, profesora de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, investigadora del Conicet.
BIBLIOGRAFÍA
- Bonnet, Jacques. Bibliotecas llenas de fantasmas, Barcelona: Anagrama, 2010.
- Borges Jorge Luis. Obras Completas, Buenos Aires: Emecé, 1974.
- Domínguez, Carlos María. La casa de papel, Buenos Aires. Alfaguara, 2004.
- García Márquez, Gabriel, Cien años de soledad, Buenos Aires: Sudamericana, 1971.
- Haddad, Gérard, Los biblioclastas. El mesías y el auto de fe, Buenos Aires: Ariel, 199
Por Carmen Perilli - Para LA GACETA – Tucumán