El tabaco y sus aditivos
El tabaco es el único producto de venta legal que no está sujeto a la Ley de Etiquetado. Quizá este dato sea un buen punto de partida para empezar a entender el uso de los aditivos en la industria tabacalera. Nicotina, alquitrán y monóxido de carbono es el único contenido que aparece en las cajetillas de tabaco, pero sobre los 289 aditivos que la multinacional hispanofrancesa Altadis reconoce usar en sus marcas vendidas en la U.E., o sobre los 599 que admite la industria en EEUU, no existen datos. Y eso sin contar el papel en que está liado -incluyendo la pólvora para acelerar la combustión-, el papel que envuelve el filtro -con microperforaciones para que nuestros dedos absorvan también parte de la nicotina y, supuestamente, diluyan el aire inhalado-, y el filtro en sí mismo -el cual desprende unos cristales microscópicos, que son considerablemente más perjudiciales que el humo del tabaco en si-.
Ultimamente, y agravado por el tema de la crisis económica, el tabaco de liar está aumentando sus ventas de forma espectacular. Numerosas marcas llenan nuestros estancos con sus productos para liar, y algunos de ellos, según reza en sus envases, no contienen aditivos, como es el caso de las marcas Pueblo o Manitou. Pero según Rodrigo Córdoba, presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), «la toxicidad del tabaco se mantiene en un 99% aún sin aditivos».
Como prueba: en los años setenta Philip Morris comenzó a usar los aditivos y las ventas de Marlboro se dispararon. «La competencia, especialmente British American Tobacco, enloqueció buscando la fórmula e imitaron pronto los aditivos», explica Michael Rabinoff, profesor de la Universidad de California - Los Ángeles, quien publicó el estudio Efectos farmacológicos y químicos de los aditivos de los cigarrillos en la revista de la Sociedad Americana de Salud Pública.
¿Pero a qué aditivos nos estamos refiriendo? Parece ser que el 90% de un cigarrillo es tabaco, altamente adictivo y cancerígeno por si mismo, y el 10% restante lo forman los famosos aditivos. Pero claro, sobre los 289 aditivos que reconoce utilizar Altadis o sobre los 599 de la industria norteamericana, no existían datos públicos aparándose en las leyes de Propiedad Intelectual, algo así como la siempre presente fórmula secreta de la Coca-Cola. Pese a la oposición de las tabacaleras, el Ministerio de Sanidad les ordenó en enero de 2004 que le comunicaran cada año los aditivos que utilizan y que lo hicieran público. En este gráfico del diario El País podemos verlos.
Más del 90% de estos productos están declarados oficialmente como aromas. Por ejemplo, el 4,2% del cigarrillo son azúcares, sustancias aparentemente inocuas pero que al quemarse producen acetaldehído (mutagénico y tóxico para el embrión y que produce tumores en el tracto respiratorio), que aumenta el efecto de la nicotina y que la hace más adictiva. Al menos 7 compuestos derivados de la lactona, que inhibe la enzima encargada de metabolizar la nicotina, y que al no funcionar, la nicotina permanece más tiempo en sangre y aumenta la adicción. Curioso también el uso del cacao (1,1% del cigarrillo), un broncodilatador que facilita que la nicotina (y el alquitrán) llegue a los alveolos y se inhale más, con la excusa de proporcionar un sabor más dulce y agradable, lo que atrae a más adolescentes, que ya de por sí son más propensos a desarrollar adicciones. El mismo efecto produce el regaliz (1,3%).
Pero es que el papel en que viene liado el cigarrillo tampoco se escapa de la quema -y nunca mejor dicho-, ya que se usa, por ejemplo, acetato de sodio en lugar del citrato tripotásico, para que el humo de la corriente secundaria (el humo evaporado) sea menos visible, o el hidróxido de calcio convirtiendo al humo en menos irritante para los no fumadores, y así, estos fumadores involuntarios, tengan más difícil protegerse del humo del tabaco.
¿Vergonzoso? Pues escuchar declaraciones como esta de Manuel Oñorbe, director general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, quien admite que «no hacemos análisis de los aditivos y tenemos que creer lo que declaran las tabacaleras. No sabemos lo que lleva» y reconoce que el tabaco es el único producto de consumo que no tiene que declarar su composición. Más adelante sostiene: «Yo he hecho la ley antitabaco y no soy sospechoso de no combatir el consumo. El tabaco es cancerígeno y adictivo incluso sin aditivos y no creo que al consumidor le diga mucho saber que tiene un 2% o un 3% de azúcares».
El hábito de fumar mata a más de 440.000 ciudadanos americanos cada año, más que el total de muertes por alcohol, cocaína, heroína, homicidios, suicidios, accidentes automovilísticos, incendios y SIDA. En España mueren unas 56.000 personas por el tabaco, según Sanidad, mientras que 4.000 mueren por accidentes de tráfico. Perjudica a todos los órganos del cuerpo y ha sido definitivamente vinculado con la leucemia, cataratas, neumonía, un tercio de las muertes relacionadas con cualquier tipo de cáncer, bronquitis crónica, enfisema, asma, el 90% de las muertes por obstrucción pulmonar, enfermedades del corazón, incluyendo ataques al corazón, apoplejía, enfermedades vasculares, aneurisma, etc, etc...
FUENTES:
- SEDET: Sociedad Española de Especialistas en Tabaquismo.
- NIDA: National Institute on Drug Abuse.
- DEIA.com: Los aditivos del tabaco y la salud pública.
- Diario El País: Ingeniería de precisión para esclavizar al fumador.
Ultimamente, y agravado por el tema de la crisis económica, el tabaco de liar está aumentando sus ventas de forma espectacular. Numerosas marcas llenan nuestros estancos con sus productos para liar, y algunos de ellos, según reza en sus envases, no contienen aditivos, como es el caso de las marcas Pueblo o Manitou. Pero según Rodrigo Córdoba, presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), «la toxicidad del tabaco se mantiene en un 99% aún sin aditivos».
Como prueba: en los años setenta Philip Morris comenzó a usar los aditivos y las ventas de Marlboro se dispararon. «La competencia, especialmente British American Tobacco, enloqueció buscando la fórmula e imitaron pronto los aditivos», explica Michael Rabinoff, profesor de la Universidad de California - Los Ángeles, quien publicó el estudio Efectos farmacológicos y químicos de los aditivos de los cigarrillos en la revista de la Sociedad Americana de Salud Pública.
¿Pero a qué aditivos nos estamos refiriendo? Parece ser que el 90% de un cigarrillo es tabaco, altamente adictivo y cancerígeno por si mismo, y el 10% restante lo forman los famosos aditivos. Pero claro, sobre los 289 aditivos que reconoce utilizar Altadis o sobre los 599 de la industria norteamericana, no existían datos públicos aparándose en las leyes de Propiedad Intelectual, algo así como la siempre presente fórmula secreta de la Coca-Cola. Pese a la oposición de las tabacaleras, el Ministerio de Sanidad les ordenó en enero de 2004 que le comunicaran cada año los aditivos que utilizan y que lo hicieran público. En este gráfico del diario El País podemos verlos.
Más del 90% de estos productos están declarados oficialmente como aromas. Por ejemplo, el 4,2% del cigarrillo son azúcares, sustancias aparentemente inocuas pero que al quemarse producen acetaldehído (mutagénico y tóxico para el embrión y que produce tumores en el tracto respiratorio), que aumenta el efecto de la nicotina y que la hace más adictiva. Al menos 7 compuestos derivados de la lactona, que inhibe la enzima encargada de metabolizar la nicotina, y que al no funcionar, la nicotina permanece más tiempo en sangre y aumenta la adicción. Curioso también el uso del cacao (1,1% del cigarrillo), un broncodilatador que facilita que la nicotina (y el alquitrán) llegue a los alveolos y se inhale más, con la excusa de proporcionar un sabor más dulce y agradable, lo que atrae a más adolescentes, que ya de por sí son más propensos a desarrollar adicciones. El mismo efecto produce el regaliz (1,3%).
El ácido salicílico, que actúa como anestésico, o el mentol y el eugenol, que minimizan las toses, o el uso de reductores de acidez, que aceleran el paso de la nicotina de forma sólida a gaseosa. Están los aceleradores de la combustión, para que el cigarrillo dure menos, o el extracto de café, que bloquea la formación de nitrosaminas, compuestos cancerígenos. Pero es que el mismo alquitrán que sí refleja la cajetila no es una sola sustancia, sino los miles de compuestos que quedan tras quemar el cigarrillo y que abarca desde metales pesados como el arsénico a elementos altamente cancerígenos, como las nitrosaminas específicas del tabaco.
Pero es que el papel en que viene liado el cigarrillo tampoco se escapa de la quema -y nunca mejor dicho-, ya que se usa, por ejemplo, acetato de sodio en lugar del citrato tripotásico, para que el humo de la corriente secundaria (el humo evaporado) sea menos visible, o el hidróxido de calcio convirtiendo al humo en menos irritante para los no fumadores, y así, estos fumadores involuntarios, tengan más difícil protegerse del humo del tabaco.
¿Vergonzoso? Pues escuchar declaraciones como esta de Manuel Oñorbe, director general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, quien admite que «no hacemos análisis de los aditivos y tenemos que creer lo que declaran las tabacaleras. No sabemos lo que lleva» y reconoce que el tabaco es el único producto de consumo que no tiene que declarar su composición. Más adelante sostiene: «Yo he hecho la ley antitabaco y no soy sospechoso de no combatir el consumo. El tabaco es cancerígeno y adictivo incluso sin aditivos y no creo que al consumidor le diga mucho saber que tiene un 2% o un 3% de azúcares».
El hábito de fumar mata a más de 440.000 ciudadanos americanos cada año, más que el total de muertes por alcohol, cocaína, heroína, homicidios, suicidios, accidentes automovilísticos, incendios y SIDA. En España mueren unas 56.000 personas por el tabaco, según Sanidad, mientras que 4.000 mueren por accidentes de tráfico. Perjudica a todos los órganos del cuerpo y ha sido definitivamente vinculado con la leucemia, cataratas, neumonía, un tercio de las muertes relacionadas con cualquier tipo de cáncer, bronquitis crónica, enfisema, asma, el 90% de las muertes por obstrucción pulmonar, enfermedades del corazón, incluyendo ataques al corazón, apoplejía, enfermedades vasculares, aneurisma, etc, etc...
FUENTES:
- SEDET: Sociedad Española de Especialistas en Tabaquismo.
- NIDA: National Institute on Drug Abuse.
- DEIA.com: Los aditivos del tabaco y la salud pública.
- Diario El País: Ingeniería de precisión para esclavizar al fumador.
ENLACES:
- Este artículo: El tabaco y sus aditivos.
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- Sustancias nocivas en el tabaco: Gráfico.
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