domingo, 19 de febrero de 2012

Nos enamoramos en un quinto de segundo


Nos enamoramos en un quinto de segundo

Investigadores aseguran que el amor fulminante, el que sucede a primera vista, existe y tiene una base científica

Día 26/10/2010 - 11.14h
Hace tan solo unos días, investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford aseguraban que los sentimientos que provocan las pasiones amorosas pueden ser tan eficaces para aliviar el dolor como los analgésicos o la cocaína. Ahora, otro equipo internacional de científicos ofrece una nueva e interesante teoría sobre lo que ocurre cuando nos enamoramos. Resuelta que ese sentimiento pasional, además de potente, es fulminante. Nos quedamos prendados de otra persona en tan solo la quinta parte de lo que dura un segundo. Ni un suspiro. La investigación, que aparece publicada en la revista Journal of Sexual Medicine, puede ayudarnos a entender por qué perdemos la cabeza por alguien que no nos conviene, que es un desastre o que incluso puede perjudicarnos. ¡No tenemos tiempo para pensar!
Nos enamoramos en un quinto de segundo
AP 
El sentimiento pasional es fulminante
Según la investigación, liderada la profesora Stephanie Ortigue, de la Universidad de Siracusa, en Nueva York, cuando una persona se enamora, doce áreas del cerebro trabajan conjuntamente para liberarlos productos químicos que inducen a la euforia, como ladopamina, la oxitocina y la adrenalina. El sentimiento amoroso también afecta a sofisticadas funciones cognitivas, como la representación mental, las metáforas y la imagen corporal.
Ortigue explica en la web especializada Science Daily que en la sangre de las parejas que acaban de enamorarse también se han encontradoniveles significativamente mayores del factor de crecimiento nervioso(NGF, por sus siglas en inglés). Esta molécula desempeña un papel importante en la química social de los seres humanos relacionada con el«amor a primera vista». Estos resultados «confirman que el amor tiene una base científica», asegura.
Ortigue explica que esta investigación puede tener implicaciones importantes para la neurociencia y la investigación en salud mental, ya que una ruptura amorosa puede provocar un importante estrés emocional y depresión. Al identificar las partes del cerebro estimuladas por el amor, los terapeutas pueden conocer mejor cómo tratar a los corazones rotos.

El amor, tan potente como la cocaína



El amor, tan potente como la cocaína

Los sentimientos apasionados consiguen aliviar el dolor tanto como lo hace un analgésico o incluso la droga más adictiva

Día 14/10/2010 - 20.08h
El amor es un fármaco milagroso. Y una droga potente. Literalmente. Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanfordaseguran que los sentimientos que provocan las pasiones amorosas pueden ser increíblemente eficaces para aliviar el dolor, con un poder calmante similar al de los analgésicos o incluso al de drogas como la cocaína.
El amor, tan potente como la cocaína
SEAN MACKEY / JARRED YOUNGER 
El amor activa zonas del cerebro relacionadas con las buenas experiencias (en la imagen, en color)
«Cuando las personas están en fase de apasionamiento, hay alteraciones significativas en su estado de ánimo que influyen en su experiencia del dolor», explica Sea Mackey, autor principal del estudio, que se publica online en PLoS ONE. «Estamos empezando a identificar algunos de esos sistemas de recompensa en el cerebro, y a reconocer cómo influyen en el dolor», apunta. Un sistema en el que está involucrada la dopamina, un neurotransmisor que influye en el estado de ánimo, la recompensa y la motivación.

Quince parejas enamoradas

En el estudio, los científicos reunieron a parejas de jóvenes estudiantes de la Universidad de Stanford que se encontraban en sus nueve primeros meses de relación. «Queríamos que los sujetos que se sintieran eufóricos, energéticos, pensando obsesivamente en la persona amada», explican. Cuando el amor apasionado es descrito de esta forma, como una especie de locura, «de alguna manera suena a una adicción». Los investigadores dedujeron que tal vez este sentimiento implicara sistemas cerebrales similares a los que se reconocen en las adicciones, que están muy relacionados con la dopamina, el neurotransmisor en el cerebro que está íntimamente involucrado con buenas sensaciones.
Para salir de dudas, los científicos reclutaron a 15 estudiantes (ocho mujeres y siete hombres) para el estudio. A cada uno se les pidió que trajeran una foto de su pareja y otra de un conocido igualmente atractivo que fueron colocadas enfrente mientras se sometían al experimento. Los investigadores calentaron un estimulador térmico controlado por ordenador en la palma de la mano del sujeto para causar un dolor leve. Al mismo tiempo, su cerebro eran escaneado en una máquina funcional de resonancia magnética.

Deportes que se juegan sin pelotas

Los resultados mostraron que el amor conseguía reducir el dolor, y en niveles mucho más altos que cuando el sujeto se concentraba en la foto del conocido atractivo. Como es sabido que la distracción también alivia el dolor, y para no confundirla con el amor, se pidió a los alumnos que pensaran en otra cosa, como en «deportes que se juegan sin pelota». Este argucia también fue eficaz para sentirse mejor, pero el cerebro usó vías muy diferentes.
«Con la prueba de la distracción, las vías que condujeron al alivio del dolor fueron en su mayoría cognitivas», dice Younger, mientras que el alivio inducido por el amor estaba más asociado a los centros de recompensa. Parece que involucra aspectos más primitivos del cerebro, de forma similar a cómo funcionan los analgésicos opioides. «Uno de los sitios claves para la analgesia inducida por el amor es el núcleo accumbens, un centro de recompensa clave para la adicción a los opiáceos, cocaína y otras drogas. La región le dice al cerebro que realmente necesita seguir haciendo esto», dijo Younger.
Los científicos no sugieren que los pacientes con dolor crónico tiren a la basura sus analgésicos y se enamoren perdidamente de alguien, pero sí creen que la mejor comprensión de estas vías neurales de obtención de recompensas provocadas por el amor pueden llevar a obtener nuevos métodos para producir alivio del dolor.

Manual de química para enamorados


Fuente: http://www.abc.es/20110212/ciencia/abci-manual-quimica-para-enamorados-201102111933.html

CIENCIA

Manual de química para enamorados

Desde que se descubrió que las hormonas influyen en las relaciones de pareja, la ciencia no ha parado de investigar sobre cómo el cerebro responde ante el impulso más importante del mundo. Estas son las conclusiones más recientes

Día 12/02/2011 - 04.31h

Cuando Ethan Hawke conoce a Julie Delpy en un tren en «Antes del amanecer», la romántica película de Richard Linklater, bastan un par de miradas para que ocurra el flechazo. Cualquier espectador es capaz de reconocer el sentido de la escena. Las primeras palabras que la pareja se cruza son de lo más prosaicas, pero la esencia del idilio ya ha comenzado segundos antes en sus sonrisas bobaliconas. Si un neurocientífico rompiera la ficción y se colara en la pantalla, podría explicar que Jesse y Céline, los personajes que interpretan Hawke y Delpy, acaban de tener un estupendo chute de oxitocina, dopamina, serotonina y adrenalina, entre otras hormonas, que, sin exagerar, ha conseguido enajenarles. Básicamente, esto es el amor.
A un par de días para San Valentín, resulta un crimen reducir toda esa colección de sentimientos y sensaciones a un cóctel químico, pero los científicos saben desde hace tiempo que, más que del corazón, el enamoramiento depende del cerebro. Seguramente, uno de los estudios más famosos sobre el amor es el realizado por la antropóloga Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey, que se ha convertido ya en un clásico. Esta «doctora del amor» descubrió que existen tres procesos cerebrales distintos que definen tres tipos de relación. Primero se encuentra el impulso sexual, regulado por la testosterona. La segunda fase es el amor romántico, que dura, según Fisher, un año y medio -no nos lamentemos, en la mayoría de especies animales este cortejo se reduce a minutos, horas o semanas- y que está dominado por la dopamina, un neurotransmisor que influye en el estado de ánimo. Pasado ese tiempo, surge otro tipo de unión, el cariño, en el que parece que tienen que ver la oxitocina y lavasopresina, dos hormonas que afectan a la zona cerebral que controla el placer y la recompensa.
«En el amor todo es química», asegura a este periódico Juan Lerma, presidente de la Sociedad Española de Neurociencias (SENC) e investigador del CSIC. Y cuando nos enamoramos «se ponen en marcha actividades nuevas en circuitos neuronales que producen un estado de enajenación transitoria, muy parecido a lo que una droga puede inducir». Las siguientes investigaciones van en ese camino.

Adictivo como la cocaína

Las personas que acaban de enamorarse están literalmente «colgadas», de la misma forma que un adicto a las drogas necesita su dosis o nos satisface comer chocolate. Los científicos ya se habían percatado de este efecto hace algún tiempo, pero un nuevo estudio realizado en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford da un paso más allá. Según sus autores, las pasiones pueden ser increíblemente eficaces para aliviar el dolor, con un poder calmante similar al de los analgésicos e incluso al de estupefacientes como la cocaína. Parece que el amor actúa en la misma zona del cerebro, el núcleo accumbens, un centro de recompensa clave en la adicción a las drogas.

Los flechazos existen

El amor fulminante, el que ocurre a primera vista, es real. Según Stephanie Ortigue, una investigadora de la Universidad de Sicarusa, Nueva York, solo necesitamos la quinta parte de un segundo para encontrar a alguien atractivo. Los productos químicos que inducen a la euforia, como la dopamina, la oxitocina y la adrenalina, ya han salido disparados y en la sangre aumenta las dosis de una proteína, el factor de crecimiento nervioso, que parece desempeñar un papel fundamental en este proceso. Una vez que ocurre, ya estamos perdidos.

Pensamiento único

«Los hombres piensan en el sexo tres veces más que las mujeres». Lo dice Louann Brizendine, una neuropsiquiatra graduada en Yale y en Berkeley que ha vendido una buena cantidad de ejemplares de su libro «El cerebro masculino» (RBA) después de hacer afirmaciones tan llamativas como ésta. La científica norteamericana confirma el estereotipo. La culpa la tiene, según ella, la configuración de la materia gris. La zona para el ejercicio de la sexualidad es 2,5 veces mayor en el cerebro masculino que en el femenino, así que, para ellos, gran parte del éxito de la pareja depende de que las relaciones sexuales sean satisfactorias.

Caderas, pechos y mandíbulas

Lo que consideramos atractivo puede cambiar con el tiempo, influenciado por parámetros culturales, modas e incluso por cómo nos vemos a nosotros mismos, pero existen ciertas tendencias que parecen venir marcadas por la evolución y la necesidad de procrear. Científicos de la Universidad Victoria en Wellington (Nueva Zelanda), pidieron a un grupo de hombres que observara unas fotografías de mujeres desnudas. Como era de esperar, pasaron la mayor parte del tiempo mirando los pechos, pero consideraron más atractivas a las mujeres con forma de reloj de arena, una señal biológica de fertilidad. En cuanto a las mujeres, otra investigación, ésta aparecida en «Evolution and Human Behavior», asegura que aquellas que se encuentran en la fase más fértil del ciclo se sienten irremediablemente atraídas por loshombres de aspecto masculino, tipo George Clooney. Aprecian una barbilla pronunciada y los rasgos marcados, señales de un buen nivel de testosterona.

Fieles como el topillo de la pradera

La infidelidad ocurre tanto en hombres como en mujeres, pero parece que son ellos los que cometen más deslices. Los científicos creen tener la clave. Se trata de una hormona en particular, la vasopresina, que potencia la unión a la pareja y el instinto de proteger a los hijos. El topillo de la pradera es un primor de virtudes. Son fieles hasta la muerte -incluso prefieren permanecer solos si se quedan «viudos»-, y ambos cónyuges cuidan de sus crías. Sin embargo, su primo, el topillo de la montaña, es todo lo contrario. Es infiel, los machos se desentienden de la prole y las hembras abandonan a las crías poco después del parto. Larry Young, de la Universidad de Emory, encontró que los topillos «buenos» tienen una versión muy activa del gen que fabrica el receptor de la vasopresina, lo que les conduce a la fidelidad y la vida familiar, mientras que los otros están abocados a una existencia más disipada. Tras inyectar la «versión monógama» del gen a un ejemplar de montaña, éste cambio sus hábitos promiscuos. Más de una mujer desearía que su pareja recibiera uno de estos pinchazos milagrosos.
La vasopresina también influye en las probabilidades de que un hombre se quede soltero, según un trabajo del Instituto Karolinska, en Estocolmo, con más de 550 pares de gemelos o mellizos.

La forma en la que charla una pareja puede predecir el éxito de la relación


Fuente: http://www.abc.es/20110126/ciencia/abci-charla-pareja-puede-predecir-201101251946.html

CIENCIA

La forma en la que charla una pareja puede predecir el éxito de la relación

Ni piropos ni zalamerías, el uso similar de palabras como «él», «que», «ya» u «otra cosa» son claves para conseguir una nueva cita

Día 26/01/2011 - 13.48h
ARCHIVO
El secreto está en el lenguaje
Un grupo de psicólogos norteamericanos cree haber descubierto la clave para conocer de antemano si una relación amorosa tendrá éxito. No es cuestión de que los amantes tengan valores similares, una personalidad complementaria o una apariencia física grata para ambos. Hay algo más. Y se esconde en su charla. No en lo que dicen -no son fundamentales piropos ni zalamerías, aunque tampoco sobran-, sino encómo lo dicen y en la facilidad que tienen para entenderse, a veces sin necesidad de sustantivos. La investigación, publicada en Psychological Science, la revista de la Asociación para la Ciencia Psicológica en EE.UU., señala que las personas que hablan en estilos similares son más compatibles. Se trata, como comúnmente se dice, de que una pareja «hable el mismo idioma».
El estudio se centra en palabras llamadas «palabras de función». No son sustantivos ni verbos, sino términos que muestran cómo se relacionan los primeros, palabras como «el», «un», «que», «otra cosa», «su», «ya....». Son difíciles de definir de manera explícita, pero las usamos continuamente. Según uno de los autores del estudio, James Pennebaker, de la Universidad de Texas en Austin, la forma en la que usamos estas palabras constituye el estilo de nuestra escritura y nuestra forma de hablar.
«Las palabras funcionales requieren habilidades sociales para ser utilizadas», apunta el investigador. Por ejemplo, «si yo hablo de algo y en unos pocos minutos hago alguna referencia a ese algo con un artículo, usted y yo sabemos a qué se refiere», pero alguien que no ha estado en la conversación no lo entendería.
Pennebaker y sus colegas examinaron si el estilo de la conversación oral de una pareja puede predecir el comportamiento futuro de las citas y la fortaleza a largo plazo de las relaciones. Para ello, los investigadores realizaron dos experimentos.
Cuatro veces más posibilidades
En el primero, parejas de universitarios charlaban durante cuatro minutos mientras su conversación era grabada. Casi todas recurrieron a los mismos temas: ¿Qué estudias? ¿De dónde eres? ¿Qué te parece la universidad? Todas las conversaciones sonaban muy parecidas, pero un análisis de texto posterior revelaba marcadas diferencias en la sincronía del lenguaje. Las parejas con un mismo estilo de lenguaje tenían más cuatro veces más posibilidades de querer una segunda cita que las parejas con estilos de lenguaje diferentes.
Un segundo estudio reveló el mismo patrón en chats online durante diez días de parejas que ya estaban saliendo. Casi el 80% de las parejas cuyo estilo de escritura era similar seguían enamoradas tres meses más tarde. Entre los que utilizaban formas diferentes de comunicarse, el porcentaje de los que todavía se querían después de ese tiempo descendía casi un 30%.
Según el estudio, lo que la gente se dice es importante, pero la forma en la que se expresa puede ser aún más reveladora. Como dice Pennebaker, «lo maravilloso de esto es que nosotros no tomamos la decisión, sino que, simplemente, sale de nuestras bocas». Si quieres saber qué compatibilidad tienes con tu pareja, puedes responder a las preguntas que los investigadores hacen en esta web (en inglés).

Moléculas que desatan el amor


Fuente: http://www.abc.es/20120214/ciencia/abcp-moleculas-desatan-amor-20120214.html
Moléculas que desatan el amor

El flechazo ocurre en medio segundo, pero sus efectos pueden condicionar nuestra esperanza de vida

Día 14/02/2012
Moléculas que desatan el amor
ED
Los avances en neuroimagen han hecho posible obtener una«radiografía del amor» y determinar qué moléculas y zonas del cerebro están implicadas en esta experiencia placentera universal más relacionada con la motivacion que con las emociones. Hasta doce áreas cerebrales entran en juego en este sentimiento complejo que en especial en días como el de San Valentín, no pierde su romanticismo ni su intriga. Y es que sigue siendo un misterio por qué nos enamoramos de unas personas y no de otras, por lo que de momento, Cupido se libra del despido. Eso sí, tendrá que sufrir un proceso de adaptación laboral y cambiar sus tradicionales flechas por las más efectivas técnicas de biología molecular, al estilo de la policía científica de CSI.
En tan solo medio segundo nuestro cerebro puede vincularnos a otra persona, es el conocido flechazo, y liberar al torrente sanguíneo sustancias que afectan a todo el organismo, como adrenalina, dopamina, serotonina, oxitocina y vasopresina. Un cóctel químico que hará que nuestro corazón vaya más rápido (adrenalina) al pensar en la persona amada, nos centremos en ella (dopamina) y ocupe nuestros pensamientos (serotonina) en la tormenta emocional que llamamos enamoramiento. Posteriormente podremos crear lazos duraderos gracias a la oxitocina y la vasopresina, que ponen en marcha el apego.
Estas moléculas están pluriempleadas y muchas actúan también como hormonas, de ahí que una de las áreas del cerebro que se encienden cuando nos enamoramos sea el hipotálamo, el regulador hormonal. La adrenalina incrementa la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata los conductos de aire, y participa en la respuesta de lucha o huída. La dopamina es clave en el mantenimiento de la atención y en la regulación del dolor. La oxitocina se libera durante el parto y la lactancia. Y la vasopresina se ocupa de regular los fluidos en sangre. Sin embargo, son las implicadas en la fase de enamoramiento las que tienen mayores repercusiones sobre el cuerpo, explica el doctor Carlos Tejero, de la Sociedad Española de Neurología.

Efectos en la salud

No es de extrañar que el amor y el desamor influyan en nuestra salud física, como explica Miguel Ángel García Fernández, vicesecretario de la Sociedad Española de Cardiología: «Existe una clara relación entre nuestro estado de ánimo y la salud de nuestro corazón. Así, para prevenir enfermedades cardiovasculares, además de controlar la tensión, los niveles de colesterol, realizar ejercicio y seguir una dieta saludable, hemos de favorecer la presencia de sentimientos positivos reforzando nuestros lazos afectivos con nuestro entorno».
Diversos estudios han demostrado que una vida amorosa y afectiva estable favorece la salud mental, mejora el sistema inmunitario y protege a nuestro corazón. Por el contrario, sufrir en las relaciones amorosas puede incrementar el riesgo cardiovascular: «Las mujeres con matrimonios estresantes tienen tres veces más riesgo de infarto». En los varones, una buena relación afectiva aumenta la esperanza de vida tras una insuficiencia cardiaca: el 72% de quienes tienen una buena relación de pareja superan la patología, frente al 42% entre quienes tienen problemas matrimoniales. Y es que el estrés asociado a una mala relación, como cualquier otra situación estresante, favorece la alteración del sistema inmunológico. Los responsables los glucocorticoides que se generan afectan a la inmunidad, la reproducción y la formación ósea.
Pero cuando se dejan de producir estas sustancias nuestro cerebro las reclama. Hay quien sostiene que el amor crea adicción. No en vano se procesa también en los circuitos de recompensa cerebral, igual que las drogas. «La pérdida de la persona querida, por ruptura o por muerte, nos produce un sensación de síndrome de abstinencia, señala Tejero.

Sucedáneos del amor

Los estudios sobre el cerebro enamorado también dan pistas sobre otras patologías, como explica este neurólogo: «Nos interesa saber por qué una persona después de tener una lesión cerebral puede perder la capacidad de tener una relación afectiva con la persona que más quiere. Ocurre con infartos cerebrales, tumores o enfermedades inflamatorias. Es importante saber si esta reacción la tiene el paciente a nivel psicológico o porque alguna estructura del cerebro se ha afectado y en este caso nos planteamos una rehabilitación afectiva».
¿Existen sucedáneos del amor, que nos ayuden a pasar el mal trago? El doctor Tejero asiente: «la gente busca refugio en sustancias que disimulen esos sentimientos, como fármacos antidepresivos, drogas o sustancias como el chocolate, las compras, etc». En general sirve todo lo que active el sistema de recompensa del cerebro, del que participa el amor.

El refranero tiene razón

Los satélites del libro


En Lecturalia hemos publicado una serie bastante completa de artículos que analizan el proceso completo de producción de un libro, desde su escritura hasta su venta, explicando la función de todos los profesionales que suelen intervenir en dicha cadena, desde agentes literarios hasta encargados de prensa. Pero de lo que no somos conscientes por lo general es del negocio que se genera alrededor de ese proceso, un negocio relativo a los servicios complementarios por y para el escritor, que pueden ser útiles, necesarios o simplemente absurdos.

El escritor Ewan Morrison comentaba hace poco en un artículo para el periódico británico The Guardian que le resultaba sorprendente que la publicación de su obra The End of Books, un ensayo sobre el futuro del libro en una industria cambiante, le procuraría mayores ingresos que sus propios libros de ficción. Morrison se mostraba asombrado de que, a pesar de contar con un reconocimiento aceptable para sus obras, su ensayo, de una naturaleza mucho más práctica, producía una avalancha continua de invitaciones a conferencias, congresos y lecturas; evidentemente la industria editorial estaba muy interesada en lo que tenía que decir, pero también los propios escritores, preocupados por los cambios que están afectando a su ya de por sí volátil profesión. Morrison apuntaba, con gran acierto, que estamos en un momento burbuja en el que crece de manera exponencial la demanda de información para escritores en estos tiempos inciertos: las librerías, sobre todo las virtuales, están llenas de libros que explican cómo crear y vender un libro electrónico.

Algo parecido ocurrió (y hasta cierto punto sigue ocurriendo) con las bitácoras online. Si bien sólo hay una decena de personas en el mundo que pueden haberse hecho millonarias con su blog (y gran parte de ese dinero proviene de ofrecer cursos, conferencias y actos similares, por no hablar de ventas de productos afiliados), se produjo una explosión de manuales para crear blogs de éxito. Ahora que los blogs parecen entrar en declive frente al poder de atracción de las redes sociales, surgen obras especializadas, unidas también a conferencias, talleres y cursos, dedicadas a enseñar al escritor a promocionarse a través de éstas. Uno no puede dejar de preguntarse si los escritores que realmente han obtenido un gran número de ventas gracias a las redes sociales estaban apuntados a estos cursos o si han recurrido a a) un talento natural de márketing o b) un spam tan insidioso y pesado que todo el mundo ha acabado comprando su libro sólo para poder respirar tranquilo. Por no mencionar que los escritores que han conseguido un alto volumen de ventas a través de las redes sociales son, realmente, muy pocos, y deben su éxito más bien a conceptos novedosos de venta e ideas de promoción muy originales y creativas.

El escritor se halla sujeto a la caza y captura al igual que lo está el ciudadano medio. El mercado está repleto de libros sobre cómo enriquecerse en cinco minutos, perder ocho kilos en tres días o encontrar la felicidad en los posos del café, ¿cómo no iban estos mismos productores de libros en cadena aprovecharse de esta burbuja de la que habla Morrison? Y cuando la burbuja explote, cuando el mercado esté saturado y/o el escritor decida que no necesita ocho manuales de cómo vender millones de libros a base de anuncios en Tuenti, no importará: siempre habrá un nuevo campo que explorar.