Dónde queda el infierno
En estas lecciones de juventud, Galileo busca desentrañar el submundo imaginado por Dante
Viernes 20 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa
Dos lecciones infernales Por Galileo Galilei
La Compañía
Trad.: Matías Alinovi
120 páginas
$ 52
Contra dos mil años de tradición de geocentrismo, Galileo tomó partido a favor de Copérnico y de su teoría heliocéntrica. Convencido del movimiento de la Tierra alrededor del Sol, dedicó su vida a elaborar una física compatible con este movimiento y fue el primer ser humano que buscó pruebas astronómicas mediante observaciones sistemáticas del cielo con un telescopio. El matemático y físico pisano murió en 1642, casi ciego, condenado por sus ideas. Dos siglos más tarde, su figura era infinita. Historiadores, filósofos y dramaturgos lo transformaron en ícono de la revolución científica y le confirieron dimensión de héroe trágico.
Ahora bien, Galileo fue un hombre. Como tal, no nació -no pudo haber nacido- copernicano. Educado en la Universidad de Pisa, aprendió lo que le enseñaron: a pensar el cosmos con la Tierra inmóvil en el centro del universo. En su Tratado sobre la esfera (1585), que publicó a los 21 años, su geocentrismo es convencional y Copérnico no aparece mencionado. Se cree que utilizó este texto durante el período en que fue profesor en Pisa (1589-1592) y durante los primeros años como profesor en la Universidad de Padua (1592-1610). En su obra De motu (1591-1592), comenta Stillman Drake, Galileo menciona a Copérnico, pero aún no se muestra convencido por su astronomía. Según William Shea, el copernicanismo de Galileo aparece en escena en 1597, en una carta a su amigo Jacopo Mazzoni.
Las Dos lecciones infernales , presentadas en 1588, fueron compuestas por este "primer" Galileo a pedido de la Academia Florentina, como parte de una tradición de estudios "científicos" sobre la ubicación, forma y tamaño del infierno que Dante concibió para la Divina Comedia . En un "Posfacio" que pone en contexto estos escritos, Matías Alinovi -físico, escritor de ficción y periodista científico argentino- cuenta que, en 1544, en la edición de la Comedia editada por Alessandro Vellutello, el prólogo se dedica a descalificar las especulaciones que sobre el infierno de Dante había publicado un miembro de la Academia Florentina, Antonio Manetti. "Tenaces en el rencor", comenta Alinovi, los académicos convocaron "al joven matemático Galileo para que con la precisión de sus cálculos y las sutilezas de sus argumentaciones los vengara públicamente de la injuria". Esta distinción inesperada ponía en evidencia la alta estima ganada por sus habilidades literarias y matemáticas.
Además de presentar los cálculos necesarios para reivindicar el honor de la Academia, promete Galileo, "narraremos brevemente todo el viaje de Dante a través del infierno, y al hacerlo señalaremos algunas particularidades, útiles al perfecto conocimiento de este sitio". El resultado es un viaje por los círculos del infierno guiados, no por Virgilio, sino por un Galileo de 24 años, que si aún no es el héroe de la razón moderna, ya es un diestro geómetra capaz de poner medida a la intrincada topografía de cavernas, cuestas y desembocaduras, de medir el ancho del río Aqueronte, la extensión del Limbo y la altura de la pendiente que separa el círculo de los golosos del de los lujuriosos, o de aplicar una regla de tres simple para calcular las dimensiones del propio Lucifer.
En sus Estudios galileanos (1939), el historiador Alexandre Koyré argumentó que entre los grandes logros de Galileo se cuentan el haber transformado el espacio físico en un espacio euclídeo y en haber geometrizado el tiempo, ambos pasos decisivos para el proceso de matematización de la naturaleza que se pone en marcha en el siglo XVII. Desde esta perspectiva, las Dos lecciones infernales son el lugar de encuentro del cosmos medieval con el heredero de Arquímedes, aquel que pocos años más tarde aportará argumentos decisivos para su demolición.
Si bien para un ciudadano culto de la Italia de fines del siglo XVI estas lecciones abordaban un problema perentorio sobre la estructura del mundo, el cambio de cosmovisión -el paso del cosmos geocéntrico a un universo heliocéntrico- resignificó esta obra como un primer capítulo de la historia de la razón moderna, cargado de connotaciones simbólicas y raíces oníricas.
Al final de la segunda lección, finalizados los cálculos y los últimos versos de la Divina comedia , Galileo declara que "toda la doctísima Academia Florentina, con la que por muchas causas me siento obligadísimo" ha sido finalmente vengada "de las falsas calumnias recibidas".
Diego Hurtado
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