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Según los autores, el descubrimiento significa que hay que tener en cuenta un nuevo factor, el ADN de los microbios que pasan de la madre al niño, a la hora comprender cómo los genes influyen en la enfermedad y la salud. "Durante años no hemos tenido en cuenta a las bacterias como factores que dan forma a nuestro desarrollo", explica Herbert W. Virgin IV, autor del trabajo que se publica en Nature. Sin embargo, añade, "nuestros resultados muestran que las bacterias pasan de padres a hijos algo que sugiere que deberíamos ampliar nuestra forma de pensar acerca de su contribución en nuestro desarrollo, y tal vez, las contribuciones de otros microorganismos en la genética y la herencia".
BUENAS Y MALAS Aunque se conocerás el papel 'dañino' de las bacterias, la mayoría de las que residen en nuestro organismo son comensales, es decir, no causan daño sino más bien beneficios. Las bacterias comensales influyen en rasgos como el peso y el comportamiento. Pero hasta ahora, los investigadores creían que las bacterias que ejercen estos efectos eran adquiridas durante la vida. Ahora este estudio es el primero en demostrar que el ADN bacteriano puede pasar de padres a hijos de una manera que afecta a rasgos específicos como la inmunidad y la inflamación. Los investigadores han relacionado las bacterias comensales en ratones a la susceptibilidad de los animales a tener una lesión en el intestino. Así, han visto que aquellos animales con ciertas bacterias heredadas son susceptibles a esta lesión, que está causada por la exposición a una sustancia química. Los ratones hembra pasan las bacterias a su descendencia, haciéndolos así vulnerables a la lesión. Otros que llevan diferentes bacterias son menos susceptibles. Los investigadores tienen muchos problemas para estudiar las enfermedades inflamatorias del intestino, como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Ahora los investigadores se han sorprendido al encontrar que aproximadamente la mitad de su ratones tenían niveles bajos en el intestino de IgA, un anticuerpo ligado a estos trastornos. IgA, explican Thaddeus Stappenbeck y Edward Mallinckrodt, ayuda a defender el organismo contra invasores dañinos y se encuentra en la mucosidad producida por el cuerpo en las zonas donde el "mundo exterior se encuentra con el interior", como los ojos, la nariz, la garganta y el estómago. Autor: R.I. |
Los investigadores que han participado en el contundente despliegue que la revista científica dedica a la obesidad plantean la necesidad de aplicar políticas dirigidas a fomentar el consumo de alimentos saludables -por ejemplo, a través de los impuestos a la comida basura o vales para comprar fruta y verduras a familias con pocos recursos- pero como parte de una amplia estrategia que debe incluir no solo a los Gobiernos, sino el compromiso de la industria, la presión de la sociedad y el cambio de los comportamientos individuales. Parte de los artículos se dedican a diseccionar la magnitud del problema. Por ejemplo, a exponer que hay 2.100 millones de personas con sobrepeso en el mundo y que el 37% de los hombres y el 38% de las mujeres tienen un índice de masa corporal (IMC, resultado de dividir el peso por la estatura al cuadrado) cuyo resultado es mayor de 25, lo que les sitúa por encima del límite recomendado. O que desde 1980 este valor ha aumentado un 28% en la población adulta y un 47% en la infantil.
A este ritmo, y con las medidas actualmente en vigor, los especialistas cuestionan que se pueda alcanzar el objetivo que se marcó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su plan para el control de las enfermedades no transmisibles de mantener la incidencia de la obesidad en 2025 en los mismos niveles de 2010. "Es necesario un urgente replanteamiento de las causas, barreras e impedimentos para cambiar la tendencia respecto a la pandemia global de la obesidad", reclaman Sabine Kleinert y Richard Horton, miembros del comité editorial de la revista, en un comentario a los seis artículos. Uno de los aspectos sobre los que se centra el foco es la obesidad infantil, cómo se ha disparado drásticamente "en menos de una generación" y el impacto de este fenómeno en la edad adulta. Entre los países desarrollados, los especialistas ponen de ejemplo a Estados Unidos, donde los niños pesan una media de 5 kilos más que hace 30 años y uno de cada tres tiene un IMC superior al recomendado. Pero en los países en desarrollo el sobrepeso también avanza rápidamente, con la paradoja añadida de que, en muchos casos, va acompañado con desnutrición por el abuso de alimentos ricos en calorías y pobres en nutrientes (la fórmula mágica de la comida basura). Al replicar un modelo que empleó hace décadas la industria del tabaco, el sector de la alimentación tiene un especial interés en dirigir sus mensajes hacia los menores para crear hábitos que puedan mantener en el futuro, según se plasma en uno de los análisis que publica la revista científica. "La repetida exposición a alimentos procesados y bebidas azucaradas crea preferencias de sabores y gusto", ya sea con el consumo de papillas preparadas, cereales azucarados, bollería industrial, o aperitivos (como patatas fritas). "Los niños gordos son una inversión de ventas futuras", destaca Tim Lobstein, de laFederación Mundial de Obesidad. El mercado global de comida infantil procesada crecerá este año hasta los 19.000 millones de dólares (16.600 millones de euros), comparado con los 13.700 millones (12.000 millones de euros) de 2007. Frente a ello,"los Gobiernos apenas han tomado medidas para proteger a la infancia y la mayor parte de ellos confían en las iniciativas voluntarias de la industria que no son suficientes para abordar esta tarea", reflexionan los investigadores. Ante este escenario, la solución es abordar el problema desde un nuevo enfoque. "Nuestra comprensión de la obesidad debe de ser completamente reformulada si deseamos parar y reducir esta epidemia global", plantea Christina Roberto, de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de Harvard. "Debemos reconocer que los individuos son responsables de su salud, aunque también que desde el ámbito de la alimentación se explotan las vulnerabilidades biológicas (la innata preferencia por los alimentos dulces), psicológicas (a través de las técnicas de marketing) y socioeconómicas (el coste de los productos), lo que hace más sencillo la extensión de la alimentación poco saludable", añade. La parcela reservada a los Gobiernos consistirá en tomar medidas preventivas, entre las que los especialistas en salud pública y obesidad destacan, por ejemplo, desarrollar un código internacional sobre el marketing de alimentos para proteger la salud de los niños, aplicar programas educativos para enseñar buenas prácticas nutritivas en los colegios, aplicar impuestos a productos como las bebidas azucaradas o ayudas para familias con pocos recursos destinadas a comprar frutas o verduras frescas. Pero la responsabilidad de reducir la prevalencia de la obesidad debe ir más allá del ámbito gubernamental, a juicio de los especialistas. Y ello debe implicar no solo a la industria, sino de forma destacada a los propios ciudadanos, a través de la movilización social. Un ejemplo de éxito es México y la Alianza por la Salud Alimentaria, una asociación integrada por entidades sociales movilizadas contra el sobrepeso. Como consecuencia de sus esfuerzos, este país aprobó en 2014 un impuesto a las bebidas azucaradas que lo situó en la primera línea de la batalla contra la obesidad en este tipo de iniciativas. Autor: Jaime Prats |
¿Drones que previenen el infarto? Así es; se trata de nanodrones (la escala más reducida) que administran moléculas que destruyen los depósitos de grasa que se han formado en las arterias y que, según los científicos de la Universidad Columbia y Harvard (EE.UU.), podrían convertirse en una nueva forma de prevenir ataques cardiacos. De momento, en el estudio que se publica enScience Translational Medicine, han probado estas nanopartículas biodegradables cargadas con una molécula que destruye las grasas en ratones con aterosclerosis avanzada y los resultados han sido muy positivos. Las nanopartículas fueron diseñados para que se dirigieran a los 'puntos calientes' de la aterosclerosis en las arterias. De hecho, alrededor del 70% de las nanopartículas se ubicaron en las placas ateroscleróticas (acúmulos de grasa) y lentamente liberaron el fármaco. De esta forma se reparó el daño en las arterias de los animales, dando lugar a una placa que, en seres humanos, es muchos menos probable que cause un infarto.
La aterosclerosis se desencadena por la inflamación como respuesta normal de reparación del organismo; es decir, las partículas que contienen grasa (llamadas lipoproteínas de baja densidad o LDL) que se pegan a nuestras arterias actúan como astillas en nuestra piel. Pero mientras que la piel se repara al eliminarse las astillas, los depósitos de LDL pueden permanecer indefinidamente y nuca se inicia la curación. Y es precisamente en esos 'puntos calientes' de las arterias donde se produce el infarto: las placas de grasa suelen romperse y, al hacerlo, se forman coágulos o trombos sanguíneos que obstruyen el flujo de sangre al corazón. INFLAMACIÓN Muchos investigadores están tratando de desarrollar medicamentos para prevenir los ataques al corazón mitigando la inflamación, pero este enfoque tiene algunas desventajas, señala el investigador de Columbia, Ira Tabas. "Una de ellas es que la aterosclerosis es una enfermedad crónica, por lo que los medicamentos deberían tomarse durante años, incluso décadas. Además, un medicamento antiinflamatorio que se distribuye por todo el cuerpo también podría dañar la capacidad del sistema inmunológico para combatir la infección", explica. Eso, cometa Tabas, podría ser aceptable en situaciones en las que la vida está en peligro, como la artritis reumatoide, pero "el uso de este enfoque para prevenir un ataque al corazón que puede que nunca suceda puede ser más peligroso que beneficios". Además, no basta con entregar un medicamento antiinflamatorio en las placas de grasa, añade la investigadora de Columbia Gabrielle Fredman. "La aterosclerosis no es sólo la inflamación; también hay daños en la pared arterial y, si no se repara el daño, es posible que no se puedan prevenir los ataques al corazón". Los investigadores, en vez de reducir la inflamación y luego iniciar la curación, emplearon en los nanodrones una proteína 'curativa' llamada anexina A1. Con esta combinación de péptidos de anexina y nanopartículas guiadas de precisión, la terapia se llega únicamente a las áreas que la necesita y así se evitan los efectos secundarios potencialmente peligrosos. Las nanopartículas utilizadas en este estudio -creadas por los biotecnólogos Omid Farokhzad y Nazila Kamaly, de Harvard- están específicamente diseñadas para adherirse a las zonas de las arterias que han sido dañadas por las placas de ateroma. Además, están revestidas con polímeros que las esconden del sistema inmune. Aunque placas ateroscleróticas de los ratones se parecen mucho a las de los humanos, los ratones no tienen ataques al corazón, por lo que la verdadera 'prueba de fuego' de las nanopartículas será cuando se prueben en humanos. De momento, señala Tabas, "hemos demostrado por vez primera vez que un fármaco que promueve la resolución de la inflamación y la reparación es una opción viable cuando el fármaco se administra directamente a las placas a través de nanopartículas". Este tipo de nanopartículas están siendo utilizadas en ensayos clínicos para el cáncer, pero todavía se debe demostrar su seguridad a largo plazo. También se está investigando sobre la modificación de las partículas para que puedan tomarse oralmente, en lugar de la inyección. Mientras tanto, la mejor manera de prevenir un infarto sigue siendo el control del colesterol LDL o 'malo' a través de dieta, ejercicio, control de peso y, si es necesario, medicamentos. Autor: R.I. |
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También muestra que la exposición a sustancias que dañan el ADN después de un ataque de inflamación potencia aún más estas mutaciones, e incrementa el riesgo de cáncer. Los resultados de este estudio, realizado por el equipo de Bevin Engelward y Orsolya Kiraly, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT, en Estados Unidos, confirman la validez de una teoría conocida desde mucho tiempo atrás sobre por qué la inflamación y el cáncer están relacionados. Estos resultados también ofrecen posibles formas de ayudar a prevenir y tratar el cáncer.
Enfermedades inflamatorias como la colitis, la pancreatitis y la hepatitis han sido relacionadas con un mayor riesgo de cáncer de colon, páncreas e hígado. En estas enfermedades inflamatorias crónicas, las células inmunitarias producen moléculas altamente reactivas que contienen oxígeno y nitrógeno, y que pueden dañar el ADN. La inflamación estimula también a las células a dividirse. La inflamación crónica impulsa muchos cánceres, incluyendo el de páncreas, el de esófago, el de hígado y el de colon. Los biólogos han teorizado que un daño en el ADN y una división celular, simultáneamente, durante la inflamación, podrían llevar al cáncer porque las células que se dividen son más vulnerables a las mutaciones causadas por el desperfecto en el ADN. Sin embargo, hasta hace poco era difícil probar esta hipótesis en animales bajo condiciones fisiológicamente relevantes. |
Esta herramienta ha sido desarrollada por investigadores del Grupo de Biología Teórica del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universidad de Valencia y ha permitido una "comprensión más profunda de la anatomía de la cabeza humana gracias a la descripción de una red ampliada del cráneo", según las fuentes.
Los científicos han creado un marco de investigación basado en herramientas de análisis matemático de redes para el estudio de la anatomía, denominada Anatomical Network Analysis (AnNA). Este método se ha elaborado durante los últimos seis años y gracias al "alto poder de abstracción de AnNA" se han llevado a cabo numerosos estudios tanto del esqueleto humano como del resto de los vertebrados terrestres centrados en el cráneo. El Grupo de Biología Teórica de la Universidad de Valencia añadió a uno de estos estudios sobre el cráneo, por primera vez, los músculos y los cartílagos de la cabeza junto a los huesos. El resultado que han hallado al analizar la cabeza como un sistema complejo definido por 181 nodos -entre huesos, músculos y cartílagos, en donde se han excluido los músculos superficiales- y 412 contactos físicos -suturas y uniones musculares tendinosas-, es que el sistema se subdivide en diez módulos perfectamente definidos. Para cada cráneo, ha explicado el investigador Diego Rasskin Gutman, "se efectuaba un modelo de red en donde cada hueso se representaba como el nodo de la red y cada articulación física (contacto) como una conexión". Así, cada cráneo quedaba 'modelizado' como una matriz de ceros y unos, en donde cada conexión es un uno y a partir de esta matriz se analizaban los atributos de la red que podían compararse, a su vez, con otras propiedades genéricas de las redes". Uno de los resultados relevantes de esta investigación es, además, que las dependencias funcionales y del desarrollo de la cabeza en su conjunto no pueden separarse, ya que están acopladas en estos diez módulos descritos por los científicos. "Esta estructura modular permite la semi-independencia evolutiva, es decir, el cambio en uno de ellos afecta en poca medida a los demás", ha explicado Rasskin. Los resultados de este estudio, liderado por el investigador Diego Rasskin, se han publicado en el último número de la revista Scientific Reports, editada porNature. Hasta la publicación de este artículo, en el que colaboran la Facultad de Medicina de Howard University en Washington DC (EE.UU.) y la University of Saskatchewan (Canadá), las aplicaciones de AnNA se habían centrado exclusivamente en los huesos, según informan desde la universidad. |
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