Normalmente nos vienen a la cabeza aplicativos informáticos que “automatizan” procesos relacionados con facetas tales como logística, producción, compras, atención al cliente,reporting, etc. Es decir, ayudan a la vida cotidiana de una organización en términos de optimización, eficiencia, mejora progresiva, etc.
Por el contrario se piensa menos en sistemas de información que “aumentan”, en el sentido de llevar a una organización por encima de sus posibilidades, de potenciar sus capacidades más allá de lo usual.
Utilizo los términos automatización y aumentación en el sentido propuesto por Cornella(2002). Sin citar la palabra, el concepto de aumentación está presente también por parte del personaje de Nelson Mandela en la película Invictus, cuando refiriéndose al equipo de rugby de su país se pregunta: “¿Cómo hacer para que rindan por encima de sus posibilidades?”.
La automatización tiene su utilidad, y requiere no poca destreza por parte de los profesionales implicados para su diseño, implementación y actualización. Y a veces necesita también de grandes dosis de pericia y paciencia por parte de los usuarios.
Está vinculada al concepto de organización como máquina newtoniana, propio de la era industrial clásica pero todavía bastante asentado. Sin embargo cabe preguntarse si las organizaciones no necesitan algo más en la actual coyuntura, abriendo paso a otras imágenes sobre ellas mismas, como las recopiladas por Morgan (2006).
De hecho, la tensión entre automatización y aumentación siempre ha estado presente en la concepción de sistemas de información. Un estudio de caso sobre un sistema previo a las tecnologías digitales se refiere a la creación del sistema de defensa aérea británica en la década de 1930, y puesto en práctica durante la Segunda Guerra Mundial (Checkland, 1997; Cobarsí-Morales, 2011). La idea inicial, algo alocada, era crear un “rayo destructor”, inspirado en las novelas de marcianos de la época, para cargarse a los aviones enemigos. Aunque descartada, sirvió de punto de partida para inventar el radar como elemento tecnológico clave de la construcción de un sofisticado sistema de alerta y control, capaz de interceptar en ruta a los aviones hostiles.
Ello permitió sacar un extraordinario rendimiento a los aviones y pilotos disponibles para la defensa, es decir se estableció un sistema “aumentador”.
En realidad, la idea del “rayo destructor” no era propiamente la inicial. Antes, a partir de consultar los manuales teóricos de la época, se pensó en organizar la defensa aérea del país de manera parecida a la terrestre, mediante una miríada de aviones patrullando continuamente amplias áreas del cielo del territorio a defender. En función de ello podría haberse creado un sistema de información “automatizador”. Pero se descartó por inviable en términos de recursos (aviones y pilotos) necesarios. Era incluso más insensato en la práctica que la propuesta del “rayo destructor”.
Este sistema fue concebido en circunstancias extraordinarias de incertidumbre y presión. Ahora bien, ese tipo condiciones se han convertido en el pan de cada día de muchas organizaciones, que acaso deberían plantearse los sistemas de información más allá de las fronteras de lo habitual. Arhur C. Clarke formó parte de los equipos de especialistas que contribuyeron al desarrollo de la defensa aérea británica, aunque es más conocido como autor de la novela “2001 Odisea en el espacio” (adaptada al cine por Stanley Kubrick) o por ser el primero en proponer el uso de satélites geoestacionarios en telecomunicaciones.
A él se atribuye la sentencia: “cualquier tecnología que se precie debe ser indistinguible de la magia”. Tal vez cualquier sistema de información que se precie también debería ser indistinguible de la magia.
Algunas líneas de trabajo que cabe plantearse, como muestra de aproximaciones distintas a las usuales (Cobarsí-Morales, 2011):
1) Nuevos entornos móviles de trabajo con características, no ya equivalentes sino aumentadas respecto a la ubicación fija habitual, tales como la telepresencia o la posibilidad de interacción informal por afinidades temáticas en vez de por coincidencia casual o habitual en el espacio físico de trabajo. Esto sería, en palabras de Rafael Macau, director de los Estudios de informática de la Universitat Oberta de Catalunya, una “intranet star trek”.
2) La construcción de entornos datanáuticos, más allá de la experiencia habitual de búsqueda. Ofrecerían la posibilidad de explorar y descubrir conocimiento mediante la inmersión en un “mar de datos”, esperemos que más amable que el océano inteligente del planeta de la novela “Solaris”. Una recopilación de experiencias preliminares en esta onda se recoge en Palumbo (2006).
3) La incorporación de agentes de software, actuando de “mayordomos” de comunicación personal de cada usuario. Serían capaces de filtrar automáticamente correo electrónico y otros inputs informativos, pudiendo negociar también con los de otros usuarios. Habrían permitido a Obi One Kenobi distinguir fácilmente la petición de auxilio de la princesa Leia, entre multitud de otros mensajes menos importantes.
No está escrito que los sistemas de información del futuro deban inventarse, o estén ya inventados, exclusivamente en grandes instituciones punteras tales como Google o elMIT. De hecho, son
muchas las organizaciones de todo tipo y dimensión que se abren a la colaboración en grandes redes, para desarrollar nuevas tecnologías y sistemas de información (Gassmannet al., 2010). Por ello, pequeños grupos y organizaciones tienen hoy día muchas más opciones que en épocas donde no había más remedio que encerrarse en el garaje y confiar principalmente en la propia insistencia e inspiración.
Un ejemplo de colaboración en grandes redes científico técnicas es la preparación de la iniciativa
Future ICT, que agrupa a decenas de grupos de trabajo interdisciplinares del mundo científico e industrial de muchos países.
http://www.futurict.edu
Se trata de poner en marcha un clúster de proyectos científico-técnicos, en un programa de 10 años de duración (de 2013 a 2023). Su hilo conductor es concebir y desarrollar tecnologías y sistemas de información en el límite de lo imaginable.
Con el propósito de que esos nuevos sistemas hagan asumible y gestionable la complejidad del mundo interconectado que hemos creado con los sistemas de la actual generación. Simplificando mucho, se trataría de construir un gran simulador planetario. He asistido a algún workshop preliminar y me ha parecido casi de ciencia ficción. Pero a veces la persecución de metas de este tipo es, paradójicamente, la opción más sensata. Tal vez sean de las pocas esperanzas que nos quedan en el momento actual.
Referencias bibliográficas
Cobarsí-Morales, Josep. Los sistemas de información en la empresa. Barcelona: El Profesional de la Información-UOC, 2011.
Cornella, Alfons. Infonomia.com: la gestión inteligente de la información en las organizaciones: versión 1.0. Bilbao: Deusto, 2002.
Checkland, Peter; Holwell, Sue. Information, Systems and Information Systems: Making Sense of the Field. Chichester: John Wiley, 1997.
Gassmann, Oliveer; Enkel, Ellen; Chesbrough, Henry. “The future of open innovation”. R&D Management, 2010, v. 40, n. 3, pp. 213-221.
Morgan, Gareth. Images of Organizations. Thousand Oaks. Sage, 2006.
Cómo citar este artículo:
Cobarsí-Morales, Josep. “Cuando pensamos en sistemas de información en una empresa o en una administración, ¿en qué pensamos?”. Anuario ThinkEPI, 2012, v. 6, pp. ¿¿-??.