jueves, 2 de febrero de 2012

El año de las ciencias sociales y humanas


El año de las ciencias sociales y humanas

1. Introducción
En varias ocasiones he asistido a presentaciones o leído balances de los principales acontecimientos ocurridos recientemente, algo habitual cuando un año natural está próximo a terminar. El orador o redactor se esfuerza por recopilar de fuentes diversas lo que, a su juicio, merece un comentario, pocas veces crítico y en la mayoría de los casos meramente enumerativo. No es raro que tal autor cite el éxito de Amazon y su Kindle, fruto de la visión empresarial de Jeff Bezos, o nos obsequie con un repaso de la carrera del fallecido Steve Jobs y sus continuadas innovaciones iSomething. Su experiencia personal con esta gente o con los desarrollos comentados es escasa o nula, siempre de segunda mano y lamentablemente termina ofreciendo muy poco valor añadido.
Al contrario de lo comentado, este ThinkEPI tiene un perfil claramente personal, de alguien que a lo sumo se encontró una vez en un congreso con Tim Berners-Lee, aunque no cruzara palabra con él. Se trata de presentar experiencias individuales, posiblemente sesgadas, ya que son fruto de un trabajo en áreas concretas (cuantitativas) de la disciplina, y opiniones personales fruto del uso continuado u ocasional de algunas de las tecnologías emergentes o ya consolidadas. Más importante: me niego a ser un simple relator, y deseo exponer con rigurosidad, y cierta dureza, mi opinión constructiva (insisto, personal, nunca institucional) sobre algunos aspectos y desarrollos que estimo desafortunados o incluso dañinos para nuestra profesión.
2. La universidad está desconectada de la profesión
Nuestra disciplina, de difícil definición, lastrada quizás por tópicos populares que aún se perpetúan tanto en los medios como a la hora de establecer prioridades de gasto en épocas de crisis económica, sigue buscando su hueco en la sociedad actual. Las esperanzas depositadas en el esfuerzo desarrollado desde la academia para promover un encaje más adecuado en el mercado laboral han sido ampliamente defraudadas. No podía ser de otro modo, cuando se ha renegado del estatus tecnológico de las ciencias de la información, correctísima terminología usurpada por terceros, y se debate si incluir nuestros estudios entre los de ciencias sociales o incluso, tamaña barbaridad, entre las humanidades.
Aceptar advenedizos de otras áreas buscando plaza funcionarial en nuestros claustros tiene esas consecuencias. La victoria será, sin embargo, pírrica, pues la tibetización universitaria que aísla la disciplina de los avances tecnológicos, de las innovaciones empresariales o de las exigencias de los empleadores no ha sido asumida (¡por razones obvias!) por la profesión en ejercicio, que cada día se muestra más dinámica y abierta. Sirva, como ejemplo, la diferencia entre los programas docentes en la mayoría de las universidades y los títulos y contenidos de los artículos de El profesional de la información o del Anuario ThinkEPI.
3. Investigación menos exigente
La situación es incluso más grave pues afecta no sólo a la misión docente sino también, y posiblemente de manera más preocupante, a la misión investigadora. En una decisión polémica, bien recibida entre ciertas castas, la Agencia nacional de evaluación y prospectiva (ANEP) ha rebajado la exigencia de calidad de las revistas científicas en las áreas de ciencias sociales y humanidades. Ahora prácticamente cualquier publicación periódica española de estas disciplinas es aceptable, basta con que aparezca en alguno (cualquiera) de los índices nacionales construidos al efecto. Y en ellos cabe casi todo, pues se relajan las exigencias, confundiendo aspectos formales con calidad de contenidos, reinterpretando el significado y alcance de la revisión por pares y cerrando los ojos ante prácticas aberrantes o directamente poco éticas. Entre ellas citaremos
- apropiación y refrito de trabajos de terceros (plagio, es decir hurto de ideas),
- multiplicación abusiva de los mismos artículos,
- duplicación de esfuerzo por desconocimiento de la bibliografía en otros idiomas (poca profesionalidad) y
- publicación de resultados falsos o incompletos, incorrectamente analizados o sin discusión propiamente dicha (directamente una estafa).
Obviamente no se puede generalizar, pues no siempre se confunde opiniones (todo el mundo es un par, lo cual es falso) con impacto real, pero las consecuencias globales a medio plazo van a ser muy negativas, ya que todos los sectores se verán afectados:
- los autores, por la competición de colegas mediocres,
- los editores, obligados a aceptar títulos menores,
- los revisores, por la presión de los editores, y
- los gestores, por la presión de los “colegios invisibles”.
En las humanidades esto significa el triunfo del comentarista cultural sobre el investigador científico, de la erudición sobre el metódico análisis de la evidencia, del poeta sobre el organizador del conocimiento. No pretendo menospreciar ni denigrar la aportación de los primeros, pero creo que la publicación científica merece un respeto que la actuación confusa o manipulada de ciertos actores involucrados en los procesos de evaluación “sensu lato” está ignorando.
Esta posición puede parecer extrema o poco representativa, ya que la endogamia prevalente se autootorga una amplia mayoría. Pero esto es fruto de la ignorancia que se revela palpablemente cuando se comprueba el impacto de los rankings de universidades. El nuevo Ranking de Leiden excluye explícitamente las humanidades, elimina (por defecto en la opción estándar) las publicaciones en otros idiomas diferentes del inglés y le otorga el máximo peso a los resultados en la élite: el 10% superior de las publicaciones.
http://www.leidenranking.com
4. Hay que ver lo que se nos viene
Y para competir en esta nueva arena ya se están fusionando las universidades (en Suecia, Finlandia, Holanda y en nuestra vecina Francia), proceso que en pura lógica requerirá también de la desinversión de aquellas disciplinas menos productivas según estos nuevos criterios. Posiblemente se achacará a la crisis o a alguna mano negra la ruina de muchas disciplinas, pero es todo el colectivo el culpable si mediante la oportuna autocrítica no reniega de las políticas “proteccionistas”.
Permítaseme ofrecer algunos casos concretos, ya que los citados cambios no acaban de permear en nuestra disciplina:
Frente a la explosión del número de publicaciones periódicas mediocres (alentadas por su aceptación indiscriminada en los infames índices comentados), se ignora la génesis, composición e influencia del nuevo Book citation index, de Thomson reuters, al que una vez comprobadas las consecuencias de su implantación muchos maldecirán, pero que apenas se preocupan ahora de adoptar la medidas que permitan aprovechar sus características y disminuir su impacto negativo mediante la creación de series, la adopción de los estándares formales y la formación de comités editoriales internacionales.
Tal vez es demasiado pronto para valorar la reciente aparición del Google scholar citations y del Microsoft academic search, las alternativas gratuitas a WoS/Thomson yScopus/Elsevier. Las críticas arrecian desde los chiringuitos bibliométricos (augurando la destrucción de un nicho de mercado copado por monopolios abusivos), pero muchas comunidades científicas (especialmente las de ciencias de la computación) están francamente encantadas con algunas de sus características.
Asimismo, ciertos sectores del movimiento de acceso abierto parecen estar quedándose atrás. Primando la interoperabilidad y el intercambio estandarizado, se está olvidando proporcionar valor añadido a los repositorios institucionales, que corren el peligro de aislarse de la comunidad a la que sirven. El afán por poblar los repositorios ha llenado éstos de material poco relevante y empiezan a ser palpables ciertas prácticas abusivas. Todo ello sin que dichos contenidos terminen de representar una fracción significativa del total de la producción (salvo en el caso de las tesis).
Y ahora, antes de resolver estos problemas, se lanzan las iniciativas de depósito de datos, un reto tecnológico más complejo aún. Uno de los valores añadidos reclamados con insistencia es la disponibilidad de estadísticas. De hecho se pretende ir más allá e incorporar verdaderos indicadores, que dada la especial naturaleza de los contenidos no serán ya sólo bibliométricos.
5. Aprovechar las redes sociales
Es el nacimiento de la Altmetría, es decir de los indicadores alternativos, que en una traducción muy libre podríamos identificar como web2metría. Todo el mundo habla de la Web 2.0, de su impacto y utilidad, pero se está respondiendo al nuevo reto con recelo o inmovilismo, cuando no rechazo.
Ciertamente, las redes sociales no han penetrado nuestra disciplina de forma adecuada (debido quizá al oligopolio de Facebook, quizá una herramienta demasiado generalista), pero en una profesión muy ligada a los usuarios finales, un meta-especialista como el “community manager” puede tener un nicho importante incluso en la academia.
Ese “nuevo” especialista que garantiza la continuidad del intercambio de información, liberado de las ortodoxias de la disciplina y por tanto más flexible en su actuación y dinámico en sus respuestas, tiene en sus manos herramientas adecuadas. Y aunque las redes sociales profesionales como Academia.eduResearchGate o LinkedIn no son perfectas, se pueden complementar con blogs (que todavía mantienen su interés), wikis o las interesantes propuestas del “social bookmarking” (Delicious, pero sobre todoMendeley, complementado quizá con Zotero), que ya han logrado cierta masa crítica.
La nube sigue siéndonos un tema remoto, más aún cuando se suceden las noticias sobre sus problemas de seguridad. Sin embargo es indudable que ofrece muchas ventajas, tanto a nivel institucional como individual (no hay que olvidarse de DropBox). PoblarSlideShare (¿alguien ha felicitado a Daniel Torres-Salinas al efecto?) es también tarea a considerar.
Y puesto que es moda, y para cerrar el círculo abierto al principio, permítanme terminar hablando de Apple: aunque en España es más habitual ver eBooks, éstos resultan en su actual configuración bastante inadecuados para consultar pdfs de artículos científicos (sobre todo si tienen muchas tablas grandes). Para este último fin, las tabletas (la iPad ya es muy ubicua fuera de nuestro país) son mucho más adecuadas, aunque tienen pocas aplicaciones decentes todavía y se quedan (muy) cortas de memoria. Sin embargo, la característica que más aprecio es el encendido instantáneo, ahí es donde han dejado obsoleto mi miniportátil.
Cómo citar este artículo:
AguilloIsidro F.. “El año de las ciencias sociales y humanas”. Anuario ThinkEPI, 2012, v. 6, pp. ¿¿-??.

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