lunes, 20 de agosto de 2012

Autoconocimiento: La Conciencia De Uno Mismo



CURSO: INTELIGENCIA EMOCIONAL PARA EL LIDERAZGO EFECTIVO
CLASE 4 DE 10 NUREYA ABARCA
Autoconocimiento: La Conciencia De Uno Mismo
ago
19
2012





Si usted no sabe cómo está, cómo se siente, entonces tampoco sabrá cuál es la forma de actuar más adecuada.


LA EXCELENCIA EN EL DESEMPEÑO
LAS PERSONAS QUE SE CONOCEN MÁS SON MÁS SANAS, PRODUCTIVAS Y MEJORES LÍDERES

El domingo pasado revisamos la influencia de las emociones en nuestro comportamiento y definimos los componentes de la inteligencia emocional. Pudimos apreciar que el coeficiente intelectual explica por sí solo muy poco de los logros que se consiguen en el trabajo o en la vida.

Cuando se ha correlacionado el CI con lo bien que le va a una persona en su carrera se ha encontrado con que a lo más explica el 25% de su éxito; es decir, quedaría al menos un 75% sin explicar.

Un segundo dominio de excelencia proviene de la expertise que se ha adquirido en alguna disciplina, la que representa un ejemplo de inteligencia práctica, una mezcla de conocimiento técnico y experiencia.

Cualquiera sea el potencial intelectual, es esta expertise nuestra reserva de información y de habilidades prácticas, la que nos transforma en alguien bueno para un determinado trabajo. Es una combinación de sentido común y de conocimiento especializado y habilidad que vamos adquiriendo en el trabajo mismo.
¿EXPERTISE DIFERENCIADORA?

Para Robert Sternberg, esta inteligencia práctica aporta al éxito del trabajo tanto como el CI. Pero esta expertise es una competencia de base, se necesita para hacer una labor. Pero ¿es usted capaz de transformar su expertise en algo que se pueda destacar, que se pueda promocionar en el mercado? Si no es así, es poca la diferencia que aporta.

Para llegar a la excelencia es necesario un tercer dominio, el de la inteligencia emocional, la cual es sinérgica con las habilidades cognitivas; los jugadores estrella tienen ambos.

La autoconciencia. Don MacPherson, de Modern Survey, está nervioso. Hace unas horas tenía que presentar la demostración de un software a un cliente, y la presentación no funcionó. “Puedo ser muy severo con mis socios. Ellos crean lo que yo vendo. Si algo anda mal con la tecnología, me altera. Yo soy el que tiene que enfrentar las consecuencias. Lo manejo profesionalmente con el cliente, pero cuando vuelvo a ver a mis socios me disgusto con ellos” (Lennick, D. & Kiel, F.).

Don hace una pausa, se recuesta en su silla, y continúa: “Todavía no he comentado el problema con mis socios. Ahora, hablando sobre esto, estoy seguro de que lo podré manejar mejor, sin culparlos. Sé que lo habían probado, y el hecho de que la demostración no haya funcionado no es tan grave. A veces el software es complejo y se producen errores”.
FACTOR CLAVE

La historia de Don ilustra el poder de la autoconciencia. Reconoció que su modelo de conducta típico cuando los problemas técnicos lo alteran es gritar y culpar a sus socios. Pero en esta ocasión reflexionó. Se dio cuenta de su frustración. Tuvo tiempo de poner distancia entre lo que sentía y lo que haría.

Esa pausa para la autoconciencia —entre la reacción y la acción— logró una gran diferencia. Permitió que Don planificara cómo conversar constructivamente con sus socios sobre la presentación que falló. Incluso fue capaz de cambiar su actitud sobre el tema. En lugar de pensar que él cargaba con las complicaciones, fue capaz de ver los problemas técnicos de una manera realista y optimista. Ese momento de autoconciencia es probable que redunde en una mejor relación con sus socios y lo llevará a conocerse mejor.

Es así como el autoconocimiento es un factor clave de la inteligencia emocional y constituye la base para mejorar nuestras habilidades directivas.

Mientras que el manejo de uno mismo depende primero y principalmente del autoconocimiento, hay otras habilidades que también se encuentran relacionadas con este componente de la inteligencia emocional. Por ejemplo, desarrollar el autocontrol y aclarar prioridades y metas ayuda a los individuos a tener un sentido en la vida.


Pero con frecuencia ocurre que las personas evitan el crecimiento personal y el conocimiento de sí mismos. Es una paradoja que al parecer ocurre por temor a conocer más acerca de uno mismo, ya que siempre existe la posibilidad de que este conocimiento sea negativo o produzca inseguridad.Sin embargo, no es posible mejorar o desarrollar nuevas capacidades, a menos que sepamos el nivel que tenemos. Hay mucha evidencia que muestra que las personas que se conocen más son más sanas, se desempeñan mejor como líderes y son más productivas.

Hendrie Weisinger plantea que “la clave para gestionar a otros de manera efectiva es manejarse uno mismo primero. Cuanto más conoces de ti mismo, más puedes relacionarte con los demás, desde una posición de confianza, seguridad en uno mismo y fortaleza”.

Ésta es la primera aptitud de la Inteligencia Emocional (IE). Parte de que si usted no logra conocerse bien a sí mismo, a estar consciente de cuáles son sus fortalezas y debilidades, aprende a identificar sus estados de ánimo y las consecuencias que éstos pueden tener en su comportamiento, difícilmente podrá controlar sus reacciones y utilizarlas productivamente.

Tampoco podrá comprender bien el comportamiento de los que le rodean, identificar sus sentimientos y emociones, ni podrá actuar con efectividad en sus relaciones interpersonales, todo lo cual resulta esencial en el trabajo de dirección.
CON LA OPINIÓN DE OTROS

Las habilidades de autoconocimiento son posibles gracias a que la persona se percibe como parte de un todo social: su grupo. Entonces, la autoconciencia o la conciencia de sí mismo no puede surgir en aislamiento, no es concebible en un vacío social. La autoconciencia es posible porque el individuo se experimenta como parte de un todo social constituido por otros.

¿Cómo está usted? es una pregunta importante, tanto si nos la hacemos a nosotros mismos como si nos la formulan otros. ¿Cómo está usted? nos pide que seamos capaces de describir nuestros sentimientos con palabras, que les coloquemos unas etiquetas que reflejen su variedad.

Una vez que somos capaces de reconocer nuestros diferentes sentimientos, nuestra posibilidad de controlarlos es mucho mayor. ¿Por qué es importante hacerlo? Porque el estado anímico influye en gran medida lo que uno hace. Cuando usted está triste, se muestra retraído; si está contento, derrochará buen humor. Pero si usted no sabe cómo está, no sabrá cuál es la forma de actuar más adecuada, y, por tanto, no estará seguro de cómo ponerla en práctica.


Si usted no sabe cómo está, cómo se siente, entonces tampoco sabrá cuál es la forma de actuar más adecuada, y, por tanto, no estará seguro de cómo ponerla en práctica.
ESCRIBIENDO SOBRE NUESTRAS EMOCIONES

Hay un estudio fascinante que se menciona en un libro basado en las enseñanzas de James Pennebaker, psicólogo de la Universidad de Texas, en Austin, especialista en journaling. ¿Qué quiere decir eso? Quiere decir, básicamente, escribir sobre las emociones, como quien escribe un diario. Es una práctica consciente que se expresa por la escritura. Se hizo un experimento con un grupo de personas despedidas que estaban buscando un nuevo empleo. Había un grupo de control que no escribía nada. Se pidió al grupo participante en el experimento que escribiera sobre sus emociones durante 20 minutos al día, un total de cinco días consecutivos. A fin de cuentas, fueron 100 minutos de escritura consciente. ¿Qué sucedió después de eso? Pasados ocho meses, en el grupo de control en que nadie escribió nada, cerca del 26% de las personas habían conseguido empleo. En el grupo que participó en la experiencia escribiendo sobre sus emociones, cerca del 65% de las personas consiguieron una nueva colocación. Eso es simplemente espectacular. Son 40 puntos porcentuales de diferencia en 100 minutos de intervención no invasiva. En ciencias sociales, una diferencia del 3% es considerada estadísticamente significante, se publican los resultados y te sientes entusiasmado. ¡Pero estamos hablando de una diferencia del 40%. Es sorprendente.

Fuente: Basado en www.wharton.universia.net
ESCUCHANDO NUESTRAS EMOCIONES

Nuestras emociones pueden proporcionarnos información valiosa sobre nosotros mismos, sobre otros y sobre determinadas situaciones. Ser consciente de nuestros sentimientos y comportamiento, así como de la percepción que los demás tienen de nosotros, puede influir sobre nuestras acciones de forma que repercutan en beneficio propio.

Haber descargado nuestro mal humor sobre un compañero de trabajo puede indicarnos que nos sentimos abrumados por un exceso de trabajo. Sentir ansiedad ante una próxima exposición puede ser una señal de que necesitamos preparar mejor nuestros datos. La frustración ante un cliente puede indicarnos que no estamos transmitiendo bien nuestro mensaje, que no es el momento más oportuno o que no seleccionamos bien la presentación.


Para poder controlar nuestra irritabilidad debemos ser conscientes de cuál es el agente desencadenante y cómo es que surge tan poderosa emoción, sólo entonces podemos aprender a aplicarla y a utilizarla de forma apropiada.Si escuchamos la información que nos proporcionan las emociones, podemos modificar nuestras conductas y pensamientos con el fin de transformar las situaciones. Por ejemplo, en el caso de un exabrupto, podríamos ver la importancia de tomar medidas para reducir nuestra carga de trabajo, organizar mejor la misma o regular su proceso.

En resumen, las emociones desempeñan un papel importante en el ámbito laboral. De la ira al entusiasmo, de la frustración a la satisfacción, cada día nos enfrentamos a emociones, propias y ajenas, en el trabajo.

La clave está en utilizar las emociones en forma inteligente, que es lo que se quiere expresar con la inteligencia emocional: hacer deliberadamente que nuestras emociones trabajen en beneficio propio, de modo que nos ayuden a controlar nuestra conducta y nuestros pensamientos, para obtener mejores resultados.

La inteligencia emocional se puede alimentar, desarrollar y aumentar, no se trata, pues, de una cualidad que se tiene o no se tiene.

Lo importante es saber sintonizar con la abundante información que nos proporcionan nuestros sentimientos, sensaciones, valoraciones, acciones e intenciones. Esta información nos ayuda a comprender cómo respondemos, nos comportamos, comunicamos y funcionamos en diversas situaciones. Al procesamiento de toda esta información es a lo que llamamos autoconciencia.
QUÉ IMPLICA SER AUTOCONSCIENTES

Goleman define esta aptitud personal de la siguiente forma: Conocer los propios estados internos, preferencias, recursos e intuiciones. Esta aptitud incluye:

• Conciencia emocional: Reconocer las propias emociones y sus efectos.

• Autoevaluación precisa: Conocer las fuerzas y debilidades propias.

• Confianza en uno mismo: Certeza sobre los valores y facultades que uno tiene.

Goleman plantea que las personas dotadas de esta aptitud:

• Saben qué emociones experimentan y por qué.

• Perciben los vínculos entre sus sentimientos y lo que piensan, hacen y dicen.

• Reconocen qué efecto tienen esas sensaciones sobre su desempeño.

• Conocen sus valores y metas, y se guían por ellos.

Hasta el domingo.La profesora auxiliar de este curso es Claudia Papic, MBA UC y Magíster en Ciencias Biológicas, U. de Chile.

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